Con paso firme
Mont de Marsan. Suroeste de Francia. 4 de julio de 2005. El Flamenco traspasa sus fronteras. Comienza la décimo séptima edición del Festival de Arte Flamenco de Mont de Marsan. Uno de los eventos flamencos más importantes en el mundo. Tanto por la organización como por la excelente programación que año tras año oferta este Festival. Sin lugar a dudas, una de las visitas obligadas para el buen aficionado al flamenco. De esto es consciente el público francés que cada año responde con mayor premura a la llamada del flamenco. Más de 6.000 personas se han dado cita a lo largo de los seis días que dura el Festival. Cada recital, cada espectáculo, cada actuación ha sido sinónimo de un lleno absoluto.
Un público conocedor y respetuoso, interesado y entusiasmado, entregado y emocionado. Seis días de intensa actividad. Casi una semana de obligada cita con el flamenco. Mont de Marsan es una parada ineludible. Un lugar de encuentro. Por unos días, este pueblo, de unos 35.000 habitantes, se convierte en referencia mundial del flamenco. La organización cuida al detalle todos los pormenores. Apuestan por un cartel variopinto, donde se entremezclan juventud y veterania, y en el que siempre están presentes las mayores figuras del flamenco actual. Mont de Marsan es un escaparate del Arte. Flamenco para todos los gustos. Seis días dan para mucho. Numerosas tendencias, pero siempre buscando la autenticidad en aras de mantener un equilibrio. Desde la ortodoxia a la heterodoxia. Desde lo más tradicional a lo vanguardista. Desde lo añejo a lo joven. Todo ello en base a satisfacer las expectativas del público, que al fin y al cabo es el que manda. Esta gran cita flamenca camina con paso firme. Cada año existen más dificultades para encontrar un abono o una simple entrada. Esta edición acaba de finalizar y ya se producen las primeras reservas para el próximo año. Esto quiere decir que el público francés confía en la calidad artística que cada año atesora esta cita con el flamenco.
La presente edición ha contado con la presencia de grandes artistas como Sara Baras, Diego El Cigala, Belén Maya o Mayte Martín, entre otros. Ha sido la puesta de largo de noveles cantaores como Carmen Grilo y José Valencia. Hemos presenciado la confirmación del joven guitarrista Antonio Rey. Pero sin lugar a dudas, hemos disfrutado con el baile de Belén Maya, Pastora Galván y Rafael Campallo. Claros exponentes de la danza flamenca del Siglo XXI. Pero esto no ha sido todo. Javier Puga, director artístico del Festival, se ha traído a "casi" todo el pueblo de Utrera (Sevilla) para el deleite de los grandes aficionados. Tampoco faltó la guitarra de los hermanos Iglesias, o el baile de José Maya, Manuela Vargas y Jairo Barrull. En fin, flamenco para todos los gustos y de todos los colores. Incluso el arte de las "Tres mil" también estuvo presente.
También hay que destacar las actividades paralelas que organiza el Festival. Un área formativa, con la presencia de excelentes profesores de baile, guitarra y compás; y un ciclo de conferencias con grandes profesionales del flamenco. Blanca del Rey, Belén Maya , Soraya Clavijo, Ángeles Gabaldón y Lourdes Recio se encargaron de impartir las clases de baile; Pierre Pradal y Eugenio Iglesias harían lo propio con la guitarra; mientras que "El Gamba de Jerez" fue el encargado de ofrecer un más que interesante taller de compás. En cuanto a las conferencias, Javier Puga, director del Festival, mostró los archivos sonoros y audiovisuales que se han ido compilando a lo largo de los años en esta cita con el Arte Jondo; la antropóloga e investigadora Cristina Cruces, ofreció un repaso histórico sobre la mujer en el baile; y el artista japonés Shoji Kojima habló sobre su vida como bailaor de flamenco.
