El ciclo "Flamenco viene del sur" echó a andar el pasado 29 de enero en el Teatro Central de Sevilla con El alma compartida de Manolo Sanlúcar. Ese es el título del libro autobiográfico que el maestro acaba de publicar en Almuzara y así tituló este concierto, estrenado el pasado 13 de septiembre en "Málaga en Flamenco". En él, Manolo mezcló palabra y música. Habló de su libro y tocó retazos de piezas musicales de su obra anterior y de su obra en ciernes, obras hoy clásicas y experimentos vanguardistas. Fue un mosaico de reflexiones más o menos trascendentes y comentarios ad hoc -demasiados-, dichos en un tono coloquial y cansado, en el que revivió pasajes de Tauromaquia (1988) y de Locura de brisa y trino (1998), y nos ofreció las primicias de la composición que dedica actualmente al pintor Baldomero Romero Ressendi. Lo hizo añorando tiempos, afortunadamente pasados, en los que el flamenco se disfrutaba en la intimidad de la reunión -"Me gustaría que estuviéramos todos en el salón de mi casa", dijo- y no tenía porqué ceñirse a horarios y programas fijados de antemano. Le acompañaron David Carmona, como segunda guitarra, Carmen Grilo, al cante, y Rafael Hermoso "Poti", al cajón.
El 5 de febrero Rafaela Carrasco presentó Del amor y otras cosas. Una obra densa, en la que no hay nada gratuito. Una obra cargada de símbolos, en la que todo -danza, música, escenografía y luces- tiene su porqué y su paraqué. Rafaela y Daniel Doña nos desvelan con precisión y eficacia cada uno de los momentos y matices por los que pasa la relación amorosa entre un hombre y una mujer, desde un primer encuentro fortuito hasta el distanciamiento y el olvido final. Nos hablan de amor y de desamor, de vínculos y dependencias, y de la monotonía del día a día. Lo hacen con su baile, en el que funden sin fisuras, con absoluta naturalidad, gestos, pasos y movimientos de diversos orígenes. Rafaela se enriquece con el contemporáneo y Daniel con el flamenco. Un baile que no renuncia a la búsqueda de la belleza. Junto a ellos, están los cantaores Manuel Gago y Antonio Campos, la percusión de Nacho Arimany, el violonchelo de José Luis López, la guitarra de Jesús Torres, el saxo y la flauta de Ramiro Obedman y el piano de Pablo Maldonado -el autor de la composición es Pablo Suárez-. Las letras son de Jesús Torres, la escenografía y el vestuario de Elisa Sanz y las luces de Gloria Montesinos. Teresa Nieto firma la dirección escénica y Rafaela Carrasco y Daniel Doña la coreografía.
El martes siguiente, 12 de febrero, Antonio el Pipa presentó en Sevilla su última obra: Puertas adentro. En ella, El Pipa intentaba desnudar y transmitir sus emociones al público, abrir de par en par las puertas de sus sentimientos, de ahí el título del espectáculo. Había estructurado el montaje en tres partes, cada una con un tema central y un color simbólico: la muerte (negro), la vida (blanco) y el amor (rojo). Mediante ellos, da forma a dos acontecimientos trascendentales en su vida: la muerte de su madre y el nacimiento de su hijo. Hay un recorrido por el abanico de estilos Spetenera, bulerías, alegrías, cabales, nana, guajira, bulería por soleá, fiesta y soleáS, pero es la bulería jerezana, su bulería, es la que inunda el escenario de imaginación. El Pipa hace el baile al que nos tiene acostumbrados, el baile que cautiva a sus muchos seguidores. Un baile rebosante de frescura y donaire que nace sobre las tablas a la llamada del compás. Le acompañaron en papeles destacados la voz inconfundible de su tía Juana, la música de José Luis Montón y David de María, el cante de Montse Cortés y dos niños cargados de futuro, Macarena Ramírez y Christian de los Reyes.
El 19 de febrero, Rocío Molina estrenó, al fin, sobre las tablas de un teatro Por el decir de la gente, el espectáculo que ella y José Luis Ortiz Nuevo habían ideado para el espacio abierto de El Torcal de Antequera. Una propuesta arriesgada y en muchos sentidos insólita, con el romance y la voz de El Negro del Puerto como hilo conductor. Una obra que tiene como fundamento musical romances, tonás, nana y pregones. En ella, Rocío no solo baila la música, sino que interpreta con todo su cuerpo las historias que se cantan y, más aún, las mismas palabras que se dicen. Lo hace recurriendo a un juego acabado de gestos y movimientos de manos, dedos, brazos y caderas y a una técnica de pies envidiable. Con ellos, desde los primeros compases, cuando aparece vestida de negro, con pantalones y camisa, recalca e ilustra cada frase y adorna ritmos y melodías. Demuestra así, una sorprendente capacidad de transmisión de formas y significados. Le acompañan las voces de David Lago, Rafael Jiménez "Falo", Jesús Méndez y Rosario Guerrero la Tremendita, la percusión de Diego Álvarez el Negro, el contrabajo de Luis Escribano, la gaita gastoreña de Salvador Bocanegra y la caracola de Cayetano Granados. Rocío pone el baile y firma la coreografía, la dirección artística y la musical.
Texto: José Luis Navarro y Rocío Navarro / Fotos: FVS