El cante grande volvió a triunfar en la Bienal de Flamenco de Sevilla
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla (Teatro Lope de Vega) 28/9/2016. Archivo Fotográfico: La Bienal de Flamenco. Fotógrafo: Óscar Romero
Los grandes artistas suelen sentirse bien cuando se juntan en reunión, bien sea para disfrutar de una fiesta improvisada o bien para ganarse los cuartos delante del público sobre un escenario. El binomio cante-guitarra se presta con mucha facilidad a la formación de dúos profesionales, desde el tándem inmortal de Antonio Chacón y Ramón Montoya, o el de Camarón y Paco de Lucía (más tarde Tomatito), a las parejas formadas por Enrique Morente y Juan Habichuela o José Menese y Antonio Carrión.
Antonio Reyes y Diego del Morao nunca se habían subido juntos a un escenario hasta mayo de 2015, cuando grabaron en Madrid su disco “Directo en el Círculo Flamenco” y desde entonces son inseparables. Son la pareja del momento, y no del papel cuché precisamente, sino porque cuentan los éxitos por actuaciones. Lo de anoche era la Crónica de un triunfo anunciado. La Web Revista la Flamenca ya dio cumplida cuenta del recital que ambos ofrecieron este verano en Los Jueves Flamencos de Cádiz y, sinceramente, sentíamos una cierta pereza por contar de nuevo el mismo espectáculo. Qué bueno que fuimos.
Porque Antonio Reyes Montoya (Chiclana de la Frontera, 1976) ha traído a la Bienal de Flamenco de Sevilla lo que Sevilla y su Bienal se merecen, un estreno. Con el teatro más flamenco de la capital abarrotado, el Lope de Vega, allí donde hace ahora dos años ganó su premio Giraldillo al Cante. No es Reyes un cantaor que se caracterice por su regularidad, aunque nunca baja del bien. Pero donde otros se pueden ver agobiados, el chiclanero siempre se crece. La crítica más frecuente que se le hace es que siempre hace los mismos cantes, las mismas letras. Que su extremada timidez le lleva a veces a tardar más de lo conveniente en conectar.
Fue una apuesta muy valiente cambiar todas las letras de su repertorio habitual. Cualquiera que sea cantaor sabe de lo que hablo. Una parte de tu energía, de tu concentración está pendiente de no olvidarse de aquel verso que tanto te cuesta, de no quedarte en blanco tras aquella escobilla. No contento con cambiar las letras, el cantaor caracolero aceptó el envite y le dio un homenaje a Mairena jugando fuera de casa. Fueron cuatro livianas de cambio y una toná y liviana, que, en esta ocasión no sirvieron de preparación para la serrana ni para la seguiriya de Juanelo, que hubiera sido lo suyo. El acompañamiento con percusión y palmas, hizo aún más liviano el cante, ganando en comercialidad lo que perdía de hondura.
Más templado estuvo en el segundo homenaje al maestro de los Alcores, donde Antonio se trajo a su terreno la soleá petenera de Silverio, y una tanda de soleares de Charamusco interpretadas a compás de soleá bailable o soleá al golpe. Entre que “Subí a una montaña” errando el primer pasito, y lo poco acertado de traer a continuación “La Canastera” de Camarón de la Isla (que por muy de José Monje que sea, no pasa de ser un tema flamenquito), muchos empezaron a dudar del resultado final. Mujeres y hombres de poca fe, y viceversa.
Porque en cuanto el zapatero volvió a sus zapatos por alegrías y cantiñas de Córdoba volvieron a cerrarse las carnes y a abrirse los corazones a ese viento de Levante de tres flechas que tienen en sus palmas Tate Núñez y Diego Montoya. En esta ocasión, los dos se dejaron llevar por el insuperable Chícharo de Jerez, que tiene matrícula de honor en compás de amalgama en no sé cuántas universidades. Fue digno de ver cómo se sacudían los caballeros la sal a puñados de sus americanas.
Y en esas estábamos cuando Diego Moreno Jiménez Diego del Morao (Jerez de la Frontera, 1979), hizo el toque de atención, la llamada fúnebre de la seguiriya, el palo que quita y da la categoría a los flamencos, aquí y en todas partes. Qué sonido le sacas, Diego, a esa guitarra Barba que llevas últimamente, qué emocionante ver al público en pie tras esa falseta cuando un minuto antes se estaban recogiendo las tripas como hizo Santiago Nasar tras recibir su anunciada muerte en la puerta de su casa. Aunque aquí no hubo navajas como en la novela de García Márquez, aquí dolía un cantaor que tiene, escondido en su voz melosa, un cuchillo de ronquear atunes de almadraba, que te mece en la cuna de sus finas manos para tirarte gañafones, como diciendo: ahora vas y te duermes, si es que puedes.
Y los tangos fantásticos, extremeños, letras nuevas, melodías nuevas; aunque suenen antiguas, suenan a Reyes. En este palo Antonio sobresale sobre sus semejantes, aquí disfruta haciendo mella en la paciencia del impaciente, abriéndole de nuevo las carnes, que se va a ir de compás… De eso nada, el cantaor sale y entra, se burla y se gusta para volver a caer justo en la marca. Y fandangos del Niño Gloria por tangos, ¿quién se atreve con eso?
Y bulerías. Repertorio nuevo, letras distintas, para que luego no digan. Y esa guitarra, esas palmas, esa percusión de Juan Grande, que aportó frescura y estuvo toda la noche como su sobrenombre. Aires del campo de Gibraltar, de su paisana Rosa la Papera, bulerías clásicas, con sus tablillas del soberao; letras de Juanito Villar, de Quintero, León y Quiroga por Caracol; no faltó ni su homenaje (el único que se ha acordado) a Manuel Molina, el mejor de los trianeros, Todo es de color, como tampoco se olvidó de los maestros que se han ido este año, a quienes dedicó su más sentido fandango. Ayer se explayó hablando porque tenía muchas cosas importantes que decir. Para que luego digan.
Ficha artística
Espectáculo: Antonio Reyes & Diego del Morao /La Bienal de Flamenco de Sevilla/ Lugar y fecha: Teatro Lope de Vega 27/9/2016
Cante: Antonio Reyes
Guitarra: Diego del Morao
Percusión: Juan Grande
Palmas: Chícharo de Jerez, Diego Montoya y Tate Núñez