Si hay un evento importante en la tierra andaluza más levantina, es sin duda su Festival de Agosto. Tres días con las más señeras figuras del panorama actual que este año, además de contar 39 ediciones, se trasladaba al Colegio de La Salle por estar la Plaza Vieja en plenas obras para sabe Dios qué...
Algún periodista local hablaba de las Luces y Sombras del Festival, y me parece bien, porque hay que tener espíritu crítico y porque los títulos siempre deben ser sensacionalistas, pero a estas alturas de nuestra historia, que Rafael Campallo decida no actuar por no encontrarse un escenario adecuado para su espectáculo, es mucha más LUZ que sombra. La dignificación del arte flamenco pasa por ahí, por el irse sin cobrar y que, en el hambre de cada uno mande cada uno...
Y no es ésta una forma de ir contra nadie, porque las cosas salen como salen y es evidente que de haber sabido que algo así podía pasar, se hubieran puesto los medios necesarios. Nadie quiere que las cosas salgan mal, y de hecho, es la primera vez que sucede. Algo más grave sería no aprender que artistas como Niña Pastori técnicamente no pueden compartir escenario con un cuadro de baile como el de Campallo.
Por lo demás, muy bien. Niña Pastori gustó muchísimo. Aunque su repertorio se limitara más o menos a su actual disco en promoción y el flamenco se circunscribiera a un fin de fiesta sin aire y falto de fuerza, hubo momentos de exquisita sensibilidad. El segundo día, sin duda fue el más redondo. Abrió una María José Pérez exultante acompañada del mejor Antonio Carrión y rompiéndose en las cantiñas. La Macanita, acompañada por Juan Diego y sus palmeros de siempre (Chicharito y Gregorio) hizo una actuación muy digna, muy en su línea, al igual que Rocío Segura con José Luis Postigo; y cerró el Cabrero. El mejor Cabrero, porque su entrega fue extraordinaria y los asistentes así lo entendieron y así lo disfrutaron. A este gran aficionado al flamenco históricamente no se le ha dado el sitio que merece. Su relevancia mediática es el obstáculo, algo que a otros les ha servido para posicionarse, pero puestos a cantar, si lo hace como lo hizo en Almería... ¡vamos a pararnos, que es muy serio!
El tercer día prometía expectativas que no llegaron a cubrirse. Sonia Miranda rompía el hielo con el acompañamiento de Miguel Angel Cortés, y resultó que ponía la guinda de la calidad a la jornada. Y lo que pasa... empezar un pastel poniendo la guinda no es técnica de buen repostero. José Menese reaparecía tras su convalescencia algo mermado de facultades, comiéndose algunas notas de paso, aunque digno. Continuó José Sorroche con el Niño de las Cuevas, que anduvo toda la noche buscándose con encomiables ganas de encontrarse, y aunque no lo consiguiera el respetable supo agradecerselo; y clausuró Calixto Sánchez con Manolo Franco. Este divo del cante que tanto gusta a los que no gustan del flamenco más cerrado encontró un público con ganas de escuchar, aunque el verdadero broche oro lo pusiera M. Franco, que cada día conecta mejor a pesar seguir siendo uno de los mejores escuderos de lujo que puede llevar un cantaor en el momento actual.
Alternar en el escenario a los artistas locales con "los de fuera", que además suelen ser de primera línea de flotación, es sin duda un acierto por el bien del espectáculo y por el del flamenco de Almería, que empieza a mirar al frente sin complejos.
Texto: Marcos Escánez Carrillo