La tan traída y llevada crisis que afecta al bolsillo del personal, el cambio en la dirección del coliseo jerezano, la contada presencia de los más mediáticos en el cartel, incluso el mal fario que le atribuyen algunos al trece... No pocos interrogantes se cernían sobre la edición del 2009 del Festival de Jerez. Al final no había lugar alguno para las dudas ni los sinsabores. El certamen jerezano ha arrojado un magnífico balance que constata su solidez a la vez que permite vislumbrar nuevas posibilidades y vías de crecimiento.
Dieciséis días de festival, del 27 de febrero al 14 de marzo, en los que se concentraron en torno al medio centenar de espectáculos, treinta y seis cursos de baile - con la novedosa y acertada inclusión de dos dedicados al compás- y una variada oferta de marcado sabor local que el ciclo "De peña en peña" ponía a disposición de "jartibles" y trasnochadores. Además, a partir del mediodía se celebraban las ya tradicionales tertulias de la bodega, con las ruedas de prensa de los artistas y la presentación de trabajos discográficos y bibliográficos. Por su parte, el Centro Andaluz de Flamenco acogió entre el 10 y 12 de marzo unas jornadas técnicas dedicadas a Mario Maya y a las aportaciones de este genial bailaor y coreógrafo al mundo de la danza y el flamenco. En definitiva, un programa intenso que ponía a prueba la resistencia de cualquiera.
De los catorce espectáculos representados en el escenario principal de la ciudad, el Teatro Villamarta, solo cuatro fueron estrenos absolutos. "Lluvia", la última propuesta de la Compañía de Eva Yerbabuena, sirvió para abrir el ciclo. Tras la recapitulación que supuso "Santo y seña", la nueva obra constituye un paso más hacia el lirismo, el tono intimista, introvertido e incluso trágico por momentos que caracterizan los últimos montajes de la bailaora y coreógrafa granadina. En palabras de la propia Eva, "Lluvia' es un homenaje a la melancolía y al desamor, al estar vivo". En la primera parte del espectáculo predominó la danza contemporánea, el tono reflexivo, el sentido trágico de la vida. La segunda mitad ganó en flamencura y color. Eva mostró entonces la faceta de su arte que más nos gusta. Unos sensuales tanguillos y la conmovedora y apasionante interpretación que ella hace de la soleá hicieron despertar al respetable hasta entonces meditabundo e inmerso en el simbolismo de la obra. Como colofón, como traca final, la aparición en escena de Miguel Poveda. Con el "Se rompió el amor" de Manuel Alejandro y un mantón como nexo, la bailaora y el cantaor se fundieron en una sola figura, el anverso y reverso de una misma realidad, como si con ello quisieran representar la irreconciliable dualidad de las relaciones humanas. Sin duda alguna, uno de los momentos más intensos de los vividos en esta edición.
Al día siguiente, el guitarrista jerezano Juan Diego presentaba su espectáculo "Inspiración", una propuesta desarrollada junto a los bailaores Ángel Muñoz y Adela Campallo a partir de un montaje audiovisual que le había encargado la firma americana de sonido BOSE. Los elementos con los que contaba el espectáculo no eran desdeñables, no obstante el resultado no copó las expectativas creadas. La obra careció de la fluidez deseada, las transiciones resultaron algo forzadas y los oscuros excesivos. El toque mesurado y elegante, inteligente y diferente del jerezano -como lo describiera el crítico José Manuel Gamboa- se vio, en cierto modo, empañado, desplazado a un segundo término, por las coreografías montadas por sus compañeros. Entendemos que esta misma propuesta musical hubiese funcionado mucho mejor si el toque de Juan Diego hubiese gozado del protagonismo que merece -Ya se sabe, el jamón, cuando es bueno, no necesita aditamento-. Así, los números coreografiados deberían haberse limitado a determinadas composiciones. Probablemente, la obra habría brillado más en un espacio escénico más reducido que promoviera la complicidad y recogimiento que la música de Juan Diego inspira. En todo caso, gozar en directo de algunas de las nuevas composiciones de su reciente trabajo justificó con creces nuestra asistencia. Su sensibilidad, calidad artística y creatividad nos harán pronto olvidar este fallido intento.
