Cobre viejo (Flamenco Vivo/Nuevos Medios, 2006)
¿Cobre?. Cuando Chocolate se arranca con la debla de Tomás, el martinete de Los Pelaos y la toná de Tío Rivas de Triana, en la tabla periódica de los elementos jondos manda el metal amarillo. Oro de ley. El que tiene las proporciones del más puro y mejor conductor del calor. El que brilla en su versión del cante jerezano por seguiriyas, con el pequeño de los Pavones susurrándole al oído cada tercio de melodía. El mismo que molieron para la iluminación de viñetas de los viejos papiros trianeros que conforman el monumento gitano a la soleá. El mismo que después batieron, reduciéndolo a finísimas hojas, para el adorno de la malagueña. Oro negro. Petróleo puro el de los fandangos que, con influencias de unos y otros, en las cavilaciones de este heredero de los sones del Bizco, son la universidad de la vida. El que, en aleación con el níquel y el paladio de la galería minera más flamenca, dan lugar al oro blanco del taranto oscuro, moldeado en el taller de las cuerdas vocales de quien fuera el tercero de los Hércules de la Alameda.
¿Cobre?. Oro es, lo que oro vale. Y, si bien no es el último aliento que Chocolate dejó en estudio (el último data de los primeros meses de 2001 y supuso el único Grammy Latino que ha honrado al flamenco), es parte del testamento espiritual que Antonio Núñez nos dejó a sus huérfanos, antes de marcharse allí donde Dios inventa "pirolitas" de química pura.