Los dos creadores, que preparan Scheherazade para estrenar en julio en el Liceu de Barcelona, denuncian que los gobiernos de la Democracia no han dedicado “ni tiempo ni esfuerzo” a la industria cultural.
Revista La Flamenca. Xavier Grau. 27/4/2020
“Artísticamente, ni el actor, ni el bailarín... no existen en la cosmovisión colectiva que tenemos en España; pensamos que están ‘jugando’, la profesión no existe, sólo se les concibe en la interpretación”. De ahí que la cultura como industria no se contemple. La afirmación puede resumir y cerrar esta entrevista a dos creadores confinados en esta hora crítica. Comparte la idea vía telefónica El Arbi El Harti, actual director del Centro Coreográfico María Pagés de Fuenlabrada y el hombre que moldea la dramaturgia de los grandes espectáculos de la bailaora y coreógrafa sevillana.
María Pagés –“Ni el aire ni la tierra son igual después de que María Pagés haya bailado”, Nobel Saramago dixit- y El Arbi El Harti -ex catedrático de la Universidad Mohamed V de Rabat, ex director de Cultura del Instituto Cervantes de Casablanca - comparten cotidianeidad en este encierro forzado. “No me quejo, mi marido y yo lo llevamos bien”, cuenta ella.
El estado de alarma por el coronavirus nos obliga a tirar de correo electrónico para entrevistar a ambos en este recorrido de urgencia para la Revista La Flamenca analizando cómo el colectivo Flamenco surfea el maremoto del covid-19.
Esta pareja de sólidos y comprometidos creadores -ella aborda retos solidarios con personas y colectivos vulnerables a través de la Asociación Arte y Dignidad en Acción- y él -impulsor el Centro para la Acción Intercultural Universitaria Ciudadana- han convertido su casa en un estudio, centro de trabajo compartido y espacio de cuidados en esta emergencia.
María: “Yo he ocupado el salón para hacer ejercicios, ensayar, escuchar música, montar cosas y pensar”.
El Arbi: “Yo he asaltado el salón donde he montado un despacho”
Por la tarde se amplía la acción al pasillo del piso, se convierte en pista para correr y hacer algo de deporte media hora cada día. “La verdad, yo lo hago para animar a El Arbi”, confiesa María.
Por la mañana, ella se ocupa del desayuno y por la noche el atiende la cena. La rutina marca limpieza general cada dos días, lavadoras y demás... En los ratitos de ocio, algo de lectura y un poco de música.
“NOS PREOCUPA MUCHO QUE LA TECNOLOGÍA Y EL DINERO SECUESTREN NUESTRO MODELO DE VIDA”
Desconfiando del teletrabajo, no hay más remedio que sucumbir a él: “somos una sociedad porque interactúanos los unos con los otros y la interdependencia es sana cuando se basa en fundamentados democráticos y de respeto”. “Nos preocupa mucho que la tecnología y el dinero secuestren nuestra naturaleza y el modelo de vida que hemos tenido hasta ahora”, advierten.
En estos momentos, vía telemática sin remedio, avanzan con sus músicos en la composición de las músicas de su próximo espectáculo que debe presentarse el próximo julio en el Liceu de Barcelona si el estado de la pandemia lo permite. Esta nueva obra, Scheherazade, comparte tributo al mito de lo femenino como su anterior “Yo, Carmen”.
María aprovecha este tiempo de pausa para seguir compartiendo inquietudes con otras compañeras de profesión “pensando juntas en el futuro de la danza y analizando cómo podemos ser útiles para aliviar los efectos de la calamidad que se nos viene encima”. De entre todas estas conversaciones ha cristalizado la fundación de la Unión Flamenca, nueva organización de artistas recién presentada ente fin de semana para dignificar el oficio.
La actividad de la Compañía María Pagés ha caído hasta un cuarenta por ciento por cancelaciones y anulaciones. Hay cosas que ya no podrán recuperar. Para medio salvar el año, confían en reiniciar las giras a partir de junio. Ni ese lejano Japón que María ha visitado ya 38 veces desde sus inicios con 15 años es ahora horizonte profesional cercano. El Bunkamura tendrá que esperar. Nada se sabe. Todo es incierto, cuentan. Pero no hay relax. No hay descanso.
“NOS SENTIMOS RESPONSABLES DE NUESTRAS BAILAORAS, BAILAORES, MÚSICOS, CANTAORAS, TÉCNICOS...”
María se sincera: “nuestra conciencia de peligro no nos deja relajarnos, aunque lo queramos. Estamos preocupados. Nos sentimos responsables de nuestra gente: nuestras bailaoras, bailaores, músicos, cantaoras, técnicos… Como sabes, la precariedad y la intermitencia de nuestro trabajo hace que si no bailas, no cobras, si no tocas, no cobras, si no montas, no cobras”.
Muchos interrogantes nublan el cielo de los próximos meses. Se auto inquiere: ¿Cuánto va a durar esta situación? ¿Con qué realidad nos vamos a encontrar después del confinamiento? Mientras tanto, ¿qué será de nuestra gente y de nosotros como empresa cultural? ¿Qué lugar deparará la recesión a la cultura? “Tenemos que trabajar desde ya si queremos ganarle el pulso a los efectos nocivos que nos va a dejar la pandemia”, clama.
