David Palomar triunfa en el Festival de Jerez con su último trabajo Denominación de Origen
Web revista La Flamenca. Luis M. Pérez. /Jerez/ Sala Paúl 23/2/2015 Fotos: Javier Fergo / Festival de Jerez
Lleno hasta la corcha, como se dice. La Sala Paúl se quedó pequeña anoche para acoger como se merece a David Palomar, cantaor de Cádiz, nacido hace 37 años en la calle Trinidad del castizo barrio de la Viña. Solo había que pasearse durante la mañana de ayer por los alrededores del Teatro Villamarta, único punto de venta presencial de entradas anticipadas, para comprobar la cara de desolación de decenas de aficionados que se quedaron sin ver a su ídolo.
Porque David Palomar hace tiempo que dejó de ser la joven promesa para convertirse en un referente del cante flamenco de la Tacita. Entre el público, mayoría de aficionados nacionales, de treinta a cincuenta años. Se nota que no es la primera vez que lo escuchan. Muchos gaditanos han renunciado a su Domingo de Carnaval para estar con el cantaor.
Y a las siete y diez de la tarde, alguien se afanaba por poner de pie en el escenario un almidonado capote de toreo que se resistía. En lugar de clarines, es la sonanta la que anuncia el comienzo de la fiesta, y David se caló la montera con un recitado en el que deja claro su respeto a la tradición: “Posada del Mesón, el Callejón del Duende, de la plaza de toros algo me contaron. Qué suerte”. Un toque melancólico en contraste con lo que se avecinaba.
Porque la velada, en contra de lo usual, comenzó por fiesta, bulerías cortas de Jerez; un recuerdo al “Campanero” de Manolo Caracol, pataíta marca de la casa incluida, materia ésta en la que David se prodigó para regocijo de los presentes; Y de Jerez, de vuelta a Cádiz, de donde ya no salió en un buen rato: “Coge una silletita y siéntate enfrente” y el obligado recuerdo a su adorada Perla de Cádiz, con la “bulería de los Chavales”, y el “A la Perla yo le canto” de la añorada Mariana Cornejo, pusieron al teatro boca abajo. Llevábamos cinco minutos de actuación.
Las palmas y coros de su mujer, Anabel Rivera y de Roberto Jaén, impecables toda la tarde, abandonaron la escena dejando solos a David y a Rafael Rodríguez para cambiar el tercio (el símil taurino no es gratuito, como veremos) y darle la vuelta a nuestros corazones con unas seguiriyas de Jerez y dos de los Puertos de las que tiran pellizcos.
Y de pellizcos iba la anécdota de Chano Lobato que David se encargó de narrar con ángel y salero, imitando graciosamente los dejes y giros de su maestro, a quien dedicó su actuación. Acordándose de él, interpretó magníficamente, de un tirón, el garrotín, los cantes del Piyayo y unos tangos de Triana a compás gaditano, para continuar con la famosa rumba “Cacharrito”.
Y con la venia del Presidente, David pidió el cambio de tercio, tras ofrecer un quite por verónicas con el referido capote en el lado derecho del escenario, lance que fue jaleado con oles por el público. Había que mudarse a la ciudad de la Maestranza, con unas sevillanas flamenquísimas, bailadas primorosamente por la gaditana María Moreno y dedicadas, respectivamente, a Caracol, Lola Flores, Carmen Amaya y Camarón de la Isla. La plaza estaba ganada. A rematar la faena.
El cantaor vuelve a tomar la capa y realiza otro quite primoroso por verónicas, rematando con la media abrochada a la cadera. “Vámonos pa Cai, titi”. La guitarra de Jesús Guerrero derrama la sal de la Isla por alegrías, uno de los palos fuertes de David Palomar, que dedica la letra a Joselito el Gallo. Al baile, María Moreno, que ganó hace años un primer premio por alegrías en la Peña la Perla de Cádiz. Su escuela de baile es la de Eva la Yerbabuena. Sus ojos verdes te arrebatan el ánimo si baila cerca de ti, como aquella Pastora, la de la Mejorana.
Había que matar bien para consolidar el triunfo y el cantaor mostró sus cartas dejando claro que no iba a esconderse. Se fue a levante con unos tarantos muy bien dichos: “A la mina yo no bajo, mi Cai no tiene minas, he nacío marinero, y no cambio el oro que hay abajo por el mar y mi pesquero” y volvió a poniente con dos fandangos naturales, el primero libre, el segundo a compás.
Faltaba la soleá, que dedicó a Ramón Jarana. Brillante y honda la guitarra de José Quevedo “el Bolita”. Palomar se acordó de su particular modo de decir los cantes, al tiempo que traía soleares de El Chozas, del Mellizo, y de Paquirri el Guanté. El baile por soleá de María Moreno estuvo a la altura del resto del espectáculo y fue una de las sensaciones de la noche. Baile de fuerza y desgarro, sin concesiones. Y David, que tiene tablas en el cante de atrás, se acordó de Fernanda de Utrera y le cantó las soleares de Juaniquí de Lebrija, la de Rosario la del Colorao y el macho de Paquirri que la utrerana personalizó e hizo suyo.
Cuando ya parecía que el toro iba a doblar, nos dejó con las palmas de las manos doloridas, a base de aplaudir y de jalear a compás los tanguillos y las chuflas de Cádiz que nos tenía reservados, con aires picantones y cómicos, recuerdos de su pasado carnavalero.
Y tras una ovación que duró algo más de tres minutos de reloj, una nana de regalo: “Qué pena de mi niño, el mundo que le ha tocado vivir, no temas niño, no temas, que la luna caletera pendiente quea, pendiente quea, ea, ea.”
Ficha artística
Espectáculo: Denominación de origen / Sala Paúl / Jerez de la Frontera 22/2/2015
Cante: David Palomar
Colaboración especial al baile: María Moreno
Guitarra: José Quevedo “Bolita”, Rafael Rodríguez y Jesús Guerrero
Palmas y voces: Anabel Rivera y Roberto Jaén