¿Cuántos suspicaces pusieron el grito en el cielo cuando supieron que a Curro Romero -reconocido caracolero- se le ofrecería el homenaje del Festival de Cante Jondo de Mairena?. Los mismos que siguen viendo a Antonio por la mirilla de la desconfianza y el recelo que en ellos han generado los que no pudieron ni pueden mejorar hoy, lo que el maestro dejó para los restos. Tratar así el legado Mairenista es propio de quienes, tristemente, desconocen su obra y, lo que es peor, se niegan a estudiarla, si quiera por vestir de propiedad sus alegatos libertadores contra no sé cuál dictadura del pasado.
Por su parte, al pueblo de Mairena del Alcor no le hacía falta dar lecciones de tolerancia, porque lleva años aguantando en sus carnes a estos ignorantes de lo jondo que, en muchos casos, tienen a Manuel Torre y Emilio El Moro compartiendo estantería y adorno floral. Mas en la noche del uno de septiembre Mairena -la ciudad- se quitó el sombrero ante Curro, escuchó su reflexión convertida en plegaria hacia Antonio, y devolvió cariño, mucho cariño. Fue el momento de oro del Festival, con el oratorio de Antonio García Barbeito como caldo de cultivo para levantar el alma a los presentes. Curro habló más de lo normal, miró al cielo y exclamó: "¡Amigo Antonio, no sabes el recuerdo tan bonito que me llevo hoy de tu pueblo!".
Tras esto, hablar de cante está de más; pero es que la noche tampoco dio para mucho. Castulo se fajó en los cantes duros con la guitarra de Niño Elías, cada vez más interesante y sabia, estirando los tercios más allá de lo estéticamente aconsejado. Esperanza Fernández puso en su voz el repertorio acostumbrado, sin variar una coma. Estuvo junto a ella Miguel Ángel Cortes, tan en protagonista principal que ignoró la primera ley del acompañamiento: estar al servicio de quien canta. Todo lo contrario de Diego Amaya que incluso omitió acordes y adornos para no molestar, en los silencios o en los cambios de tercio, a Aurora Vargas en su repertorio. No fue tampoco la noche de El Mistela, Calixto Sánchez y José Mercé. El bailaor, sin estar mal, no conmovió al respetable. Calixto, aunque presentó algún nuevo cante por seguiriyas, anduvo tan eminentemente cuadriculado y frío como de costumbre en malagueña y caña, y aturullado y perdido por bulerías. Y el punto y final de Mercé tampoco superó las expectativas, reanudadas en balde tras una letra por seguiriyas algo más destacable que el resto de lo ofrecido junto a Moraíto.
Parece pues, que pasa a los flamencos como a los toreros: se han acostumbrado a bajar el nivel artístico llegado el mes de septiembre. Sin embargo, sus cachés siguen siendo inalcanzables para el que paga veinticinco euros por una entrada, esperando recibir el latigazo eléctrico de los duendes. Esa noche, sólo Curro dio calambre.