Desde su constante reivindicación del sentido ético de la cultura, la pareja tiene muy claro cuál esa fuerza en este momento de debacle mundial: “Hemos creado espectáculos fundados en principios éticos y los hemos reivindicado por convicción”. Para ambos, “la cultura trasciende el entretenimiento desde el entretenimiento” y “es el mejor mecanismo que tienen las sociedades humanas para ser más humanas, más empáticas y comprometidas con la vida y con las personas”.
“CON UNA ODA AL TIEMPO QUERÍAMOS COMPARTIR CON EL PÚBLICO NUESTRA INQUIETUD POR EL ADVENIMIENTO DE LOS DISCURSOS POPULISTAS”
La alianza personal y artística de estos dos creadores desbordantes nace de su “voluntad de participar en la continua forja de la sensibilidad y del carácter de las personas”. Su estado de alerta es permanente ante tantas emergencias sociales, económicas y vitales: “Pensamos y actuamos así porque sabemos que la cultura puede construir y fomentar los mejores valores de nuestra humanidad y también avivar nuestra animalidad, nuestro egoísmo antropófago”. Sin bajar la guardia, advierten: “No tengamos la memoria corta: hace muy poco en nombre de la cultura se cometió la mayor barbarie nazi de la historia.
La última obra de la Compañía, Una oda al tiempo, viene reivindicando el compromiso con la vida y con la cultura. Habla de contemporaneidad, de memoria, de diálogo. ¿Anticipaban antes que nadie que el ritmo de los tiempos nos llevaba al abismo? “Es una obra sobre la democracia cansada. En ella hablamos de nuestra contemporaneidad y de sus verdades e incertidumbres liquidas. Queríamos compartir con el público desde la perspectiva de la coreografía flamenca nuestra inquietud ante el advenimiento de los discursos populistas y la tentación de repliegue y confinamiento de las sociedades sobre sí mismas. Es nuestra manera de llamar la atención sobre los peligros que acechan nuestro modo de vida”.
“EL RUIDO DE LA PANDEMIA ES IDÓNEO PARA REPENSAR Y ACTUALIZAR LOS PACTOS DEL INDIVIDUO Y LA COMUNIDAD”
No escapa de su trabajo un aire de lectura profética si atendemos las reflexiones que llevan al escenario con el baile. María y El Arbi apuestan crudo por la reflexión. Desmenuzan la tensión del siglo. Su convicción es clara: “Este momento de silencios generados por el ruido de la pandemia es idóneo para repensar y actualizar los pactos entre individuo y la comunidad”.
Como responsables de un delicado organismo de creación cultural como es una compañía de danza, con más de una veintena de personas comprometidas en su trabajo, no pueden eludir inquietudes. Es difícil consolidar la visión del sector cultural como industria a proteger. Piden que el Gobierno vele por los derechos de los trabajadores de la cultura teniendo en cuenta su especificidad. Reclaman, al mismo tiempo, “ser honestos y consecuentes”. Son claros en su ambición: “Lo que ocurre al sector de la cultura ahora va más allá del poder que maneja el gobierno porque es una cuestión de Estado y es responsabilidad de todos; su solución duradera depende de que todas las partes implicadas trabajen en una hoja de ruta común, cohesionada y equitativa”.
“HAY QUE ACABAR CON LA IDEA ARRAIGADA Y FALSA DE QUE LOS ARTISTAS NO TRABAJAN”
Y a preguntas claras tras las polémicas declaraciones ministeriales de Rodríguez Uribes, suministran respuestas concretas:
¿Qué le exigen al Ministerio para la supervivencia del arte en España?
Un Pacto de Estado para la Cultura y capacidad de anticipación para aliviar el desastre que se avecina.
¿Por qué no hay una revuelta general contra el desprecio político a la creación?
El desprecio proviene de viejos prejuicios sociales.
¿Por qué?
Los gobiernos de la Democracia no le han dedicado ni tiempo ni esfuerzo.
¿Y por qué?
Quizá porque ellos también están en el prejuicio. Hay que acabar con la idea arraigada y falsa de que los artistas no trabajan y asumir que la cultura es un bien de primera necesidad.
¿Qué le diría ahora mismo al ministro si le tuviera delante?
Ministro, ¡por favor!, lidere el movimiento necesario para sacar adelante el Pacto de Estado.
¿Y al presidente del Gobierno?
Sabemos que es complejo y difícil unir voluntades diferentes y a veces antagónicas en torno a una idea, pero alguien lo tiene que hacer. Y este es el momento.
A pesar de todo el vendaval de energía negativa que recorre el país, María Pagés y El Arbi El Harti muestran resolución. No pierden optimismo. Repican con la intensa fuerza de su taconeo y de su pensamiento. En su confidencia, redondean su ímpetu con confianza y responsabilidad compartida rogando “a nuestros políticos que asuman que estamos ante un reto muy grave que solo puede ser solucionado estando todos a la una”.
En este momento que El Arbi denuncia como “secuestro de las artes escénicas por el prejuicio, cuando el sector necesita más consciencia para acabar con lacras como la economía en negro y la sociedad debe entender que una persona que baila brilla por todo un entramado profesional que tiene detrás”, nos citan a no perder la esperanza.
Y en este instante en el alambre, ¿cuál es la principal aportación del arte flamenco? “Mantener viva nuestra humanidad porque cuando la mente enferma, el cuerpo no se salva”, dictan al unísono.