Al maestro Sabicas
Revista La Flamenca: Revista nº 27 /año 2008 Noviembre Diciembre
Cuando hemos de referirnos a quien tanto significó para nosotros, la emoción agita los recuerdos, y las palabras no logran definir con precisión cuanto sentimos. Sin embargo, me dispongo a intentarlo. Agustín Castellón “Sabicas”, fue uno de esos hombres predestinados; sin otra misión en esta vida que ser guía y referente para quienes vemos en nuestra guitarra un modo de estar en Dios.
No somos lo que decimos ser, somos lo que hacemos. Y esto era el maestro; un monje de clausura encadenado en gozo al corazón de un arte en donde se envolvía, por donde se buscaba, mostraba y definía. Y no era el maestro aquel que resultó como agujero negro, que creciendo y creciendo tan solo para sí, concluyó su tarea comiéndose así mismo.
Sabicas se nos dio, cumpliendo su destino, marcando los caminos y la forma de estar en la esencialidad de nuestra forma de ser, de nuestro modo de estar en la música pura que contiene los rasgos definidos, concretos de nuestra condición. Sabicas fue éste, aunque también fuera aquel que no esperando crédito de un público “ajeno”, hacía concesiones que introducía mezcladas con su sentir flamenco.
Fueron tiempos extraños, donde nuestra guitarra rebuscaba una vía por donde introducirse en un mundo que apenas sabía de nosotros. Pero, en lo esencial, Sabicas estuvo siempre marcando la escuela que tendríamos que seguir quienes detrás viniéramos. Su técnica, que vendría a reforzar la profesionalidad que habríamos de exigirnos. Su sentido de la armonía, que enriquecería con ella a una guitarra flamenca balbuciente y escasa.
Su flamenquismo, eterno referente que nos protegerá de tanto extranjerismo que, pretencioso, venga a infectar nuestra escuela y nuestra condición. Sabicas reflejaba en su identidad la convergencia inseparable del músico y el ser humano: fue un ejemplo imperecedero que guarda en su guitarra toda nuestra cultura. Y fue un navarro íntegro, sin posibilidad alguna de ser otra cosa. Tuvo que optar por desarrollar su vida en los Estados Unidos de América, y a pesar de cuarenta años viviendo en New York, no aprendió de esa lengua más de diez palabras. En cambio su español, con el mejor acento y entonación navarro, siempre estuvo en su boca como reliquia inserta en su identidad y emblema natural de su nacimiento. Ejemplo que nos muestra que cuando el arte es grande, fructifica en la tierra donde habite el talento.
Cuanto Sabicas dio y puso en el flamenco no puede resumirse en una cuartilla. Es mi generación, con todos sus afanes, quien contiene el decálogo que él nos legara. Por respeto al maestro y a cuanto realizó, rezo al dios sublime del arte con mayúscula, que sepa protegernos de nuestras veleidades, para poder ser dignos de su magisterio. Con todo el cariño del mundo.
Agradecemos a Jacinto González, director de aireflamenco.com, el facilitarnos la transcripción de la histórica carta que Manolo Sanlucar escribió a Agustín Castellón Campos “Sabicas” con motivo del homenaje que Pamplona ha dedicado al principal artista flamenco de su historia.