Otra de las première en esta edición del 2009 fue la obra de Andrés Peña y Pilar Ogalla "Cádiz de la Frontera". Partiendo de un esquema bipartito que tiene su reflejo en el escenario, en el repertorio musical y dancístico y en la composición del elenco -mitad Cádiz, mitad Jerez-, la obra propone una suerte de hermanamiento entre ambas ciudades, o mejor aún, una nueva ciudad que integra elementos de las dos. Con un "atrás" de lujo, los bailaores desarrollaron una propuesta simple, directa, sin vericuetos, hilvanada por el violín de Bernardo Parrilla que encontró muy buena acogida entre el público. Aludiendo a sus propias experiencias, resaltaron los matices interpretativos y estilísticos que definen a estos dos epicentros flamencos, a la vez que ponían de manifiesto la existencia de un sustrato común. El amor de ambos intérpretes hacia sus poblaciones de origen y el que mutuamente se profesan tuvieron una plasmación directa sobre la escena.
La bailaora local Mercedes Ruíz también estrenó espectáculo, "Mi último secreto", el cuarto en su haber personal. Un ejercicio de introspección, "un intento por mostrar otras facetas mías como bailaora, por explorar otros registros" como la propia Mercedes manifestó. Para ello contó con el asesoramiento coreográfico de Javier Latorre, la dirección musical de su pareja artística y vital Santiago Lara, los cantaores David Lagos y Londro, un reducido cuerpo de baile y una sección de cuerda como principal novedad. Se atrevió de nuevo con la farruca que ya interpretara el pasado año en el espectáculo "Viva Jerez". Pero los secretos que realmente desveló Mercedes fueron el baile por granaína de aires chaconianos y remate por rondeña que le cantó David Lagos, una bulería por soleá, que por sorprendente que pueda parecer aún no había incluido en ninguno de sus espectáculos, y el cierre por caracoles. La bailaora se mostró pausada, gustándose y deleitándose en su baile por momentos pero sabiendo también imprimirle vertiginosidad y tensión cuando tocaba. Un paso firme hacia su madurez y consolidación artística, un trabajo con consistencia y calidad que, a nuestro entender, hubiese encontrado mejor epílogo en la bulería por soleá.
Los espectáculos que a la postre serían galardonados los encontramos, no obstante, entre aquellas propuestas que ya habían sido estrenadas. 'Autorretrato' de María Pagés se hizo así con el Premio del Público que otorga por votación popular el medio Diario de Jerez. Un montaje íntegro, de una vez, donde el baile de la sevillana, con su personal braceo de toques manieristas, se combina armónicamente con la música y unos recursos escénicos sabiamente empleados.
Por su parte, 'Oro Viejo' de Rocío Molina recibió el Premio de la Crítica. La arrolladora capacidad creativa de esta joven malagueña, su baile historicista, dramático por momentos, cargado de sensualidad, jocosidad, mímica y guiños cómicos en otras ocasiones, sorprende, sobrecoge, hace reír e incluso llorar. La incómoda e inquietante sensación que produce el inexorable paso del tiempo subyace en todo el montaje llegando a contagiar a la audiencia. Pero Rocío nos hace albergar esperanzas, uno sale convencido de que ella maneja el tiempo como quiere, de que con su baile es capaz de trascender la fugacidad del tiempo.
Aún sin recibir ningún galardón, hubo además otros espectáculos que alcanzaron altas cotas de calidad e hicieron las delicias del respetable. Así, el flamante Premio Nacional de Danza, el alcalareño Javier Barón, se valió de la extrema sencillez, del discurso musical y dancístico desnudo, directo y magistralmente hilvanado que caracteriza a su obra "Dos voces para un baile" para cosechar un rotundo éxito que vino a refrendar el momento de gloria que este bailaor está viviendo.
