Web revista La Flamenca. Alejandro Medina. Sevilla / Teatro Lope de Vega 4/3/2013

Rosario Montoya, La Farruca trajo anoche al Lope de Vega su espectáculo “Homenaje a los grandes”, que ya representó en Jerez hace cosa de dos años.
Cuando baila un integrante de la saga Farruco es como si bailaran todos los demás, y sus recitales se convierten en una celebración de la raza, en el empacho de sus muchos y acalorados seguidores. Sin embargo, la Farruca abrió su repertorio más allá de las consabidas formas familiares para abrazar una visión más amplia del baile, más dinámica y consciente de la tradición que corre paralela a la sombra imborrable de Antonio el Farruco.
Rosario decidió recordar en primer lugar a la reina del baile excesivo, vertiginoso y desenfrenado: Carmen Amaya. Unos tarantos que descubren el tesoro que arropa a la Farruca: un cuadro potentísimo basado en la pétrea guitarra de Juan Requena y el cante abrasivo y desgarrador de Pedro el Granaíno, además de la potencia de Fabiola Pérez y Mara Rey.
La Farruca, se retira para que estalle la expectación concentrada en el último heredero del clan: Manuel el Carpeta, de quince años. El éxtasis acompaña a las actuaciones de sus hermanos mayores, y lo mismo sucede con el benjamín. El público enloquece con su velocidad, el efectismo y espectacularidad de su baile. Un baile autocomplaciente, manierista, apabullante. Una fuerza ciclónica que tiene una altísima carga de actitud incitante, casi chulesca. Además del valor ritual, las cantiñas y bulerías del joven Manuel dejan algunos detalles muy interesantes, precisamente cuando renuncia a la fuerza explosiva y se clava, explora la variante rítmica; en definitiva cuando dosifica las cargas emotivas. Aún es muy joven, pero advertimos que racionando sus impulsos –inevitables y además esperados- el Carpeta puede alcanzar la elegancia de sus hermanos, que han descubierto la importancia de lo introspectivo sin renunciar a nada.
Su madre la Farruca se une a Manuel en el final de las cantiñas para homenajear ahora a Matilde Coral, quizás la más alejada de su precepto estético pero que salva airosa y sencillamente, con coquetería y luminosidad. Una agradable versión de Rosario Montoya.
Tras la seguiriya, de nuevo inspirada en Carmen Amaya, acontece el recuerdo para Manolo Caracol, el mayor hallazgo del espectáculo, en el que el Granaíno cobra todo el protagonismo con el piano de Ale Romero. Primero con la zambra, y después con una canción enlazada con la Salvaora. En estas aparece la Farruca emulando el dúo Caracol Lola Flores, y no podemos evitar lanzar un largo suspiro melancólico: qué carga dramática, que vitalidad. Pedro el Granaíno tiene la capacidad más flamenca: la de conectar con las emociones verdaderas del público. En los fandangos caracoleros sentimos el latigazo de la emoción, sin duda el número más potente de la noche.
Sin embargo es imposible renunciar a la mirada entrañada en la herencia familiar, y en la soleá -bandera del abuelo, la madre y el hijo mayor- asistimos una vez más a la exposición del rico menaje expresivo que ha codificado esta familia, anti retórico, directo, demoledor y negro, muy negro. Porque mire a quién mire un Farruco, al bailar homenajea a los suyos.
Ficha artística:
Espectáculo: “Homenaje a los grandes”.
Baile: La Farruca y El Carpeta.
Cante: Pedro el Granaíno, Fabiola Pérez y Mara Rey.
Guitarra: Juan Requena.
Piano : Ale Romero.