Israel Galván se inspira en el baile de los Seises para retratar a Sevilla.
Revista La Flamenca. Jaime Trancoso. 9/3/2023
En el Día Internacional de la Mujer nos gustaría destacar la igualdad de género, uno de los objetivos de desarrollo sostenible de la UNESCO, de la propuesta de la bailaora Lucía Campillo, que se presentó en la Sala Compañía con 3 mujeres muy destacadas (ella misma al baile, Antonia Jiménez a la guitarra y Eva La Lebri al cante) y 2 hombres (Jesús Corbacho al cante y Manuel Masaedo a la percusión), igualdad que también estaba presente en la parcela técnica (Olga García y Kike Cabañas, a las mesas de luces y sonido respectivamente).
La pieza, con la visión externa de Jesús Carmona, cuenta con un sugerente componente dramático más que sugestivo de la mano de María Jáimez, en la dirección escénica y dramaturgia. El comienzo del espectáculo recreaba estar calentando para una actuación, también interesante cómo recogían el sonido en directo del movimiento del agua simulando el parto de la bailaora o cómo se convertía en una estatua, transportada por Jesús y Manuel.
Una pieza de lo más variada que incluso incluía una versión tecno de la mazurca número 9 en Sol mayor del op. 37 “Doce Piezas Españolas” de Enrique Granados. Nos convenció con el mantón y también por cómo cambiaba el vestuario por momentos con mucha creatividad, así como el solo de los dos cantaores. En cuanto al programa, taranto, soleá, peteneras a cappella bajando del escenario y alegrías con una espectacular bata roja y castañuelas, más números a caballo entre la danza española y de flamenco. Quizás, si hubiera más propuestas con estos criterios de igualdad de género, no tendríamos que estar celebrando hoy el Día Internacional de la Mujer.
Si en el coso sevillano de la Real Maestranza de Sevilla, donde ya bailó Israel Galván para abrir La Bienal de 2018, había “Curristas” o detractores de Curro Romero, en el flamenco hay también Galvanistas o contrarios a Israel Galván. De la misma manera, Israel Galván, todo un clásico ya en la vanguardia flamenca, te gusta o no te gusta. Lo que está claro es que no deja a nadie indiferente y que la escena discurría en Sevilla, ¡qué alegría ver los farolillos antes de abril!
Israel es capaz incluso de convertir su mayor defecto, el tartamudeo, en una virtud en aras de expresarse y comunicarse, cuando recita con comicidad las sevillanas “Que también es de Sevilla” de Manuel Pareja-Obregón. Pareciera que no estuviera interesado en bailar cuando trae su bicicleta estática, mientras que Daria van den Bercken se raspa el fandango de Scarlatti enterito al clave.
La música, sin cantaores ni guitarristas, estaba basada en las sonatas del compositor barroco Domenico Scarlatti, que precisamente estuvo afincado en Sevilla con la princesa Bárbara de Braganza que iba a casarse con el heredero al trono de España, el futuro Fernando VI. La musicalidad de su sonata kk 87 en si menor contrasta con el baile de Israel sobre un mar, no de castañuelas, sino de palillos, como se llaman en Sevilla (que también se las puso en el tobillo, como si fuera el bailaor de kathak Akram Khan). A pesar de que Helena Astolfi le tiraba todo tipo de dardos (también en el escenario había una tarima con dardos) le iba diciendo reiteradamente “tú no sabes tocar los palillos” o “tú no sabes bailar sevillanas”, Israel Galván siempre hace lo que quiere con la libertad que le caracteriza.
El ambiente se vuelve más religioso cuando entra en escena del bailaor Ramón Martínez, que fue el primer ovacionado por su solo de castañuelas, como si nos adentráramos en la mismísima Catedral de Sevilla. Israel se pone el sombrero con la pluma y nos trasladamos directamente al baile de los Seises, reflexionando sobre cómo los niños piensan en sus cosas mientras bailan con la sonata número 33 en si menor de Domenico de fondo. Hay muchos bailaores que intentan ser cómicos, pero no se engañen, Israel Galván es solo uno: único e irrepetible.
Aunque Israel no fuera para futbolista, como a él le hubiera gustado, se pone sus botas verdes del Betis, que también es de Sevilla, para jugar y dar algún que otro taconazo a las castañuelas. En este legado de influencias también bailó portando las botas de su única inspiración, las botas de Vicente Escudero. Además de la música de Pareja-Obregón, también escuchamos en un par de ocasiones las sevillanas del siglo XVIII de Lorca, “¡Viva Sevilla!”. La primera hora de espectáculo discurre sin darnos cuenta entre tanta creatividad, pero quizás el final con el recitado de los martirios durante quince minutos o la incorporación del coro de voces blancas se hizo un poco reiterativo. Los pétalos de flores de la Semana Santa o las naranjas también forman parte de su imaginario sevillano. Y es que, ¡Israel también es sevillano!