Cuarta gala del ciclo Flamenco viene del Sur, donde Juan Manuel Jaén “El Junco y su esposa Susana Casas encandilaron al público con su baile.
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Web Revista la Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla. Teatro Central 29/3/2017
Pa flamenco yo. Con esa sentencia que no admite contestación, convocó El Junco a sus incondicionales en la primera tarde verdaderamente primaveral y cuarta del ciclo Flamenco viene del Sur, organizado por el Instituto Andaluz del Flamenco. La cita, como cada martes, a las nueve en punto. El lugar, el Teatro Central de Sevilla, que no es sitio de pasarelas ni de “photocalls” donde dejarse ver o admirar por la burguesía sevillana, sino que es, por muchas razones, el teatro preferido por los buenos aficionados al flamenco. Y no solo, que también, por la excelente calidad de sonido, la visibilidad de la escena desde cualquier punto del graderío o la comodidad de sus asientos.
No hay regla escrita que lo sustente, pero a poco que eche mano uno de la hemeroteca, es fácil comprobar que normalmente quien triunfa en Flamenco viene del Sur trae un buen soplo de aliento a su agenda de actuaciones para la temporada. Y es también, con frecuencia, antesala de la Bienal de Flamenco o, en su caso, para la Bienal Chica de los años impares.
Anoche Juan Manuel Jaén Arroyo (Cádiz, 1975) se valió del humor para reivindicar, entre otras cosas, que nunca se le ha dado en la Bienal espacio para presentar su propio espectáculo, a pesar de que sí ha actuado en varias ocasiones como primer bailaor del Ballet Flamenco de Andalucía, y como artista invitado en espectáculos de otros compañeros. Y no sin razón. Bastan cinco minutos de verlo bailar, y un vistazo a su carrera profesional, para concluir que El Junco ha sido y es uno de los mejores bailaores del panorama actual. Sin embargo, puede que el gaditano errase ayer en el planteamiento, pues no solo de humor vive el baile.
Que cinco minutos, o incluso uno, basten para el reconocimiento no significa que veinte sean suficientes para la exigencia. Porque esos fueron los minutos que mi Junco de mi alma bailó anoche en el Teatro Central. Once minutos de bulerías por soleá, cinco de farruca. Espera, espera, no olvides La Caña entre tanta caña… tres minutos a compartir que, con dos y medio de tangos… Eso sí, caray con los tangos.
El espectáculo anuncia su condición autobiográfica desde el inicio, con la llegada de Juan Manuel a la estación de Santa Justa con apenas dieciocho años y su llegada a la plaza del Altozano, en Triana. Viene buscando la academia de baile de Manolo Marín para ampliar conocimientos. En mitad de la plaza tres flamencos se entretienen cantiñeando y haciendo son, escena que hoy en día sería multada por cualquier policía local medianamente celoso de la normativa. Y en menos que canta un gallo, se arranca El Galli por bulerías al golpe.
Ay, esa figura espigada elevando los brazos hasta la luna de Triana, esas manos que enamoran, ese tío bien plantado que baila de frente, la elegancia y la fuerza se guardan por una vez en frasco grande, cerca de metro noventa que mide el gachó. Escucha el compás de esos pies. Mira cómo gira un cuarto y ofrece su perfil, la mano izquierda en el pecho, la derecha al aire.
A partir de ahí, su vida en los tablaos. El espejo de Antonio Gades para bailar una farruca en Galicia que amargamente lloraba, eso sí, cambiando camiseta negra y cazadora por una camisa negra, lo cual se agradece. Hasta aquí llegó El Junco en su labor de bailaor solista. Tal vez hubiera bastado con escribir en el cartel, así, con letras bien grandes el nombre de esta grandísima bailaora: Susana Casas.
Susana Casas Gumiel (Sevilla, 1976) ha sido compañera de baile de Juan Manuel, tanto en la compañía de Cristina Hoyos como más tarde en el Ballet Flamenco de Andalucía, y está, por cierto, casada con él. Sus maestros han sido los mejores imaginables: José Galván, Matilde Coral, Manolo Marín, Mario Maya. Ayer demostró por qué tiene el palmarés que tiene: Primer Premio en Cádiz por Baile Libre y Segundo Premio por Alegrías; Segundo Premio en La Unión, Premio Matilde Coral en Barcelona.
Comenzó algo distante a bailarle por martinetes a David el Galli (David Sánchez Medina, n. Barcelona, 1978) para entonarse a la fuerza a causa del fuelle que el cantaor, criado en Morón de la Frontera, imprimió a la fragua. Fuera por eso, o por el compás impresionante del cajón de su cuñado Roberto Jaén, que por seguiriyas llevó a la bailaora en volandas hasta encontrarse a gusto en su papel protagonista. En la retina queda el baile de pies que le ofreció a sus propios palillos, encerrados en un círculo de luz blanca (espléndida la iluminación ideada por Antonio Valiente, que nos sacó de la monotonía instaurada en el flamenco del negro sobre gris) con el único acompañamiento del cajón. Hasta los propios crótalos cobraron vida propia, saltando dentro del haz de luz a compás del taconeo de la sevillana.
Tras la vidalita de Pepe Marchena, vinieron los tarantos a los tacones de la sevillana y los tangos a los pies del gaditano. Y el de Santa María destapó el tarro durante otros dos minutos, salpicando compás, la mueca pícara, espolvoreando sal a las primeras filas con esas manos hipnóticas.
Y en el punto más cálido, la sonanta de Miguel Pérez le hace a Susana Casas una alfombra de trémolos inéditos antes de la llamada de la soleá. La bailaora sevillana se agarra a su bata de cola oscura de lunares blancos y baja por el doliente camino del castillo de Alcalá, a donde nos había subido el moronés Jesús Flores, hasta Triana, donde David la espera con la grande de la Andonda. Las manos como palomas, como le decía doña Matilde en la película de Carlos Saura, en la que Susana participó. Y esa cola queda enroscada, siempre delante de los pies, como un pedestal para la reina de la noche.
Ficha artística
Espectáculo: Pa-flamenco-Yo/ Ciclo: Flamenco viene del Sur de Sevilla/ Lugar y fecha: Teatro Central de Sevilla 28/3/2017
Baile: Juan José Jaén “El Junco”
Artista invitada al baile: Susana Casas
Cante: David el Galli y Jesús Flores
Guitarra: Miguel Pérez
Percusión: Roberto Jaén