Un punto de inflexión

Siguen las actividades programadas en el ámbito del Año del Flamenco. La variedad está siendo una nota definitoria a la altura que lo contemplamos, con Ciclos en que están presentes otras estéticas musicales que tratan de aproximarse a esta expresión que tanto ha dado de sí desde que comenzaran los actos allá por febrero. Los espectáculos de danza en que aparecen en amalgama compases flamencos junto a expresiones de danza moderna, contrastes, los clásicos, los guitarristas jóvenes que piden paso con los flamencos consagrados en los distintos Concursos Nacionales de Arte Flamenco y un largo etcétera -por citar algunas expresiones- conforman una visión miscelánea que enriquece el enfoque. Es obvio que han de surgir disidencias en los puntos de vista, por aquello de la ortodoxia y la heterodoxia, y conviene que así sea.
Las Jornadas El flamenco como patrimonio cultural, desarrolladas en el Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco entre los días 26 al 29 han contado con la presencia de cualificados especialistas, y en ellas se han debatido temas axiales que están en los mentideros flamencos. Han contado con la participación de intérpretes que han cursado estudios en el Conservatorio Superior de Música, en la Escuela de Danza o que ejercen como profesores de Flamencología o de Guitarra Flamenca actualmente en el Conservatorio. Es el caso de Paco Serrano, David Pino, Gabriel Expósito, Manolo Franco, Daniel Navarro, Niño de Pura y Rafael Espejo Churumbaque Hijo. Los temas tratados tuvieron como pórtico diversas conferencias que se prolongaron en las Mesas Redondas con los mismos tratamientos temáticos; la inicial fue de Faustino Núñez bajo el título Oralidad vs Academicismo, a la que siguió la conferencia de José Luis Ortiz Nuevo titulada El flamenco y la fusión; por último, Cristina Cruces planteó un tema que forma parte de su peripecia investigadora desde hace tiempo en forma de publicaciones, su título Función social del flamenco.
Reproduzco parcialmente aquí la Mesa Redonda "Oralidad vs. Academicismo", en la que intervinieron Juan Antonio Expósito como Moderador, Luis Moreno, Lola Fernández, Manuel Cera, Philippe Donnier y Agustín Gómez. Me cumplió la función de relator, o sea, una posición de cierto privilegio que me permitió comprobar que hay una dialéctica cíclicamente planteada entre los aspectos del conocimiento de la tradición musical y de las bases musicales vigentes en los estudios reglados frente al componente intuitivo que se transmite desde tiempo por presión sanguínea. Hay mucha pasión por una especie de antagonismo entre lo que es una tradición que se documenta con cierta fiabilidad en el siglo XIX, aparte de las pasiones desatadas por los intelectuales defensores del flamenco y los que reaccionan virulentamente bajo la denominación de origen de antiflamenquismo; es una etiqueta encorsetadota, ¿y por qué no ramplona?, acerca de lo que era inconformismo de determinados intelectuales por su propia situación personal, Eugenio Noel a la cabeza. Se parcela el análisis si no se analiza la perspectiva de escritores como los autores del 98, que hicieron del análisis de la situación española motivo inspirador de su obra; y el del mundo flamenco no dejaba de ser un ejemplo un tanto pernicioso según ellos en ese intento de remedio a la crisis de valores.
Luis Moreno, profesor del Conservatorio Superior, plantea la posibilidad de una simbiosis entre el componente que de transmisión espontánea le confiere la oralidad y la conveniencia de elaborar un código adecuado y unificado, análisis de estilos, transcripción musical y la definición de los parámetros que permiten la fusión con otros estilos. Lola Fernández, Catedrática del Conservatorio, con el auxilio de las nuevas tecnologías expone parcialmente su propia experiencia, un caso práctico dirigido a músicos de estilos musicales diversos para comprobar cuáles son los puntos de tangencia. Y cómo músicos diversos interpretan música por soleares (de Tomás Pavón con la superposición de la voz de Gabriel Moreno) a partir de estructuras rítmicas, armónicas y melódicas de este estilo. Llega a la conclusión de que no hay incompatibilidad sino complementariedad y que, por tanto, no ha de ser sustituido un sistema por otro. Manuel Cera, también profesor, indica que ambos conceptos han ido siempre de la mano y habla de simbiosis necesaria. Se plantea dos interrogantes acerca de las bases que han de tener los docentes en los Conservatorios y qué ha hecho la Administración de bueno o de malo. Conviene que la Administración siempre debe exigir una titulación y defiende la aportación de los ámbitos humanístico, artístico ... El debate está vigente en el flamenco. Indica que hay varios métodos de transcripción de la guitarra flamenca, no así del cante.
Philippe Donnier, Coordinador del Ciclo, estructura su intervención auxiliado con el power point y utiliza el recurso de los sistemas semiológicos (estudio de los significados). Establece la distinción entre dos percepciones, amorfa y diferenciada, y maneja los conceptos de verbalizada (con palabras) y no verbalizada (sin palabras). Establece posteriormente la diferenciación de sonidos entre ruidos y música. La música se configura como un conjunto de segmentaciones diferentes y sistemas semiológicos más complejos y defiende que, aunque el flamenco es un conjunto de sistemas semiológicos (significaciones) diversos que generan sistemas semiográficos (escrituras significativas) distintos también se puede adaptar dentro de los parámetros de la música universal.
Agustín Gómez expone que el flamenco surge del pueblo y el proceso que se sigue es el de oir, asimilar, aprender y decirlo a su manera. Distingue entre los intérpretes de los boleros del siglo XIX, que se presentan con la anteposición del Don o Doña frente a los intérpretes flamencos que son reconocidos por sus alias. Establece la falta de comunicación entre la cultura campesina y la burguesa hasta que la burguesa "descubre" la campesina en el siglo XIX. Llegan a fundirse, y no sin dificultades; a partir de ahí confluyen los procesos artesanales e industriales. Establece un símil entre el cante y el vino en el proceso de selección y análisis y la dificultad de encerrar el cante en unos moldes predeterminados, con la conclusión de que el flamenco es una manera de ser y ver las cosas.
Texto: Juan Pérez Cubillo