Primera jornada
Como si de una contrarreloj se tratara, no había dado tiempo a respirar el aire francés cuando apareció en escena la Compañía de Saras Baras con ‘Sueños'. Un espectáculo estrenado hace unos años y que ha repuesto para la gira del presente año. Con un formato sencillo. Sin escenografía peculiar. La bailaora gaditana lanza a su cuerpo de baile más del primer tercio del espectáculo. Por martinetes. Dibujando las líneas sin apenas movilidad. Con rostros serios. Cambio de escena y Sara Baras sigue resistiéndose. Continúa el cuerpo de baile. Juego de luces y sombras. Por fin aparece. Vestida de blanco inmaculado. Un haz de luz la ilumina. Como si de un ángel se tratara. Incesante búsqueda del efectismo. Despliega los brazos con dulzura. Luz tenue. Paso a dos con José Serrano. Soleá por bulerías salpicada de sensualidad. Tira del vuelo de la falda. Estética y plasticidad. Artificiosidad. Al golpe. Ya ha lanzado una de sus armas. Muestra el braceo. Llega el momento de los pies. Con desparpajo en el tramo final por bulerías. Un fusil de precisión. No indaga en las curvaturas y busca el hieratismo. Más brazos. Prosigue el rastro de la elegancia. Paso al cuerpo de baile. Esta vez por sevillanas. Vestuario con grandes mantones, pero de escasa entidad. Necesitan más peso. Pero abaten con los inmensos flecos. Se van peinando e intercalando para llenar el inmenso espacio escénico del Mitterand. Cambian de formación constantemente para imprimir la dinamicidad necesaria y huir de la linealidad del espectáculo. Suenan aires fandangueros. Pero la bailaora gaditana aparece vestida de corto. Es el momento de la farruca. Suena el violín. Aquí no hay efectismo que valga. Se planta en la plaza para lidiar la corrida. Ahondando en cada tercio del baile. Se luce con esa banderilla de pies. Pide el cambio con el braceo. Faena de muleta. El Mitterand enmudece. Se contiene ante el sonido cristalino de los pies de la gaditana. Ejecución de gran calidad. Impoluta. Torea al toro de los recuerdos. Dos muletazos más y se acabó. Por la puerta grande. El resto es historia.
Segunda jornada
Cambio de espacio escénico. Nos encontramos en un mercado reconvertido en Café Cantante. Dicen que aquí hubo hace unos siglos una plaza de toros. Apropiado lugar para evocar el arte. Un emplazamiento más intimista. Lleno absoluto. Situación que se produciría todos y cada uno de los días que duró el Festival. Dos jóvenes artistas. Una de Jerez y otro de Lebrija. De la saga de los Grilo, la primera, y de familia de Mojama, el segundo. Carmen Grilo y José Valencia. Dos cantaores que se han ido formando en diferentes compañías. Y que le ha llegado la oportunidad de enfrentarse "delante" de un público. Aquí no hay más armas que las de sus propias voces. Principia la fémina con el "trantrantantanteiro". Farruca. Le acompaña José Quevedo ‘Bolita'. Intenta romper la angustia y los nervios del momento. Asienta la voz en cada tercio. Vocalizando cada palabra. Almibarando sus registros. Con un eco personal y particular. Difícil de equiparar. Tientos con sentimiento. Ya se encuentra más suelta. No retiene. Abrocha por tangos. Cambia de tercio. Llorando el cante por seguiriyas. Luchando en cada momento. Rematando por cabales. Y el Café Cantante se hizo una fiesta. Por bulerías. Con soniquete de Jerez y Lebrija, de Carlos Grilo y Manuel Valencia. Buena presentación en sociedad.
Consciente de la responsabilidad que la ocasión conllevaba, José Valencia salió a por todas. Desde el primer segundo, desde el primer tercio, sin andarse con rodeos. Suelta los primeros ayes por soleá. Con gran fuerza. Dando muestras del potencial de su eco. Se busca en cada tercio. Vaciándose en cada envite. Casta y enjundia. Más de doce minutos evocando a los ancestros. Prosigue con aires gaditanos. Buscando la barca varada en alta mar. Cantiñas. Con sabor. De nuevo recurre a la hondura. Agarrando el clavo ardiente de la seguiriya. Litigando en cada una de las letras. Finaliza por fiesta.
