La penúltima gala en el Teatro Villarmata sirvió para que el bailaor Rafael Campallo le rindieira un homenaje al barrio que le vio nacer. Y que mejor manera de hacérselo, que con la jondura que derrochó. El bailaor llevaba algún tiempo clamando con un sitio este gran coso flamenco, y el montaje le ha dado la razón. Aunque venía de estrenar el espectáculo en el Festival Mont de Marsan, bien lo podía haber hecho en Jerez, pues se lo merecía. Con una puesta en escena minimalista vino a ofrecernos lo que sabe hacer, es decir, bailar flamenco. Rodeado de unos buenos cantaores atrás como son Jeromo Segura, Javier Rivera y El Londro, junto a las sonantas de Juan Camapallo y Eugenio Iglesias, más la percusión de Antonio Montiel, el trianero nos deleitó con sus cimbreos por tientos.
Igualmente mostró la sutileza de la galantería hecha baile en un paso a dos junto a su hermana Adela por alegrías, la cual también lució con brillo propio por soleá. Y no podía faltar el regusto que supo buscar a las coreografías junto a su escueta compañía por tanguillos, bulerías, martinete y seguiriyas, la cual estaba formada por Marina, Aroa, David Pérez y El Choro. No hacen faltan grandes alardes escenográficos y complejas tramas argumentales para exhibir un buen programa como el ejecutado por Rafael Campallo, haciendo gala de su sabidurí flamenca y el respeto por ese barrio trasguadalquiveriano, otra de las grandes cunas jondas.
Esta jornada concluyó con una visión mas moderna del flamenco de la mano de Los Delincuentes y Tomasito en la sala Paul. Los mismos afilaron sus guitarras eléctricas para dar rienda suelta al lado más salvaje de este arte, donde los más jóvenes, y no tan jóvenes, no paramos de brincar durante la actuación emulando con nostalgia aquella época en la que vio la luz ese género en peligro de extinción que es el rock andaluz.