Marco Flores se inspira en el Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922.
Revista La Flamenca. Jaime Trancoso. 28/2/2023
En la Sala Compañía se presentaron los galardonados en el Certamen Coreográfico de Madrid, un certamen que cuenta ya con 36 años de historia. Carmen Young se encargó de la primera parte, arropada por Tino van der Sman y Jesús Rodríguez, quienes nos ofrecieron un solo de dúo de guitarras enfrentados por luces de recortes. Además, contaba con el cante de Jesús Corbacho por bulerías, que gracias a la diadema tenía mucha movilidad por el escenario, y la percusión de Manuel Masaedo, que más bien creaba todo un espacio sonoro con su set de platos y caja. Quizás la decisión de comenzar por taranto resultó un tanto fría. Tras el dúo de guitarra, Carmen bailó seguiriya, toná y liviana con bata de cola y unos movimientos de brazos más que interesantes.
Por la forma de comenzar parecía que íbamos a ver una actuación típica de tablao, pero afortunadamente no, el espectáculo ganó interés gracias a la variedad, entradas y salidas y la calidad de los mimbres, no solo artísticos, sino también técnicos, con Fali Pipio al nítido sonido y Olga García a la mesa de luces.
Tras una pausa de 10 minutos, en la que se cambió todo el plano escénico, bailó Iván Orellana, quizás el gran triunfador de esta cuarta jornada de festival. Su espectáculo arrancó con mucha más fuerza, por tanguillos de Cádiz, con letras propias de esta tierra y mucho gracejo gaditano, regados por un gran virtuosismo y velocidad.
Tras los tanguillos, le vimos por sevillanas corraleras, alegrías, un zapateado y por seguiriya, con el cante de Manuel Pajares y Vicente Gelo. Uno de los momentos más sublime fue con mantón. La exploración sonora de Raúl Botella a la percusión creó ambientes para que Iván bailara con abanico, más la guitarra de Pau Vallet nos llevó a un fandango histórico del siglo XVIII versionado, que nos recordaba a Antonio en El Escorial, donde se denotaba cierta influencia de sus maestros Estévez y Paños. Precisamente, esta pieza fue coreografiada por su compañera Sara Jiménez. El espectáculo fue de lo festivo a lo introvertido, cerrando por peteneras.
Enhorabuena a Iván Orellana por esta magnífica primera pieza y también al Festival de Jerez por ofrecerle a estos dos jóvenes su primera gran oportunidad con su gran labor de acompañamiento.
Marco Flores volvía al Teatro Villamarta tras el gran éxito que cosechó con los hermanos Lago en su último espectáculo “Rayuela”. Con un montaje inspirado en el Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922 nos trajo su “Sota, caballo y reina”, un espectáculo con el que pretende tender puentes a caballo entre el recuerdo de este histórico evento granadino y el flamenco actual, bajo el subtítulo de “jondismo actual”.
El cantaor lebrijano José Valencia, quién mejor que él para un trabajo de investigación, no fue un mero artista invitado, se raspó él solo muchos temas, destacando especialmente la soleá que le dedicó a Manuel Morao que arrancó muchos oles gracias a los contrastes dinámicos del guitarrista José Tomás Jiménez. Sobre el escenario del Teatro Villamarta su baile estuvo también acompañado por el gracejo de Marina Valiente y Claudia Cruz, más el baile de El Quini de Jerez, Manuel de la Nina y Enrique “Remache”, así como la guitarra de Francis Gómez.
Se mencionaron los premiados del concurso, El Tenazas y el Niño Caracol, escuchamos dos veces la Nana de Manuel de Falla, se trató con ironía a Alfonso XIII y las proyecciones fueron de lo más creativas, pero cuando parecía que llegábamos al fin de fiesta nos pusieron “El novio de la muerte”. Tras hora y media sólo había destacado José Valencia para el delirio de Gómez, como siempre entre los asistentes. Menos mal que al final por bulerías Marco Flores sí nos convenció por su elegancia y virtuosidad. No obstante, el espectáculo de dos horas de duración estaba inconexo, nos quiso contar muchas cosas, pero la historia no estaba bien hilvanada, sino que más bien nos soltó ideas sueltas. Quizás tanto material daba para dos espectáculos.