Pero esta jornada no quedó así. Llega un plato fuerte. ‘Flamenco de Cámara' de Belén Maya y Mayte Martín. Espléndido espectáculo impregnado de sentimiento y complicidad. Contemporaneidad rociada de vanguardismo. Baile y cante. Búsqueda de una comunión necesaria. De una unión real y ficticia. De bella estampa. Con aires nostálgicos. Belén Maya baila con bata de cola negra. Exhibiendo un braceo imponderable. Estudiando la pose helénica. Con la dulzura de la voz de Mayte Martín. Acentuada en la melancolía de la vidalita. Ejecutando unos bajos ensoñadores. Y catapultando la noche con la indiana. Sonsacando los aplausos en el arranque. Deleitando con un repertorio acorde a las características de su voz. Con querencia. Y más baile. Belén Maya regresa a escena con tientos-tangos. Con una actitud más vanguardista. Jugando con sus caderas. Indagando en movimientos inverosímiles. Flotando y contorneando. Disfrutando como ella sola. Mostrando la versatilidad de su lenguaje. Y explotando sus recursos en unas alegrías enmarcables. La carrera de esta bailaora es imparable. Brillante como el sol, resplandeciente como la luna. Gira y Gira con los aires marineros. Con bata de cola amarilla. Cimbreando. Buscando lo variopinto. Rematando con cada parte de su cuerpo. Sólo de violín por peteneras. Preámbulo del taranto final. Siempre con un toque intimista. Y la noche cerró sus ojos.
Tercera jornada
Noche de otro "galáctico" llamado Diego Jiménez Salazar ‘ El Cigala'. Pero antes, el baile de José Maya y el toque de Antonio Rey despertaron al público francés. El primero por soleá y seguiriya, el segundo por taranta y bulerías. La juventud también tiene su sitio en este Festival. Una apuesta por la cantera inagotable de artistas.
Aparece Diego el Cigala. Plantado en su taburete, da un sorbo al martinete. Mostrando y templando el quejío de su cante. Se adentra en el terreno de la soleá. Bien acompañado por las conjuntadas guitarras de ‘Paquete' y Manuel Parrilla. Evoca al poeta Rafael Alberti por fandangos con el poema ‘Se equivocó la paloma'. Letra empleada y ejecutada magistralmente por otros cantaores y cantaoras como es el caso de Carmen Linares. El cantaor madrileño extrae los mejores frutos, acordándose de ‘El Gloria'. Musicaliza las bulerías con ciertos arreglos, antes de adentrarse en los cantes de Levante. Penetra en la mina al compás de los tangos. Dulce e intenso. Dota de ritmo las penurias del minero, demostrando esa manera de "cantar" por tangos. Impás buleaero antes de volver al compás binario de las rumbas. Ésta se las quiso dedicar a los grandes cantaores y al flamenco. Si bien, adolecieron de escasa profundización. Recta final de su intervención. Homenaje a un músico que le ha dado tanto, Bebo Valdés. Un artista que lo ha catapultado a la fama con ‘Lágrimas Negras'. "Bien pagadas" por tangos. El público se entrega en la primera letra. Subyace la emoción contenida. Complace al respetable con el tema que da título a ese gran disco, ‘Lágrimas Negras'. De postre, todos los artistas que participaron en esta velada al escenario. Fin de fiesta por bulerías. Llegamos al ecuador.
Cuarta jornada
El Café Cantante acoge el toque de los hermanos Iglesias y el baile de Pastora Galván y Rafael Campallo. Otra noche intensa. Desde las siete y media de la tarde. Pasado unos minutos de rigor, suena la taranta de Miguel Iglesias. Uno por uno fueron presentándose al público francés. Eugenio Iglesias por seguiriyas y Paco Iglesias con alegrías. Tres hermanos. Tres guitarras. Tres estilos aglutinados bajo tendencias clasicistas. La serenidad de Paco, junto al sentimiento de Miguel, pasando por las armonías frescas de Eugenio. Todo un viaje por el mundo de la guitarra. Sólo, a dúo, en trío. Hasta llegar a la soleá que contó con la presencia de la bailaora Manuela Vargas. El repertorio se completó con tangos y bulerías.
