Lola Pantoja: Sevilla / Patio de la Montería del Real Alcázar, 3/9/2012
Fotos: Manny Rocca
Manuela Carrasco abrió la XVII Bienal de flamenco de Sevilla con el poderío de su taconeo y su estampa racial, una imagen mítica que remite a lo primordial, a esa fuerza telúrica que dota al flamenco de una condición ancestral, a pesar de tratarse de un arte plenamente contemporáneo. Pepa Gamboa, la directora del espectáculo, lo sabe. De ahí su intención de convertir a Manuela en heroína de la tragedia clásica. Lástima que, en un claro afán por no revestir de teatralidad al flamenco, se limitara a recurrir a una dramaturgia que, más que aportar, restaba dramatismo.
Y es que cuando un artista se entrega a su arte respetando como respeta Manuela el rigor y la fuerza ritual y dramática que posee el flamenco desde sus inicios, todo lo demás se queda en un plano secundario. Pudimos comprobarlo cuando la bailaora midió sus fuerzas con el cante de Juanito Villar, El Extremeño, El Pele y Pansequito, cuatro cantaores que a lo largo de su carrera han contribuido a hacer grande el cante.
Juanito Villar marcó el toque solemne y trascendental del espectáculo con sus martinetes y se entregó a la rotundidad de su seguiriya, que Manuela revistió de una fuerza atávica para dibujar a Antígona, su primera heroína. El Extremeño dejó en el aire el eco de su voz rota que ejemplifica la pelea con el cante. Aunque para pelea la de El Pele que, junto con la bailaora, fue el auténtico protagonista de la noche. Apareció en escena como una exhalación cuando ya nadie lo esperaba. La enfermedad con la que lucha desde algún tiempo había amenazado con no dejarle cumplir con su cometido. De hecho ya había corrido el rumor de que iba a ser sustituido. Pero el cantaor cordobés se precia de crecerse ante las dificultades y anoche se empeñó en demostrarlo regalándonos una de sus más memorables actuaciones. Comenzó con una soleá de Córdoba que nos trajo los ecos de la mítica soleá trianera. Peleó con ella con la valentía que le caracteriza, ligando los tercios, subiendo y bajando los tonos hasta un extremo casi imposible, revistiendo el brillo de su voz con un sinfín de requiebros. Y por si eso fuera poco siguió cantándole a Manuela por cantiñas con un derroche de compás tan vertiginoso como virtuoso, demostrando que el cante flamenco es, como dijo el poeta, creación en acto.
Tras esto Pansequito no lo tenía desde luego fácil. Tal vez por eso no acabó de encontrarse. No obstante supo rendirse ante el baile de Manuela cantando, al igual que el resto de sus compañeros de pie, mirando al público de frente, desafiante, rotundo y seguro y, al igual que sus compañeros, dejó claro que el cante no tiene que estar detrás para acompañar al baile. Claro que para eso, todos contaron con la percusión ajustada de José Carrasco y el Bobote, y el toque rotundo y brillante de Joaquín Amador, Paco Iglesias y Alfredo Lagos, una magnífica triada que, además de ponerse a los pies de la bailaora, y nunca mejor dicho, engrandeció con su acompañamiento al cante.
Ficha artística:
Obra: Raíces de Ébano. Estreno absoluto
Lugar: Sevilla / Real Alcázar, 3 de septiembre
Dirección escénica: Pepa Gamboa
Baile y coreografía: Manuela Carrasco
Cante: Juanito Villar, Enrique el Extremeño, El Pele, Pansequito
Coros: Samara Carrasco, Inma la Carbonera y Toñi Fernández
Guitarras: Joaquín Amador, Alfredo Lagos y Paco Iglesias
Percusión: José Carrasco y Bobote