Web revista La Flamenca. Alejandro Medina. Sevilla / Teatro Lope de Vega / 26/11/2013
El auto homenaje de Bobote es un espectáculo en el que el compás vertebra una propuesta en la que Triana es un rumor lejano, una India milenaria a la que los gitanos siguen refiriéndose, pero de cuyas formas no queda rastro en este recital rítmico, articulado entrono a la singularidad de cada uno de sus artistas. Ese es precisamente el valor diferencial de este elenco, en el que la vitalidad de sus protagonistas expone a las claras los espíritus genuinos de los flamencos sevillanos, hijos de una dispersión, melancólicos pero auténticos.
En estas “Boboterías” destacan más los invitados, y en su labor de hombre de atrás, José Jiménez consigue sacar lo mejor de cada uno de ellos, conjugando la elasticidad del flamenco de hoy con la esencia antigua. Brillan la exclusiva naturalidad de Pepe Torres, la elegancia indestructible, atómica, de Joselito Fernández; el romanticismo ciclónico de Torombo, la excéntrica personalidad de Herminia Borja, el eco inconfundible de Mari Vizárraga, el dramatismo del Vareta, la rotundidad de Manzano, el cromatismo de José Carrasco al cajón, la guitarra señorial de Ramón Amador, la sobriedad de Paco Iglesias… y mágicamente el sonido afilado deEmilio Caracafé. En esta ocasión, Bobote es más una inspiración que un artista activo.
Inició la hora y media con una patá por bulerías de Bobote sobria y personal, que nos remitió innegablemente con el extremismo escénico de Israel Galván. Una conexión a estudiar. Tras los martinetes de Manzano y Vareta, los cuatro bailaores se armaron con bastones patriarcales para ejecutar un estudio sobre el ritmo de la seguiriya, de gran impacto. Esta edición de Boboterías, que afortunadamente ha girado después de su estreno en la Bienal, gana en la puesta en escena de los elementos, pero pierde en espontaneidad. El espectáculo está mejor encadenado, más equilibrado, pero en el Hotel Triana vivimos una auténtica juerga.
Derroche de sabor y soniquete de Herminia Borja por tangos y de Mari Vizárraga por bulerías, para dar paso a la soleá de Pepe Torres. El baile del moronense gana en cada cita una trascendencia mayor, por la masculinidad de su ejecución, la sobriedad expositiva, la memoria diáfana que le permite una expresión innegablemente personal. El sobrino de Andorrano teje el lienzo del baile macho según Sevilla.
El baile por alegrías de Joselito Fernández nos alimenta de una forma única, por su expresividad, la tremenda sustancia de sus gestos. Su cuerpo parece clavarse en el ambiente, pero su figura se resiste a la gravedad. Es imaginativa y fugaz por el aire.
El Torombo es una descarga de carisma, una procesión sentimental. Se enreda en sí mismo, necesita buscarse un segundo antes de revolverse. Milagrosamente, consigue que este baile no resulte impostado, sino más bien de una emotividad inevitable.
Cuesta imaginar un sonido más personal, íntimo y melancólico que el de Emilio Caracafé. Sus notas dibujan el paisaje desgarrador de las calles del Polígono. Un mundo único sólo puede alimentar intérpretes únicos.
Ya en el tramo final espacio para la bulería, que cerró Bobote con las formas que ya construyó siendo un niño, y que ayer, muchos años después, mantienen vivo el flamenco que se respira.
Ficha artística
Espectáculo: “De Triana a las tres Mil Boboteria”
Baile: Bobote, El Torombo, Joselito Fernández, Pepe Torres.
Cante: El Vareta, Herminia Borja, Guillermo Manzano, Mari Vizárraga.
Toque: Ramón Amador, Emilio Caracafé, Paco Iglesias.
Cajón: José Carrasco.
Artista invitado: Tomás de Perrate.