Preferimos los espectáculo terminados y pulidos que los “work in progress”.
Revista La Flamenca. Jaime Trancoso. 11/3/2023
El work in progress “Los bailes robados” nos regaló unos preciosos movimientos de los cuatro bailaores que, en forma cíclica, aparecían en escena reunidos en corro mientras tararean El vito con un saxofonista multi-instrumentista improvisando el tema, al que se unió a posteriori David Lagos. Si no fuera por el cante del maestro jerezano y por los zapatos de flamenco, podríamos decir que la pieza discurre más cerca de la danza contemporánea que del baile flamenco.
Quizás lo más atractivo era el elenco. Al baile de David Coria se sumaba el de Florencia Oz, Rafael Ramírez (que presentó el día anterior su más que interesante propuesta), Marta Gálvez, con David Lagos al cante. Precisamente, la pieza discurre por un camino paralelo a “Distopía” de Patricia Guerrero, a la que vimos el día anterior en Jerez, en lo relativo a lo enérgico de un baile muy físico y exigente, es más, esta propuesta hace referencia específicamente al baile de San Vito, aunque más íntima por su formato reducido. Habrá que esperar cómo resulta cuando esté finalizada para su estreno en el Festival Internacional de Danza de Itálica este verano. Precisamente, quizás dentro de este perfil de festival de danza contemporánea encaje mejor que en Jerez.
Es cierto que el espectáculo tiene una atmósfera tribal, por ejemplo, con cantes de trilla, aunque no hay tanto dejado a la improvisación. Lo más interesante quizás podría ser estos nuevos modelos de producir un espectáculo. Debido a las cantidades irrisorias de las subvenciones para producción de la Consejería de Cultura en general y del Instituto Andaluz del Flamenco en particular, que vienen desmoronándose y languideciendo poco a poco, el vender entregas o producciones por fascículos, llamémosle work in progress si suena más sofisticado, es una manera muy creativa de poder montar espectáculos para una compañía, aunque quizás va en detrimento del festival si no es un festival específico de “work in progress”, sino de propuestas acabadas y al ser posible pulidas. Esta se trataba ya de la tercera entrega inacabada.
No obstante, para una persona del público que esté mal informada que venga a ver flamenco, pague 25 euros para ver tan solo 45 minutos de espectáculo inacabado y que encima se encuentre con una pieza de contemporáneo en lugar de flamenco, no es precisamente un espectáculo de los que cree afición. Programar obras en proceso podría resultar un tanto contraproducente y quizás hay otros marcos mejores para hacerlo que este prestigioso festival, a pesar de los premios y largo recorrido que el grandísimo bailaor sevillano haya cosechado en tierras jerezanas.
Por el contrario, el espectáculo O../O../.O/O./O. (soleá) es una pieza muy pulida, perfeccionada, mimada y además muy original. Antes de comenzar la misma ya podíamos intuirlo con un inicio de lo más innovador (aunque con la luz de sala es normal que el respetable no guardara silencio): con el telón subido nos esperan los músicos calentando, la cantaora con el móvil, en el centro del escenario se aprecia un círculo muy marcado en el suelo con un láser especialmente potente, sin calles ni telón de fondo, en un escenario especialmente limpio, simplemente con una hilera de focos de panoramas de contra en suelo que se usan como efecto cegador. En esta misma línea, tras el primer número, también bajaba una vara con luces de contra con la misma función cegadora que incomodó al público.
Mientras María Moreno investigaba sobre el compás flamenco de amalgama de la soleá y sobre su estructura, Raúl Cantizano nos lo resaltaba incluso con megáfono, el 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10. Y vuelta a empezar. Un tanto más tradicional con un mantón blanco de corte nipón y la guitarra de Eduardo Trassierra, sin percusión, arrancando el aplauso del público. Sin embargo, en una pausa aparecía una luz verde, siempre misteriosa. Con una luz de contra nos cantaba Ángeles Toledano con su voz celestial y escuchábamos como protagonista sonora la zanfoña de Raúl Cantizano. Precisamente la joven cantaora Ángeles Toledano fue quizás la más ovacionada, que nos cantó por soleá, bulería por soleá, farruca y bambera de la Niña de los Peines.
El ritmo del espectáculo fue de lo más ameno. Partía de la estructura de la soleá (introducción de la guitarra, ayeo, cante, falseta, cante valiente, escobilla y soleá por bulería) y había cortes. Por un lado, la guitarra y el cante le daban cordura y continuidad al proceso de investigación. Por otro, la iluminación, la zanfoña y la percusión de Manu Masaedo, que ha disfrutado de varias fechas en este certamen, eran las encargadas de crear las pausas, los recesos y espacios para la reflexión. Respecto a la duración, una hora de reloj: lo bueno, si es breve, dos veces bueno. Debería crearse el Premio a la Iluminación, quizás esta propuesta de Antonio Valiente ganaría o al menos sería una seria candidata.