"Permíteme bailarte" de la Compañía de Aída Gómez fue otro de los números fuertes. La madrileña propuso una reinterpretación de las piezas y coreografías más habituales de la Escuela Bolera. La belleza plástica, pictórica, goyesca de cada una de las escenas y la excelencia en la interpretación tanto a nivel individual como colectivo fueron los argumentos que la Compañía esgrimió a su paso por Jerez. La inclusión de espectáculos de esta índole en el programa del Festival, además de estar en sintonía con su orientación temática -a saber, el flamenco y la danza española- satisface una demanda que en la mayoría de los certámenes queda desatendida. Aplaudimos por tanto esta iniciativa y animamos a la organización para que dé continuidad a la misma.
Por otro lado, la personal revisión que Isabel Bayón proponía de la figura enigmática, exótica y voluble de la bailarina Tórtola Valencia quedó ensombrecida por la secuencia final, sublime, histórica, que protagonizó Matilde Coral al cante de Miguel Poveda. Un momento que sin duda habrá quedado guardado en el disco duro de los asistentes, una muestra de generosidad, humildad, sencillez, sacrificio y sincero agradecimiento que la sensual bailaora sevillana quiso tributar a su maestra.
El 9 de marzo el bailarín aragonés Miguel Ángel Berna y los bailaores Úrsula López y Rabel Campallo escenificaron sobre las tablas del Villamarta un diálogo entre jota y flamenco. Partiendo de la estructura rítmica que subyace tras la jota y las alegrías flamencas, el 3X4, y de la temática alusiva a la invasión francesa que comparten ambos estilos, los intérpretes indagaron en las similitudes y puntos de confluencia que existen entre ambos géneros dancísiticos. Pero como suele ocurrir en muchos de estos espectáculos de naturaleza híbrida, una de los géneros se impuso al otro. La depuradísima técnica de Berna fue tan abrumadora que el diálogo quedó reducido a un monólogo con acento aragonés. Los bailaores, a pesar de su contrastada calidad artística, estuvieron, durante gran parte del espectáculo, a remolque del "jotero". Lástima porque la verdad es que "Flamenco se escribe con Jota" resultaba, de partida, una idea tremendamente interesante y atractiva. Será entonces cuestión de encontrar vías de expresión más equitativas.
La bailaora granadina Fuensanta la Moneta vino al Festival de Jerez a mostrar "De entre la Luna y los hombres", su primer montaje teatral que estrenó en la edición 2007 de Málaga en Flamenco. El espectáculo decepcionó. Lejos de favorecer y propiciar el baile racial y vehemente de la Moneta, la enrevesada y densa trama argumental, con superfluos elementos escenográficos y proyecciones insustancialmente vanguardistas, encorsetó la fuerza expresiva y capacidad de transmisión de la bailaora.
Tampoco Carmen Cortés con sus "Mujeres de Lorca" consiguió la conexión deseada con el público. La empresa desde luego no se antojaba fácil si tenemos en cuenta la complejidad del tema elegido -el universo femenino en la obra lorquiana-. Demasiada materia quizás para un espectáculo de baile de poco más de una hora de duración. Aunque se vivieron momentos de verdadera emoción e intensidad artística, especialmente aquellos en los que Carmen desplegó su personalísimo baile, la obra hizo aguas en determinados pasajes.
Algo mejor resultó la representación que la Compañía de Antonio Márquez puso en escena el penúltimo día. Un homenaje póstumo al genial Antonio Ruíz Soler en el que se combinó con desigual suerte el flamenco y el clásico español -de mayor altura éste último-. Argumento previsible y de fácil lectura, con dosis de efectismo y aires de musical americano en determinadas fases que entretuvo y gustó a un público al que se le notaba especialmente predispuesto.
