Noche de ensueño en el baluarte de la Candelaria, en el primero de los Jueves Flamencos de Cádiz.
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. 22/07/2016 Foto: Inma Rodríguez
Noche para el recuerdo. Como tantas no, como pocas. Cuántas veces se tiene que acercar el niño al quiosco, cuántos sobres de cromos o estampas deberá rasgar con ilusión inocente para al fin conseguir un último fichaje, cuántas. Anoche nos tocó en Cádiz el rasca y gana, porque había ganas, muchas, y mucho, mucho donde rascar.
Nos lo decía uno de los triunfadores de la noche, José Canela, a la salida del espectáculo. “Cuando vienes a Cádiz a cantar, no te puedes volver a casa con algo en los bolsillos, tienes que darlo todo. Porque aquí el público sabe, y no van a dejar que te vayas de rositas sin entregarte; eso o estás perdido para siempre. Hoy ha sido una noche muy especial que no voy a olvidar nunca, mi padre ha estado todo el tiempo muy presente.”
Su padre, Canela de San Roque, fue una figura reverenciada por los buenos aficionados, y en Cádiz se venera su memoria con adoración. A él le dedicó José toda su actuación, y la figura de Alejandro Segovia pareció mecerse en el levante de la noche, protegiendo a su vástago en todo momento. Elegante y serio, la chaqueta blanca y la mano abierta sobre el pecho, José fue desgranando los cantes de la tierra con su voz limpia y poderosa. Tiene José Canela un sello reconocible, lo que ya es una rareza en estos tiempos, y unas facultades sobresalientes que ha aprendido con la edad a manejarlas a su antojo. Alegrías con buen gusto, soleares soberbias, maireneras, a la manera de su padre. Fandangos personalísimos y de Joaquín el Limpia, ejecutados con una afinación casi insultante.
Ni que decir tiene que la guitarra de Antonio Higuero dobla siempre la apuesta a cualquiera al que acompañe, estuvo grande Antonio, más flamenco que nunca. Y ese dúo de palmeros, los Tates del compás, Tate Núñez y Tate Montoya, que llevan una fábrica de relojes en la barriga. Quería José Canela marcharse de Cádiz por bulerías. De eso nada, esto es Cádiz, picha, seguiriyas del sentimiento, o no te vas. Qué arte hay en ese cachito tierra.
Y es que el público tuvo buena dosis de culpa en ese duende que nos estuvo rondando toda la velada. Empezó algo inquieto entre tanto ir y venir de camareras y medias botellas de manzanilla. Antonio Puerto tuvo la dura tarea de abrir plaza y se armó de tablas y veteranía para templar a la fiera, con desigual resultado. Estuvo voluntarioso más que efectivo, y la falta de continuidad sobre los escenarios quizá se notó un poco. Nos gustaron las alegrías, de su cosecha:
Y el puente de la Pepa,
ay, qué bonito,
desde el Puerto hasta Cai
un paseíto.
Vino después, antes de la actuación de José Canela, la bailaora gaditana Lidia Cabello y paró las mareas durante un instante por farrucas. Acompañada por un cuadro de primera división, sin fisuras y con mucho compás, levantó al respetable de sus redondas mesas cuajadas de viandas para ovacionar su fin de fiesta por bulerías. Es bailaora de cuerpo entero, de mirada clavada, mueca graciosa y burlona, manos como palomas. Sacó Lidia a bailar a una niña de unos diez años, que hizo crujir los cimientos del baluarte. Su arte y su desparpajo derritieron a todos los presentes.
Cuando bien entrada la madrugada, el relente marino caído se cernía sobre nuestras cabezas, nada hacía presagiar que no todo el pescado estaba vendido en la plaza. El solo anunciar los nombres de Antonio Reyes y Diego del Morao convirtió de nuevo el baluarte de la Candelaria en un hervidero de emociones. Y es que Antonio no falta jamás a su cita con los Jueves Flamencos, aquí se siente como en su casa de Chiclana, rodeado de su mujer, la bailaora Patricia Valdés, que se marcó unas bulerías descalzas muy del gusto local.
Diego del Morao ha tomado una línea ascendente que no parece tener fin. Se armó con la guitarra de su padre, el inolvidable Moraíto y le dio sentido en todo momento, en fondo y forma, a cada una de las nueve letras del verbo acompañar. No es Antonio persona que se deje intimidar cuando está rodeado de grandes como él. Antes al contrario, su pequeña silueta emerge como un gigante y se reivindica como la gran figura del cante que es.
Anoche volvió a ejercer de funambulista, entrando y saliendo del compás como quiso, arriesgando en melismas y quejíos hasta hacernos temblar para recoger las velas siempre a tiempo. Envolvió con su voz melosa los fandangos de Macandé, los tangos extremeños de la Marelu y sus bulerías lentas adobadas con zambras caracoleras. Y nos hizo llorar a todos por seguiriyas, trayendo a Curro Dulce de la mano de Manuel Ortega Juárez, lo que le aseguró la puerta grande. Eso sí, con algunas letras nuevas, señores, lo cual es noticia.
Ficha artística
Ciclo: Jueves Flamencos 2016, Baluarte de la Candelaria, Cádiz 21/7/2016
Cante: Antonio Puerto, José Canela y Antonio Reyes.
Baile: Lidia Cabello y su grupo.
Guitarras: Pascual de Lorca, Antonio Higuero y Diego del Morao.