La gran estrella del flamenco desborda en Barcelona con un recital esencial y antológico de los que forjan afición.
Revista La Flamenca. Xavier Grau. Barcelona 30/9/2021. Fotos: Cesc Maymo
Fue como si todo el aforo del Teatre Grec, cercano a las 2.000 almas, se hubiera tragado al escritor y académico Antonio Muñoz Molina y de él tomaran los espectadores la frase que dedicó al arte de la de Linares: “La voz flamenca de Carmen revela la fuerza de las palabras escritas y también la música que estaba dentro de ellas”.
Subrayando este texto presentó Carmen Linares en Barcelona su concierto extraordinario y sabio con los que celebra los 40 años de carrera consolidada como respetadísima y querida leyenda. Y todo eso tuvo la noche antológica, lo que decía Muñoz Molina, fuerza, poesía y música.
Abrió Linares la gala con tangos de Granada y letras de Lorca. Directa y sin concesiones, la primera parte del recital no escatimó hondura. “Andaluces de Jaén” en homenaje a Miguel Hernández fue la segunda pieza de un concierto en el que Carmen Linares lució su esencial capacidad artística. Absorbió el ambiente con una manera de cantar que conmueve: incluso la otra invitada de la noche, Sílvia Pérez Cruz, confesó no haber escatimado lágrimas entre bambalinas escuchándola.
Fue todo ese primer tercio del espectáculo, con piezas populares como “Toma ese puñal dorao” y la monumental versión de “La Leyenda del Tiempo” en homenaje a Enrique Morente, el que aplastó toda la contención de un público mayoritaria, y sorprendentemente, joven.
En este sentido lo reconoce también Carmen Linares para Revista La Flamenca horas después de la gala: “fue muy emocionante ver un público tan joven y entregado con nuestro concierto; hacía años que no veíamos tanto público joven emocionado con cada número del espectáculo”.
Toda esa emoción hizo brotar de un ángulo del anfiteatro barcelonés, construido para la Exposición Universal de 1929, el piropo estrella de la noche; “¡Bárbara!”. La jalearon así entre aplausos, y la entrega del público impregnó a la cantaora y al grupo de músicos y coros que la acompañaban.
El piano de Pablo Suárez con calidez y destellos afinadísimos de sentimiento actual, las guitarras de Salvador Gutiérrez y Eduardo Espín Pacheco y el contrabajo medidísimo de Josemi Garzón trenzaron el disfrute y lo sustancial de la velada. Desde el fondo, las trianeras Ana María González y Rosario Amador, aportando el adecuado acompañamiento de palmas y voces.
Poco antes de la segunda parte del espectáculo -antológico, entendido, elegante, sin trampa ni cartón, sin falsas alaracas- Carmen Linares volvió a la cátedra de nuevo por tonás con letras de Juan Ramón y José Ángel Valente. Lo reconoció y agradeció todo el público. Incluso los más escépticos conscientes de la dificultad para encajar tanta jondura en un espacio tan abierto como el Grec. El sonido de Álvaro Barco y Fortu Hernández, bajo las luces de Antonio Valiente, sumaron intimidad y precisión a este peculiar escenario a cielo abierto.
Entre las sorpresas de la noche, la enfervorizada aclamación del público que por dos veces se puso de pie para aplaudir a la joven bailaora Vanesa Aibar, jienense también: toda fuerza, técnica e inspiración secundada de raíz por la batería de Dani Suárez. Brilló especialmente la bailaora cantándole Carmen Linares generosa y grande por alegrías, tanguillos y cantiñas como en la “Canción de las Vendimiadores” que desató la sorpresa y la locura de todo el auditorio
Mejor lo define la propia Carmen Linares resumiendo lo vivido en este viernes de Festes de la Mercè: “con mi número de cante por tonás, a piano, con las cantiñas de Cádiz, el baile por alegrías y por supuesto con el encuentro con Silvia Pérez Cruz, sin duda uno de los mejores conciertos de la gira”.
Junto a Pérez Cruz, el espectáculo puro, de una honestidad a toneladas, se disparó a la estratosfera por la coincidencia de dos grandísimas artistas que tienen la capacidad de pocas: hacerse suya cualquier pieza y reinterpretarla mil veces de mil maneras sin perder ni una gota de personalidad. Se demostró con su dúo en “Casilda del sediento” musicada por Luis Pastor y grabada para el último disco de Linares dedicado a Miguel Hernández. Y lo repitieron ya desatadas para cerrar la velada con “Gracias a la vida” extraída en versión libre de Mercedes Sosa llevarla a los recodos del flamenco por bulerías como fin de fiesta. Maestría. Y narrado por la propia Carmen: “una gran celebración de mis cuarenta años como cantaora en solitario”.
Como resumen, vuelta al principio del jaleo entre el público y el elogio: “¡bárbara!” le gritaron. Y qué cortos se quedaron.