La pareja de bailaores cosechó un gran éxito en Sevilla con su espectáculo “De sepia y oro”, en el ciclo Flamenco viene del Sur.
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Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla. Teatro Central 17/5/2017. Foto: ESTEBAN ABIÓN-FOTOGRAPHY
“Se pondrá el tiempo amarillo sobre mi fotografía”, decía por octosílabos el insigne poeta Miguel Hernández, en lo que es una de las más bellas imágenes de la poesía española del siglo XX. El inexorable paso del tiempo, El rayo que no cesa, queda patente no solo en el personaje, que sin remedio dejará este mundo al cabo de los años, sino en el mismo soporte gráfico del retrato, el papel, que amarillea a la larga por efecto de la luz u otros factores ambientales.
También el sonido de los cilindros de cera toma otros tintes de un siglo para otro. Es la voz de El Mochuelo la que suena en la gramola desde minutos antes de que tome asiento el primero de los espectadores. El telón sirve de apoyo a la presentación en PowerPoint. Una tras otra, de manera automática, las diapositivas hacen cola en la peluquería para echarse las mechas, ese tono sepia que nunca pasa de moda y que da categoría de antiguo al archivo en alta definición. Son estampas de los antiguos cafés cantantes, los de El Burrero, el Sin Techo, el de La Escalerilla… No, espera, que ése de ahí es Diego Montoya, y ése otro es Roberto Jaén, pero no está anunciado en el programa de mano, no, lo sustituye Miguel Catumba, que esas son fotos del Festival de Jerez, que yo estuve allí, en enero del año pasado.
La fórmula es sencilla: tomamos dos pedazos de bailaores, de Jerez él, ella de Cádiz, y un cuadro de cante de primera categoría; el mejor guitarrista de acompañamiento al baile que uno pueda imaginar, Rafael Rodríguez “Cabeza”; y compás, mucho compás atrás, de eso va sobrado Diego Montoya, un seguro de vida para cualquier actuación. Tampoco Miguel Catumba se quedó corto.
“De sepia y oro” es un espectáculo de flamenco clásico. Baile jondo, flamenco tradicional, baile gitano. Pónganle el adjetivo ustedes, que es una pena a estas alturas tener que buscar etiquetas para describir lo que el buen entendedor entiende: flamenco de verdad, el toda la vida, el de la gracia, la elegancia, la hondura. El que siempre pervive, como siempre lo harán Mozart, Goya, Picasso o Caracol. Un espectáculo que huye del rollo intelectual, del conceptismo histriónico-intimista, uff, pero eso entonces es una castaña, ya pregúntale al público cómo se lo pasó de principio a fin.
Porque Pilar Ogalla se enseñorea del escenario a las primeras de cambio, y sabe mover una bata de cola que barre las tablas con sus lunares. Levanta sus brazos chiquitos y te quema las pestañas con esos ojos que mudan de color según el palo que bailan. En la memoria queda para siempre el ala de su sombrero grana, el aleteo aguajirado de su abanico, su chaquetilla blanca goyesca siempre a compás con la de su pareja. La gaditana y el jerezano bailaron juntos una farruca que “pa mí se queda”. Y por separado, ella transmitió grandes emociones en la soleá bailable y espolvoreó sal a puñados por un “variao” de cantiñas. Lo mejor de la noche, para un servidor, los tientos seguidos de tangos que bailó en un ladrillo Andrés Peña, a las voces mayúsculas de Melchora Ortega y de Anabel Rivero. Tiene un baile sobrio y elegante, muy varonil, y a la vez picaruelo, lleno de gracia, de galatería, la misma que derrocharon ambas cantaoras en la rumba y en los tanguillos de Mariana Cornejo, respectivamente.
Y es que el cante nunca estuvo subyugado como mero instrumento al servicio del baile, sino que conservó en todo momento sus formas reconocibles y su protagonismo. A ello contribuyeron notablemente David Carpio y David Lagos, cantaores cuajados que combinan desde hace tiempo el cante de atrás con su carrera en solitario. De antología fue la ronda de cantes a palo seco entre las cuatro voces, donde los martinetes daban paso a seguiriyas, fandangos o malagueñas. Y al final de cada número, una estampa como parte de la coreografía. Estampas en color sepia, y en colores vivos, que Manuel Madueño ya se bastó para regalarnos un flamenco luminoso, lejos de la tristeza en blanco y negro del flamenco del siglo XXI.
Ficha artística
Espectáculo: "De sepia y oro"/Ciclo: Flamenco viene del Sur/ Lugar y fecha: Teatro Central de Sevilla, 16/5/2017
Baile: Andrés Peña y Pilar Ogalla
Cante: David Lagos, David Carpio, Anabel Rivera y Melchora Ortega
Guitarra: Rafael Rodríguez “Cabeza”
Palmas: Diego Montoya y Miguel Catumba
Director escénico: Faustino Núñez