El Teatro Central de Sevilla abre la XVIII edición del ciclo Flamenco viene del Sur con “Mi herencia”, el último trabajo de la Farruca con su hijo El Carpeta.
Web revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla / Teatro Central /25/272015 Fotos: Pepe Montiel
Con diez minutos de retraso se apagaron las luces y el silencio se impuso sin esfuerzo en la sala, que estaba abarrotada de una audiencia compuesta principalmente por familia, amigos y buenos aficionados en general. A muchos se les notaba la ilusión y el entusiasmo en el rostro, otros venían ataviados con sus mejores galas. La ocasión lo requería.
Y es que el cartel no era para menos. El ciclo Flamenco viene del Sur, organizado por el Instituto Andaluz de Flamenco (IAF), y que se desarrollará simultáneamente en Granada, Málaga y Sevilla hasta el mes de mayo, se abría ayer para esta ciudad con uno de sus platos fuertes.
Nada menos que la gran bailaora Rosario Montoya Manzano “La Farruca”, hija del gran Antonio Montoya Flores “Farruco”, para muchos el mejor bailaor gitano de todos los tiempos. Antonio, que era sobrino nieto de uno de los más grandes maestros de la guitarra flamenca, Ramón Montoya, fue el creador de una escuela y una forma de bailar personalísima y reconocida por todos, que tuvo continuidad en sus hijos, el malogrado y estupendo bailaor Juan Antonio Montoya, el primer Farruquito, que murió en accidente de tráfico en 1974; y Rosario La Farruca.
Por si hubiera alguien que no esté familiarizado con esta saga familiar tan importante en el mundo del flamenco, hay que decir que Rosario es la madre del actual Premio Giraldillo al Baile 2015, Juan Manuel Fernández Montoya “Farruquito”, y de sus hermanos Antonio “El Farru”, para muchos a la misma altura y grandeza de su hermano mayor, y Manuel “ El Carpeta”, el menor de los hermanos varones.
La traída narración genealógica de la familia Fernández Montoya es necesaria porque está en el espíritu y la esencia a la que se refiere el título del espectáculo: Mi herencia. Es la escenificación en público, por parte de La Farruca, de la transmisión de “la legítima” a su hijo Manuel, esa parte de la herencia que le corresponde y de la que ya disfrutan desde hace tiempo sus hermanos mayores.
El Carpeta, ya era conocido por todos desde que usaba pañales y dejaba boquiabiertos a los aficionados de medio mundo, que seguían en YouTube las evoluciones del pequeño en bodas, bautizos y fiestas familiares. Y lleva bailando con su familia en los escenarios desde que él tiene memoria. Pero anoche debía recibir en público la herencia de su abuelo, con la bendición pública de su madre. ¿Comprenden ustedes ahora por qué tanta expectación a priori?
Pero algo falló. Hay veces que las cosas no salen como uno quiere, aunque se pueda estar orgulloso del esfuerzo realizado. Éste no es el caso. O por condicionantes externos y ajenos a nuestra propia voluntad. Tampoco es el caso.
Ayer no salieron las cosas bien por falta de voluntad y de trabajo. Porque no iban con el firme propósito de dejarse la piel en el escenario, que es lo que debe hacer un artista cuando se dedica profesionalmente a bailar delante de otras personas. Un público que paga religiosamente una entrada y que espera mucho por su dinero, porque sabe lo que quiere y a lo que va.
Podríamos escribir que la Farruca bailó anoche por soleá como solo ella sabe hacerlo, que el espíritu de su padre sobrevoló anoche el escenario del Teatro Central, y que su mirada de fuego se intuía en los ojos de su hija y de su nieto. Y, sí, hubo algunos detalles, ciertos momentos, en que lo pareció.
Podríamos haber narrado otra realidad bien distinta, que el cante no se supeditó nunca al baile, que los artistas se rodearon de unos cantaores de primera fila (Mara Rey, anunciada en el programa de mano, fue sustituida in extremis por cuatro cantaores que Rosario no tuvo el detalle de presentar, entre los cuales creemos haber identificado a Juan José Amador hijo y al Galli; que la guitarra de Román Vicenti sonó clara y brillante en vez de en segundo plano, y siempre apagada por los, no uno, sino dos cajones, que fueron los protagonistas de la noche; que el niño, que ya es todo un hombre, tiene las tablas necesarias para no caer en errores como utilizar al cantaor como perchero para su chaqueta, o reclamar el aplauso del público con paseíllos a deshora.
Y sobre todo, marcharnos sin decir que se nos rompió el corazón cuando comprobamos que la hermana de Rosario, la gran cantaora Pilar Montoya, “La Faraona”, vestida de reina egipciana, ya no está para cantar en un escenario, ni siquiera una letrilla.
Esos aficionados, que tienen al gran Farruco en todo lo alto de su consideración, y que han visto bailar a Rosario La Farruca primorosamente en otras ocasiones; que conocen a sus hijos y lo que son capaces de ofrecer, merecen un respeto. Rosario “ La Farruca”, ha sido y sigue siendo una bailaora única, irrepetible. Y Manuel “El Carpeta” tiene todos los ingredientes para superar en el futuro el listón que tan alto han dejado hasta ahora sus hermanos mayores. La herencia está ahí, por supuesto, pero corre el peligro de dilapidarse.
Ficha artística
Espectáculo: Mi herencia ciclo: Flamenco Vienen del Sur / Teatro Central de Sevilla / 24/2/2015
Baile: Rosario Montoya “La Farruca”, Manuel “El Carpeta”.
Guitarra: Román Vicenti.
Cante, percusión, palmas y jaleos: cuadro flamenco de la familia Fernández.