El "Homenaje a Mario Maya" puso fin a la edición del 2009. En una producción de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco se reunieron, liderados por la hija del homenajeado, muchos de los profesionales que trabajaron con Mario. Fue otra batalla contra el paso del tiempo. Se repusieron con acierto piezas ya clásicas de las distintas obras del coreógrafo desaparecido que, a modo de consuelo, nos confirmaban la inmortalidad que Mario había alcanzado con sus creaciones. El tributo por seguiriya que Belén Maya le rindió a su padre fue escalofriante.
De los cinco ciclos restantes que conformaban el cartel del festival, fue sin duda el desarrollado en la Bodega de los Apostoles de González Byass el que alcanzó el nivel más alto. Bajo el título genérico de "Toca toque", se desarrollaron en este dionisiaco espacio siete conciertos de guitarra que bien podrían sintetizar el desarrollo técnico, melódico y armónico que está experimentando este instrumento dentro del contexto flamenco. Moraíto, Gerardo Núñez y Tomatito, Cano, Patino y José Luís Rodríguez, como cierre el maestro granadino Pepe Habichuela junto al contrabajista jazzístico Dave Holland. Distintas generaciones, diversas maneras de entender la sonanta, todo un lujo de sensaciones con quilates suficientes como para montar un festival de guitarra a parte.
También tuvieron las seis cuerdas una presencia destacada en el ciclo "Los Conciertos de Palacio", otra arriesgada y plausible apuesta de la organización que concentró, en formato acústico, a cuatro mujeres guitarristas y a ocho cantaoras. Todas ellas jóvenes, con unas ganas tremendas de hacerse un sitio en el contexto profesional y reivindicando el papel que las mujeres han jugado siempre en el desarrollo de esta manifestación artística. En el terreno guitarrístico destacó sobremanera la portuense Antonia Jiménez. En el mismo Palacio de Villavicencio pero dentro del programa "Flamenco pa´toos" Eduardo Rebollar impartió dos clases interactivas sobre los ritmos y estilos flamencos.
Los otros tres ciclos - "Con Nombre Propio", "Solos en Compañía" y "Los Novísimos"- celebrados todos en la antigua iglesia de la Compañía y centrados en el baile, albergaron propuestas de muy diversa factura y desigual resolución. El montaje de Concha Jareño, "Algo", fue la gran sorpresa de esta edición o así al menos lo estimó la crítica al concederle el Premio Revelación que concede El Bar Juanito. Pero hubo otros muchos momentos para el deleite. Disfrutamos del baile con sabor a oloroso viejo de José Galán, de unas bulerías de ensueño de su hija Pastora, del paseo por el Guadalquivir que nos dio Ángeles Gabaldón, de Soraya Clavijo bailando los cantes de Fernando de la Morena, incluso de la rabia y gallardía de Concha Vargas al tener que bailar con un incómodo roto en la falda.
Por si todo esto fuese poco, hemos comprobado este año como la oferta paralela, lo que se conoce como "Off Festival" ha aumentado considerablemente con respecto a anteriores ediciones. A las ya míticas fiestas after-show en el Colmao del Grilo se han sumado este año los conciertos y recitales de Capullo, Tomasito y otros grupos en la órbita del flamenco que han organizado salas de concierto de la ciudad. Nos ha agradado también constatar una mayor participación y asistencia de la población local a los distintos espectáculos y eventos del Festival. Conocemos ya a numerosos cursillistas y aficionados con gustos dispares que repiten año tras año. En el Festival de Jerez se disfruta del flamenco en sus más variadas expresiones: el flamenco profesional, el espontáneo, el de uso, el de cambio, el de barrios, el globalizado, el clásico, el vanguardista, el nacional, el extranjero... El éxito de la muestra es innegable. Vaya desde aquí nuestra enhorabuena para la organización.
Texto: Julio de Vega - Fotos: Javier Fernández