Revista La Flamenca: Revista nº 19 / año 2007 Enero Febrero. José Luis Navarro García
Tiene 16 años y baila con un desparpajo propio de una bailaora de 35. Une el conocimiento de una temprana madurez y la frescura de una juventud plena. Hace un baile a la vez añejo y actual. Un baile que rinde culto a la forma granadina de entender e interpretar la danza, pero que ya empieza a tener rasgos personales. Un baile espontáneo y rico en todo tipo de pasos y movimientos. Patricia se ensimisma en los hondones del sentimiento y la pasión y baila con todo su cuerpo. Un cuerpo que respira y vibra ajustado al más exigente compás. Sabe poner el tono picarón con hombros y caderas cuando se arranca por tangos y le da seriedad al rostro y a la figura cuando se estremece por seguiriyas.
Patricia Guerrero nació el 27 de febrero de 1990 en el Albayzín granadino y con solo tres años su madre la puso a dar sus primeros pasitos en la academia que dirigía. Creció a los sones de palmas y rasgueos de guitarra, jugando a bailar y echando de menos a las amigas de su edad. Así nos lo contó ella: "Yo bailo desde que tengo uso de conciencia, porque mi madre me ponía de chiquitita. Yo, desde siempre, recuerdo eso: el haber estado siempre bailando". Y aquello terminó gustándole. Su madre vio que tenía condiciones y entonces la llevó con La Presy, que le daba clase a niñas más mayores. Con ella, estuvo tres años, de 1997 a 2000. Ella le montó su primer baile -unas alegrías-, con el que hizo su primera actuación en público "con guitarra y cantaor", como ella dice. Fue en la Peña La Platería y tenía ocho años. Después, con diez, compartió cartel con Juana Amaya en el Festival Flamenco del Albayzín. Y siguió estudiando. Tomó clases de clásico español con Maite Galán y de flamenco con cuantos se acercaban a Granada a impartir cursos -Manolete, Stella Arauzo o Mercedes Ruiz-, pero no se conformó con eso y viajó a Sevilla y a Jerez para aprender de Eva Yerbabuena y Mercedes Ruiz. Y, por supuesto, ha estudiado con Mario Maya, que la fichó para su espectáculo Diálogo del Amargo, y muy recientemente con Manuel Liñán en el Carmen de las Cuevas.
En 2005, como suele ser casi obligado hoy, prueba suerte en un concurso. Fue en Ubrique y ella lo recuerda así: "Fue una experiencia increíble. Llegué a una peñita muy chica, bailé, y a los meses me llamaron para la final. Yo no sabía con quién iba a estar. Hicimos cada una nuestros bailes allí, en un sitio muy bonito. Vino mucha familia mía a verme. Fue una cosa muy graciosa. Bailé unos tangos y unas alegrías con la bata de cola". Y se llevó el primer premio. Desde entonces, baila a diario en el Tablao Albayzín, en donde sorprende a todos con un repertorio amplio y variado: alegrías, seguiriyas, tangos, soleá y fandangos albaycineros. Allí, cada noche, vive intensamente el baile, porque, como nos dijo, "Lo importante, cuando me subo a un escenario, es disfrutar del momento". Una actividad que compagina con actuaciones en peñas, festivales y muestras de mayor calado, como los Trasnoches del Festival de Música y Danza de Granada, el festival de música étnica Parapanda Folk, celebrado en Íllora, y la Muestra + Jóvenes + Flamenco, con que dio comienzo la XIV Bienal de Arte Flamenco de Sevilla. Allí fue precisamente donde la vimos actuar y donde nos sorprendió y nos cautivó con su baile. Vivimos, como dijo la prensa sevillana (J. Vergillos, Diario de Sevilla, 30 de junio) "la ilusión del nacimiento de una gran bailaora".
Patricia es además una muchachita que tiene las ideas muy claras sobre todo lo relacionado con el baile. Sabe, como ella dice, que "para seguir adelante, hay que mirar atrás"; que al baile se pueden incorporar cosas nuevas, pero que, para ello, hay que sentirlas. Unas reflexiones que ella remata de una forma tan lúcida, como tajante: "Del contemporáneo se pueden meter pasos, porque realmente ellos lo sienten así y yo si tengo que meter uno porque lo sienta, lo meto. Lo que me vengo a referir es que ni lo veo mal, ni lo veo bien, es que es como una persona lo sienta".
Sobre su futuro inmediato también lo tiene todo muy claro. "A mí me gustaría dedicarme a esto", nos dice, "pero, si lo puedo compaginar, quiero terminar el bachiller y luego hacer una carrera. A mí me va la química, pero quiero hacer algo fácil, por lo menos para tener algo y un poco de cultura".
Patricia Guerrero ha sido una niña prodigio y hoy es una jovencísima bailaora llamada a convertirse a muy corto plazo en una auténtica figura del baile flamenco.