El triunfo de José Valencia le posiciona como figura del cante y candidato al Giraldillo
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla (Teatro Lope de Vega) 19/9/2016 Fotos: Archivo fotográfico Bienal de Flamenco
Dejo transcurrir las horas para escribir desde la distancia, no sea que la adrenalina acelere la pluma más de lo debido. Los guisos siempre reposados, mucho mejor de un día para otro, dicen las madres. Y más si se trata de un potaje o de una buena puchera, que es como se le llama en Lebrija a la berza de frijones (alubias) y garbanzos.
Parece inútil. Las hipérboles, las metáforas desaforadas se agolpan queriendo salir sin mesura. Apoteosis, triunfo clamoroso. Juan Peña bajó anoche al Teatro Lope de Vega para elevar a su pupilo a los altares del cante jondo… Seguro que ya me he pasado. Uno desea mantener la mente fría, calmar el ánimo. Pero cómo se hace cuando tienes el pulso aún en compás de Lebrija, cuando el eco de la debla de Tomás Pavón o de Diego el Lebrijano, a saber, con que José cerró su recital de anoche, permanece atado a tus oídos.
“De Sevilla a Cádiz” es el disco que en 1969 marcó un antes y un después en la carrera de Juan Peña el Lebrijano. De la mano de Paco de Lucía y del Niño Ricardo, el maestro Juan, tristemente desaparecido este verano, concentró en él toda la tradición cantaora de su casa y su aprendizaje, para lanzarse de lleno a la búsqueda de su estilo propio. Juan estaba preparando este espectáculo para que José Valencia lo interpretara, aunque no lo pudo terminar. Su sobrino Pedro María Peña, hijo del gran guitarrista Pedro Peña (quien ha perdido, en solo cuatro meses, a su mujer y a su hermano del alma) se ha encargado de completar la obra.
José Valencia se dejó ayer el alma en el teatro, llevándose parte de la nuestra. Lo hizo por soleá, con una docena de estilos diferentes, en un recorrido de sabiduría desde Alcalá de los Panaderos con ida y vuelta a Triana, para coger el tren y hacer noche en Utrera, Lebrija y Jerez. Todo impregnado de Antonio Mairena, como solía por aquellos años el propio Juan Peña, aunque no sólamente. Ha sabido el antiguo Joselito de Lebrija imprimir su propio sello a las formas cantaoras de su casa y, muy importante, controlar bastante la desmedida potencia de su pecho. Anoche encandiló también con sus graves, la riqueza de registros dramáticos y sus pellizquitos por bajo. Sorprendente la amplitud de recursos de Juan Requena, y su toque originalísimo.
Cantó los mejores tientos que le recuerdo, perdiendo mucha sangre en cada tercio, y alargando el compás hasta el infinito sin que su fuelle se resintiera; y esos tangos, que tan bien sonaban en su maestro, los de Pastora, los del Torre, los de Triana: a algunos nos gustan más lentos.
Pero fueron las seguiriyas las que le han posicionado en la liga grande. Desde la llamada de la guitarra de Manuel Parrilla, anda que también se presentó sin guitarristas. Desde el ayeo quejumbroso que hacía eco en las tripas de los de la primera fila.
Se dedicó el barcelonés a tirar rosas por esa garganta, y las espinas se le quedaban dentro hasta el final del compás. Una y otra vez brotó la pena por su boca, la pena de verdad, porque se estaba acordando de la muerte en singular, tercera persona. Y todos los Valencia, los Vargas, Peña, Carrasco y Cruz de su familia le soplaban las letras al oído, los cantes de Paco la Luz y de Tío José de Paula, que tenían también padres lebrijanos, como él.
El cuadro, de lujo. Su familia, Manuel Valencia y Juan Diego Valencia, pusieron el metrónomo al compás de amalgama. Antiguos compañeros de Juan Peña, como Juan Aguilera o el violinista marroquí Faiçal Kourrich (Tánger, 1971) que ya trabajaba con él desde la época de la Orquesta Andalusí de Tánger allá por los años de la Expo 92, y en discos como Casablanca o Puertas Abiertas. Y, siempre en los momentos en que José la necesita, allí estaba Pastora Galván, que paseó la blancura de su bata de cola por alegrías y la bata negra por bulerías, con esa autenticidad y sabor a gitana antigua que sabe sacar cuando quiere.
Con el trabajo hecho, se relajó don José y echó los restos por bulerías al golpe, y por fiesta lebrijana. Como queriendo probar el cañón de voz antes de marcharse, abandonó toda contención y nos llevó con él a la calle Cantarranas, por la cuesta del Castillo, bajando por Cala de Vargas hasta el Barrionuevo. Todo muy deprisa, demasiado fuerte, pero ya no importaba. Eso fue antes de las tonás, de aquella debla apoyado en la silla vacía de Juan Peña el Lebrijano, con ese eco.
Ficha artística
Espectáculo: “De Sevilla a Cádiz” / La Bienal de Flamenco de Sevilla / Lugar: Teatro Lope de Vega, Sevilla 17/9/2016
Autor: Juan Peña el Lebrijano.
Dirección: Pedro María Peña.
Cante: José Valencia.
Guitarras: Manuel Parrilla y Juan Requena.
Palmas: Manuel Valencia y Juan Diego Valencia.
Coros: Sergio Aguilera, Inma la Carbonera y Amparo Lagares.
Baile: Pastora Galván (artista invitada).
Violín: Faiçal Kourrich (artista invitado).