Soraya Clavijo puso el broche de lujo en Jerez, con el estreno del espectáculo, “La Reja 1942”
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. 5/3/2016. Fotos: Pepe Montiel
Ya se acabó. Terminó la XX edición del Festival de Jerez, y los flamencos y flamencas de medio mundo, que durante tres semanas han dado buena cuenta de teatros, tapas y plazas hoteleras, se marcharon llorando calle abajo, desde la Porverita hasta Santiago, de la plaza de Las Angustias a la Plazuela, para acabar marcando a tiza en la pizarra de su corazón lastimado, o sobre la barra de ese tabanco, cuántos días faltan para que el Teatro Villamarta inaugure la edición del año que viene.
A la vera del mítico teatro, en la calle Mesones, se encuentra La Reja, un local indispensable en el trasiego diario de los jerezanos que acuden por la mañana a la cercana plaza de abastos, o para arrimarse una copa de vino antes o después de la función vespertina. Han pasado tres generaciones desde que en 1942 la familia de Soraya Clavijo (Jerez de la Frontera, 1977) abriera sus puertas. De ahí el nombre del espectáculo que presentó anoche en primicia ante sus paisanos: La Reja 1942, un formato pequeño adaptado a las características del local, la pequeña y mítica Guarida del Ángel, y que necesariamente irá creciendo cuando se presente ante audiencias mayores, a tenor del éxito conseguido anoche.
Formato pequeño en número, aunque grande, grande en talento. El metal camaronero de Antonio Flores Cortés El Rubio de Pruna (Córdoba, 1983) le va como un guante al baile temperamental de Soraya. Es un cantaor hecho, zafado en mil batallas y que tuvo el honor de guardarle la retaguardia al mismísimo Paco de Lucía. Anoche estuvo enorme por seguiriyas y algo distraído por momentos. La guitarra de Ramón Amador, hijo de Ramón Amador, aportó el peso jondo y tradicional al acompañamiento, necesario contrapunto al toque mágico e imaginativo del lebrijano Rycardo Moreno Montiel, que estuvo espectacular toda la noche. Y brillante, sobrio y pasado de compás estuvo su paisano Manuel Valencia Vargas, hermano del cantaor José Valencia.
Precisamente fue Manuel el encargado de abrir la velada para que, con el único soporte de sus palmas sordas, Soraya se arrancara a bailar por seguiriyas. Vestida con torera y falda amazona de raso, le quitó el polvo a las tablas con cierto aire masculino que evocaba por momentos a Carmen Amaya para acabar arañando el aire con la feminidad inconfundible de la escuela sevillana. El Rubio de Pruna atacó los tercios de El Marrurro, mientras esos ojos de hierro forjado en cien fraguas se clavaron en la segunda fila de sillas de enea. Fue el primer ole, y ya fue un no parar.
Porque Soraya te clava el apellido de su mirada desde el escenario y a duras penas puede uno sostenérsela resguardado en la confortable penumbra del patio de butacas. Solo la excusa de mirar sus pies da tregua al atribulado espectador, que vuelve a buscar el azabache de la de Somorrostro en los ojos ardientes de la jerezana. Y justo cuando parece aligerar la presión con unos pasos de danza clásica, esa gitana del barrio de la Coronación vuelve a meter los riñones con fuerza, mostrando retales de sus maestras trianeras, que dejaron su huella indeleble en esos paseos de invisible bata de cola y en “esas manos como palomas”.
Soraya Clavijo quiere mostrarse moderna, sabe que el público demanda cierta renovación en las formas. Se declara defensora de la tradición y de la fusión con mesura. De ahí quizá la elección del vestuario, que quiso ser transgresor. Tal vez el punto más flojo del espectáculo fue el sonido.
Quiere ser moderna, y la guitarra de Rycardo Moreno lo es, y mucho. Los sones cubanos de ida y vuelta nos transportaron de La Habana a Nueva Orleans con el toque personalísimo de este grandísimo artista, que le puso música a Gabriel García Márquez para que su paisano Juan Peña cantara y se mojase el agua. Cantiñas de la bahía para sazonar la guarida, llevándonos al cenit de su actuación, con un instrumental de blues en compás de bulerías romanceadas para el baile sensual de Soraya. Y más bulerías, de Jerez ahora, demostrando por qué tiene un Premio Nacional de Córdoba Carmen Amaya, y la sabiduría de su paso y aprendizaje por los tablaos de medio mundo. Y los ojos, negros, los ojos. Quiere ser moderna, pero en esa reja hay hierro forjado por más de tres generaciones.
Ficha artística
Espectáculo: La Reja 1942 / XX Festival de Jerez / La Guarida del Ángel 4/3/2016
Baile: Soraya Clavijo
Cante: Rubio de Pruna
Guitarras: Rycardo Moreno y Ramón Amador
Palmas: Manuel Valencia