Segunda parte de la noche. Dos jóvenes figuras de la inacabable cantera sevillana del baile. Pastora Galván y Rafael Campallo. Paso a dos por tangos. Comienza el espectáculo. Ambos artistas establecen un diálogo. Sus pies van replicándose. Pastora Galván abandona la escena. Campallo por martinete. Pose firme. Con decisión. Enlaza por seguiriyas. Trata de demostrar sus credenciales. Templando. El cajón se come el sonido. Demasiado estruendo. Remata con el hombro. Llega el turno de Pastora Galván. Por taranto. Curvatura y redondez en el marcaje. Velocidad en el braceo. Muestra la elegancia de su recogido. Trata de aportar la mayor naturalidad posible a cada uno de sus movimientos. Se acelera el compás. Amarra por tangos. Puliendo y matizando cada detalle. Influencias galvánicas. Regresa Campallo. Apuesta por la farruca. Puesta de escena más transparente, más limpia. Ofrece un discurso legible, precisando cada uno de sus movimientos. Clavándolos en el lugar adecuado. Con providencia. La noche no tiene desperdicio. Con tan sólo el cante y una guitarra es más fácil apreciar los matices y el sonido de los pies. Domina los giros. Hay duende en el Café Cantante. Turno de Pastora. El ritmo no decae y los bailes se van peinando. Salida fulgurante por alegrías. Con bata de cola roja. Se pasea con garbo por el escenario. Insiste en el recogido. Quiebra la figura con gusto. Está en su sitio. Agarra la bata y pega unos muletazos. Se siente torera. El público está entregado. Ovación a Campallo en su vuelta al proscenio. Por soleá. El bailaor sevillano quiere unirse al festejo y conseguir el ansiado trofeo. También se muestra torero. Arte no le falta. Es su noche. Está disfrutando. Ralentiza los movimientos, a pasito corto. Con gestos "sugerentes". Las fans le glorifican. Está entregado. Escucha el cante. José Valencia se vacia por Lebrija y Campallo se para. Eso se llama respeto y compañerismo. Esto está llegando a su fin. Ambos bailaores por bulerías. Galván mete las caderas mientras Campallo muestra sus condiciones físicas. Un atleta del baile. Lo bueno se acaba. Noche dedicada a la hermana de Campallo, Adela, que se encuentra recuperándose de una operación. Va por ella. Aplausos y gran ovación.
Quinta jornada
Utrera invade el inmenso proscenio del Mitterand. Tres espacios. Una barra de un bar y dos reuniones. El ayer y el presente. Lo nuevo y lo viejo. El pasado y el futuro. El guitarrista Antonio Moya dirige a más de veinte artistas. Tomás de Perrate arranca por soleá. Jairo Barrul se dispone a bailar. Avanza sigilosamente. Reposando. Con pequeños movimientos y desplazamientos. Sintiendo lo que hace. Se muestra más comedido. Barrul va asentando su baile. Llega el cante de los veteranos. ‘El cuchara' apunta por fandangos en el terreno de la soleá. Continúa la ronda con Gaspar de Utrera. Una pequeña pinceladita fandanguera con esas afinaciones tan peculiares. Cierra la primera ronda Pepa de Benito. José de la Buena y Diego El Cabrillero completan el plantel. Los cantes se suceden. Recreando escenas ancestrales, primigenias. Soleá, seguiya, tientos, tangos,... Por alegrías. Baila Manuela Vargas. De nuevo muestra sus premisas al público francés. Así concluye la primera parte. Tras el descanso. Más de una hora y media de fiesta por bulerías. Pero antes, Manuel Amaya evoca a Bambino. Veintiún artistas en el escenario. Formando un gran reunión. Todos participan. Utrera sigue viva, pero se echa de menos a las hermanas.
Área formativa
Casi trescientos alumnos coparon los numerosos cursos formativos ofertados por el Festival. Tanto en la vertiente de baile, toque, como en la de compás; la organización contó con grandes profesores como Blanca del Rey, Eugenio Iglesias o el ‘Gamba de Jerez'. A Mont de Marsan aterrizaron un excelente plantel de artistas flamencos dispuestos a dejarse la piel en cada una de sus clases. Incluso hubo un curso conjunto, impartido por los bailaores Felipe Mato y Ángeles Gabaldón. Pero si hay un taller a destacar, ese es el de compás. Un taller que se estrenó el pasado año, y que tuvo y tiene un gran éxito. Su profesor, ‘Gamba de Jerez', muestra a sus alumnos las bases rítmicas principales del flamenco en cada una de sus tres clases. Explicando el tiempo y el contratiempo, los acentos, las candencias, y el propio compás. Corrigiendo cada detalle, la posición de los brazos, el golpeo de las manos; insistiendo en la necesidad de estar siempre encima del ritmo y dentro del compás. Unas lecciones para que el alumno comprenda y sienta lo que está haciendo.
Fotos: Sébastian Zambom