Llegaba el turno de dos herederos de sagas flamencas por excelencia. Los Piñana y los Valderrama.
El primero de ellos, Carlos Piñana llegaba con ganas de afirmar su Bordón merecido y el por qué de su herencia. Afinaba por alegrías con partes hondas y otras suaves y finas. Interpreta una taranta delicada de su tierra y se mete al público en el bolsillo y toca con personalidad una soleá matizada y ancestral evocando a sus antepasados en la Catedral del Cante. Se demuestra su sangre y su raza con este toque. Hace honor a su tierra con una minera oscura y profunda que sólo comprenden los amigos del cante de levante, Carlos está en su casa y se reparte justicia. Con un gran repertorio el cartagenero se inspira con una farruca dinámica permitiéndose unos matices árabes como detalle y se despide con "ida y vuelta" de guajira y milonga con mucha destreza y soltura acompañándole a la percusión un inmejorable Orengo. Sin duda parecía que no estaba sólo y recordaba en su memoria a su abuelo Antonio y le dedicaba su noche. Carlos se despedía elogiando a la Catedral del Cante diciendo "estamos ante el mejor escaparate del mundo del flamenco".
Noche para la memoria de un guitarrista de nombre, y llegaba el turno de un cantaor que también rendía hoy homenaje a la familia. Juan Valderrama presentaba "Don Juan" un espectáculo pensado y estrenado para el público de La Unión.
Comenzaba con un recuerdo de su padre en una proyección audiovisual reproduciendo las palabras de éste en una de sus visitas a La Unión, era el saludo de su antecesor hoy por desgracia desaparecido.
Juan Valderrama llegaba al escenario de la Catedral del Cante sabiendo lo que tenía que hacer y lo hizo. Recordar a su padre, sus gustos y su flamenco y como no, agradecer a La Unión el contar con él para esta noche mágica de recuerdos y nostalgia para los asistentes. Se entonaba tímido a capella y rompía con una minera de voz fina herencia de su padre con medida y control de tercios, remataba con el estilo de uno de "los más grandes" así lo explicaba él mismo, Don Antonio Chacón. El público le aplaude entre tercio y tercio y Valderrama se va soltando, recuerda en su soleá a Mercé la Serneta y a Cádiz y trae un aire de Tomás Pavón en el último tercio. Explica entre cante y cante los estilos que va a interpretar haciendo intuir que es un estudiado de este arte y que su padre lo dejó con la lección más que aprendida. Llega una guajira, cante más adecuado para sus características vocales y melódicas y se mete en camisas de once varas cantando por seguiriya, cantes recios que aunque no son para él los pelea y los afina llenándolos de quebranto. Destaca el toque de Rubén Levaniegos, premiado con el Bordón Minero en años anteriores.
Juan Valderrama ha sabido crear un recital adecuado para el lugar donde está aunque sus condiciones de artista no lo eleven al máximo esplendor. Respeta el cante y al público siempre, y se agradece siempre con tremendos aplausos y jaleos espontáneos del respetable. Introduce una farruca por milongas del maestro Pepe Marchena y cuida sus letras con esmero. Ha venido a rememorar las memorias de los antiguos y sabe hacerlo bien porque él mismo los admira y eso se nota. Se va despidiendo después de casi dos horas con unas alegrías de fantasía y remata el cante por mirabrás, Juan ya está agusto y ha sentido durante toda la noche el calor de los presentes. Interpreta un cuplé por bulerías marca de su casa e introduce la sorpresa que nos tenía preparada con estas palabras: "Soy digno de un apellido que me supera". Pues ya está todo dicho, maestro Valderrama. Un romance que empieza a cantar él y que alterna con la voz de su padre, una pieza inédita que el maestro dejó grabada para una ocasión como esta, se ilumina una silla vacía con un sombrero cordobés de su padre cuando suena la voz del antecesor y pone los pelos de punta a más de uno. Está aquí y nosotros sin saberlo, se siente su presencia por los rincones de la Catedral.
El cantaor madrileño se despide agradecido a un público entregado y sale para premiar al público con un par de fandangos: "La Unión yo te quiero, mi sangre entera te llama, tu le diste vida y fama, pueblecito minero, casa de los Valderrama". Esto parece que no acaba nunca, sin duda cumple con su compromiso con el cante flamenco y con este Festival. Esto no ha terminado, regresa para el colofón final cantando el emigrante, herencia de su padre y todo un himno de los años de ausencia de muchos españoles fuera de su tierra.
Ahora sí, concluye la noche de las dos sagas a cual mas respetable y salimos a respirar el aire que apenas nos queda. Gracias por el ayer y por el hoy.
Ficha artística Carlos Piñana.
Guitarra solista: Carlos Piñana. Percusión: Miguel Angel Orengo. Bajo: José Ramón Velasco. Cajón: Fernando Velasco.
Ficha artística Juan Valderrama.
Voz: Juan Valderrama. Guitarra: Rubén Levaniegos. Cajón: Manuel Luque.
Coros y palmas: Alvaro Palacín y Adolfo Vega.