Modera: Manuel Peña Narváez. Intervienen: Manuel Curao, Alfonso de Miguel, Alberto García Reyes y Juan Vergillos, al cante: Tomás de Perrate, al toque: Antonio Moya. Castillo de Utrera, jueves 22 de junio.
Revista La Flamenca: Revista nº 5 / año 2005 Julio Agosto
Poniendo fin a las jornadas previas al Potaje Gitano se dan cita en Utrera los estudiosos Manuel Curao, Alfonso de Miguel, Alberto García Reyes y Juan Vergillos para hablar del cante flamenco y Utrera. Tras las presentaciones, Manuel Curao abre el debate con la apreciación de que este municipio tan flamenco no es que haya aportado cantes al amplio panorama de nuestro arte, sino diferentes formas de interpretarlo que han creado un sello propio e inconfundible a pesar de no gozar entre ellos de numerosas semejanzas. Es más: hasta dos o tres vertientes bien diferenciadas se pueden reconocer en el cante de este pueblo de la campiña. Destacó también la importancia del primer festival flamenco de la historia, el Potaje Gitano, que surgió al convertir una fiesta privada en un acontecimiento público que luego serviría de modelo. Tanto fue así que en los años ochenta existían más de trescientos festivales en España.
Alfonso de Miguel insitió en la necesidad de "que no prime la comercialidad sobre la pureza", confesándose un defensor a ultranza de la misma. Dio un toque de atención denunciando el engaño que según él están sufriendo los jóvenes, que no saben distinguir y confunden con el flamenco aquello que no lo es y les venden como tal. Como ya hicieran antaño los que ahora consideramos cantaores clásicos que, por cierto, renovaron el flamenco creando lo que hoy conocemos por puro, profetizó un futuro poco saludable para este arte.
Juan Vergillos centró su primera intervención en realizar una breve semblanza de la cantaora Fernanda de Utrera y el moderador da la palabra después a Alberto García Reyes. El joven periodista reflexiona sobre el dicho de que "no se puede ver la inmensidad de una montaña hasta que no nos alejamos de ella". Dijo que esto precisamente era lo que le pasaba a Utrera, poco consciente de la trascendencia de sus aportaciones. La dualidad entre lo clásico y lo nuevo, la tradición y la modernidad fue otra de las características que le atribuyó al flamenco utrerano y sus intérpretes, que bien saben distinguir entre ambas cosas y conjugarlas. Sobre el comercio y la industria del flamenco dijo que es necesario y que sirve también para dignificar la vida del artista, que no hace mucho estaba a los pies del señorito pasando fatigas.
La vehemencia del discurso de Alfonso de Miguel encendió el diálogo. Curao sentenció que "el flamenco no es puro" y que se le ponían cotas pensando lo contrario. Habló del aire flamenco como algo esencial y que debe conservarse, además de coincidir con algunos de los que estaban en la mesa en que "lo que ocurre en el escenario es responsabilidad del artista". Alberto García Reyes concluyó diciendo que "al observar el flamenco de Utrera se puede ver la evolución del flamenco en general" y que "hay que darle la bienvenida al cambio respetando la tradición".
Tomás de Perrate y Antonio Moya se encargaron después del cante y el toque. Por tientos, pausado, pone tibia su garganta para la soleá. Era evidente la concesión a Utrera en los estilos; también se acuerda de Alcalá. La guitarra de Antonio es precisa, "efectiva", motivadora... y consigue de Tomás el arranque justo y la comodidad en el cante. Esta compenetración se repite en la dolorida seguiriya, que surge dramática de los adentros del cantaor. Sigue después por romance: un palo que poco podemos escuchar en los repertorios habituales de la mayoría de los flamencos de la actualidad. Termina por bulerías "armando el taco".