Durante muchos años, los aficionados se han pasado de mano en mano auténticas joyas flamencas. Siempre han sido muy cotizadas las grabaciones efectuadas durante los festivales veraniegos que jalonan la geografía andaluza, aunque todo hay que decirlo, muchas veces algunas de ellas eran casi inaudibles. En este sentido se nos presenta esta colección como el sumum de lo que en el mundo discográfico se denomina bootlegs, o discos piratas en vivo en román paladino. El responsable de los registros que ahora edita el Centro Andaluz de Flamenco fue Ricardo Pachón. A finales de los años setenta, con un equipo de sonido Nagra, y sus micrófonos de condensador Newman, consiguió una calidad inaudita hasta la fecha en nuestro país. Hoy se ofrecen debidamente remasterizadas y con una edición muy cuidada de la mano de las ilustraciones de Gonzalo Conradi y el diseño gráfico de Alicia Díaz. Destacar en especial las tarjetas postales que se incluyen en estos singulares digipacks.
Se abre la colección con la voz de el Turronero, ese inagotable festero de los que ya no existen, que ponía al público en pie con su cante bailado. A la guitara el jerezano Paco Cepero, para ofrecer el lado más festivo de dichas reuniones veraniegas con sus tarantos y alegrías, pero sin descuidar cantes más sentíos como los tientos y unos tarantos. El segundo volumen nos ofrece el torrente de voz de esa gran dama del flamenco, cual era la Paquera de Jerez, indiscutible figura femenina de esa época, con el permiso de las también añoradas Fernanda y Bernarda de Utrera. Nuevamente la guitarra de su paisano Paco Cepero y la de José Cala el Poeta, para continuar deleitándonos con sus interminables bulerías, las gracia de sus tangos, y los fandangos que beben de su tierra y de las fuentes caracoleras, a los cuales imprime su singular impronta.
También de Jerez, pero hecho al flamenco en la sevillana Alameda de Hércules, viene el tercer protagonista. Antonio Núñez El Chocolate, secundado por la bajañí de El Poeta, ofrece su broncilínea tesitura a través de sus sobrecogedoras seguiriyas y esos fandangos que han creado escuela. Aunque también presta su afillada voz a los cantes de levante. A los que no hemos vivido esa época se nos ponen los pelos de punta cuando escuchamos la templanza de Fernando Terremoto entonándose por seguiriyas. Sin duda uno de los artistas favoritos del público que frecuentaba esas mágicas noches, que se completaban con sus cantes por bulerías y soleares que desprendían el aroma del fruto de la uva palomino y la tierra albariza de la campiña jerezana. Hay que reconocerlo, las sonantas de Enrique de Melchor y Manuel Morao, son sin duda las mejores compañeras de viaje del artista del barrio de Santiago.
Estos cinco primeros números que forman la presente colección, la cual continuará en próximas fechas, se cierran de forma magistral con otro gran caballero del cante. Naranjito de Triana, acompañado por Manuel Domínguez, recoge el saber alfarero del barrio que le vio nacer en forma de soleares y tangos. Igualmente ofrece una lección de cante, donde no cabe comparación odiosa entre lo grande y chico, sino que todos están a las alturas que impera este arte, acercándonos estilos como la petenera, las malagueñas, los caracoles y el polo. Por ello debemos dar un fuerte aplauso a iniciativas como ésta, esperando que que otros muchos tesoros caigan pronto en nuestras manos.