El Mediterráneo ha visto nacer a dos figuras del baile flamenco, el alicantino Antonio Gades y el valenciano Javier Latorre. Sin embargo, las costas que baña este mar nuestro, con la insigne excepción de Carmen Amaya, no han sido pródigas en bailaoras. Hoy, por fin, ven crecer y madurar a la que puede llenar esta carencia. Se llama Nadia Márquez y vive el en Pilar de la Horadada.
Nadia Márquez Mora nació el 26 de abril de 1982, en el hospital de Murcia -era el que quedaba más cerca del Pilar de la Horadara, donde vivían de sus padres-. Sus primeros pasos en el baile fueron los mismos que cientos de niñas. Así nos lo contó ella: "Yo me apunté a baile cuando tenía 4 años y fue porque entonces era el «boom» de las sevillanas". La profesora era Raquel Peña y con ella se formó Nadia. De las sevillanas, pasaron a las rumbas, los tangos y las alegrías. Después aprendió un poco de clásico español y con siete años se matriculó en el Conservatorio de Danza de Alicante. Muy pronto entra a formar parte del Ballet de Alicante, que dirigía su profesor Pepe Espadero. A los 15 años termina estos estudios y se dedica con más intensidad al flamenco. Trabaja con la familia Fernández, pero sigue con Raquel Peña, su profesora de siempre. Y decide jugársela. En 1998, con solo 17 años, se presenta al concurso del Festival del Cante de las Minas de La Unión. Se llevó el Segundo Premio y, sobre todo, se dio a conocer. Es más, gracias a su presencia en La Unión, le saldrían sus primeros contratos importantes: entre otros, actuó en el Palau de la Música de Valencia y en el Instituto Cervantes de Nueva York. Con 18 años decide tomarse muy en serio su formación artística y se planta en Madrid. Va a Amor de Dios y toma clases con Cristóbal Reyes, Manolete, El Güito y, especialmente con La Tati. También ha hecho cursos con Juan Ramírez ("para coger fuerza en los pies"), con Milagros Mengíbar ("para aprender la bata de cola") y con Merche Esmeralda, porque como ella dice "Hay que estudiar con todos para saber lo que te gusta y lo que no te gusta. Que yo estudiado también con gente que he dicho "no entro más en sus clases", porque eso no iba conmigo, no era mi estilo, no me gustaba". Durante este tiempo, se asoma al escenario de Casa Patas y forma parte de la compañía de Cristóbal Reyes.
Pero la vida en Madrid se le hace muy dura y se vuelve al Pilar, con los suyos. Monta allí una academia y alterna las clases con sus actuaciones, especialmente con los PiZana, con los que ya ha estado en Méjico, Londres, Alemania y, por supuesto, en Japón. Por un momento piensa en la posibilidad de meterse en un cuerpo de baile con una artista importante. Así que cuando Sara Baras actuó en La Unión, allí se fue ella, decidida a pedirle que le diera una oportunidad. Sin embargo, al final no lo hizo. Así nos explicó ese cambio de parecer: "Yo, a lo mejor tengo un defecto, que yo estoy acostumbrada a bailar sola y que toda la atención sea para mí. Y yo cuando veo a Sara Baras, me encanta Sara Baras. Entonces ese día yo me dije: «hoy no mires a Sara Baras; hoy miras a su cuerpo de baile y piensa si tú quieres estar ahí». Porque, claro, todo el mundo cuando mira a Sara Baras, lo que quiere ser es Sara Baras".
Desde luego, Nadia tiene las ideas muy claras en todo lo concerniente al baile. "El baile", nos dice, "en cuanto a técnica, lo veo bien. La gente estudia mucho, hace muchas horas, pero a lo mejor hay que echar al lado tanta técnica y saber uno qué está haciendo, que parecemos máquinas. A mí me encantaba dar las clases con La Tati, porque te hablaba mucho. Entonces tú tenías un conocimiento de qué es lo que realmente estabas haciendo y por qué lo estabas haciendo, no simplemente venga, vamos a hacer pasos por un tubo, una fábrica de pasos. Cristóbal Reyes también lo decía mucho «Es que esto no es una fábrica de pasos. Es que los pasos hay que saber dónde emplearlos y por qué». Y eso es lo que ahora mismo le falta al baile".
Hoy, a sus 25 años, sigue disfrutando con el flamenco. Hace un baile armonioso, equilibrado, elegante y rico en todo tipo de pasos. Y lucha por hacerse un sitio en el mundo del baile. Sueña con tener su propia compañía y poder montar sus propios espectáculos, pero sabe que eso es muy difícil, porque, como ella dice cargada de realismo: "Como no tengas una buena publicidad, como no salgas en televisión, ¿cómo vas a llenar un teatro en Madrid durante tres meses si no te conoce nadie? Nadie apuesta por eso y ahí está el problema del baile".
Texto: José Luis Navarro García