El artista mairenero se doctoró en la mítica Peña Torres Macarena, templo del cante sevillano.
Web revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla. 27/3/2018. Fotos: Carmelo Camino Camino
Sevilla, Viernes de Dolores, España le está ganando a Alemania por la mínima. Otra procesión que no sale, y la ciudad se recoge bajo la falda camilla. Hay que tener afición para esperar el autobús o buscar aparcamiento bajo esa lluvia imparaguable. Y es que la ocasión lo merece, Manuel Cástulo y Antonio Carrión en el templo de Torres Macarena, esa Peña que entre todos rescatamos de las fauces del urbanismo, siquiera por un ratito más, siquiera.
En esta peña no hay megafonía y, mira por dónde, es donde mejor se escuchan los silencios. La guitarra de Antonio Carrión Jiménez (Mairena del Alcor, 1964) adquiere una sonoridad inusitada entre estas paredes, es la llamada por seguiriyas para que Cástulo, asomado al balcón de su silla, ligue una serie en redondo de tonás: la chica, la de Antonio Chacón, la grande y la de cierre de Antonio Mairena. Primer desgarro y todavía no nos hemos sentado.
Manuel Domínguez Gallardo (Mairena del Alcor, 1970) es un declarado depositario del legado de Antonio Mairena. Su familia, los Castulos, no llevan tilde de puertas de Mairena para dentro, y son una saga de aficionados criados en reuniones íntimas con el maestro de los Alcores. Sin embargo, Manuel va mucho más allá de ser un mero copista de don Antonio. Como bien dijo su amigo Carmelo Camino, presentador del recital, Cástulo desarrolla los cantes del maestro un poco más allá, refrescándolos con su personalidad.
Escuchar a Manuel en las distancias cortas es toda una experiencia. Mientras Carrión realiza un alzapúa memorable en la introducción de la soleá, el rictus de Manuel se vuelve hierático, de una seriedad escalofriante. Y es entonces cuando abre sus ojos pequeños y cálidos, buscando el espejo de las primeras filas, para despanzurrar el saco de los sentimientos y repartirlos con sus brazos completamente abiertos, a manos llenas, el pecho llenito de amor y de facultades.
Se le nota cómodo, sabe que está entre cabales que lo han elegido a él entre toda la oferta vespertina. Soleares inolvidables de Cádiz, de Triana, de Lebrija. Por tientos, entre Mairena y Menese, más del primero, lógicamente. Los tangos de Triana despertaron lujuria y satisfacción en el respetable. Y el corazón que se encoge con los tarantos de Manuel Torre y la taranta del Tonto de Linares dedicada a Aylan Kurdi, aquel niño sirio que dejó su vida sin estrenar sobre la playa y que quedó en la retina colectiva.
Tras el descanso, donde los aficionados se aclaran el gaznate, comentan los cantes y se nutren los unos de los otros, ay, cuándo se harán eco de esto los teatros, nos fuimos a Cádiz, en la mejor interpretación por alegrías que le hemos visto al mairenero. Claro que con Antonio Carrión, uno se transporta al barrio de Santa María desde el primer rasgueo.
Y ya que andábamos cerca del Puerto, seguiriya de Tomás el Nitri. Otra vez la cabeza majestuosa de Manuel se vuelve pétrea como un busto de su maestro, parece que repasa mentalmente toda la importancia de lo que se avecina, y vuelve a desgarrarse el pecho, es el pelícano que se desangra para alimentar a sus hijos, el Marrurro desgranado en letras hacia el amigo perdido y para acabar, impresionante el cambio de Juan Junquera, qué grande, qué grande, decía el maestro adorado. Ya estaban las dos orejas bajo la taleguilla cuando interpretó con demasiada fidelidad el romance del Conde Niño y una serie de fandangos, mucho más personales, en honor de Chocolate, Camarón y Antonio de la Calzá. Y para terminar, la saeta del Cachorro, no sé si vas despierto o dormío. Hay quien no ha vuelto a dormir desde entonces.
Ficha artística:
Recital de cante flamenco “Manuel Cástulo, Entre tiempos”
Lugar y fecha: Peña Flamenca Torres Macarena, Sevilla. 23/3/2018
Al cante: Manuel Cástulo.
A la guitarra: Antonio Carrión.