La Bienal de Flamenco remontó el vuelo con un concierto magistral donde el cante clásico y la guitarra flamenca se alzaron como únicos protagonistas.
Revista La Flamenca. Luis Pérez. Sevilla. 21/9/2022.
Lo de anoche. Te cuento. Como cuando llegabas del colegio esmayaíto de hambre, y tu madre te tenía preparada la merienda de pan con chocolate. O ese día de feria interminable, cuando por fin llegas a tu refugio y te quitas de una patada los zapatos. Tú sabes de lo que hablo. Alivio, alegría, placer, el chorrito de felicidad condensada dentro de tu café. Ha hecho mucho frío últimamente ahí afuera, y esas cosas tu cuerpo las agradece.
Como agradece tu oído un sonido perfecto. Unas palmitas sordas que no estorban, sino que embellecen. Diego Montoya y Tate Núñez son la segunda piel de Antonio Reyes. Conocen las mareas de la Barrosa como las benditas palmas de sus manos. Los Mellis guardan los vientos de Huelva debajo de sus camisas abiertas y despeinadas, y el compás transita de un mellizo a otro por la perfecta raya de sus cabellos. Otra cosa es cuando se ponen flamenquitos, que yo sé que tú, tan purista, tuerces la boca cuando les toca hacer coros. Pero Dani de Morón, que una vez más firma la dirección musical del espectáculo, los ha traído aquí precisamente para eso. Para que no se empachen mucho de hondura los públicos de pasabaporaquí, que, al fin y al cabo, también son patrimonio inmaterial de la Humanidad.
Antonio Reyes Montoya (Chiclana de la Frontera, 1977) lleva casi cuarenta años sin bajarse de los escenarios. Desde aquel Festival de la Parpuja legendario, que precisamente este verano se ha rehabilitado, cuando todavía Antoñito gastaba pantalones cortos, han pasado cerca de cuatro décadas. Aquella noche el mismito Camarón de la Isla le acompañó a la guitarra en su debut. Hoy en día es un maestro reconocido, una de las primeras figuras de la baraja profesional. No hay ningún aficionado que te pueda decir una mala palabra de su arte, ni ningún malaje que la pueda decir sobre su persona. Pero ha tenido que escuchar una crítica constante a lo largo de su carrera: Antonio Reyes enamora, pero siempre canta lo mismo. Anoche se quitó por fin esa etiqueta, al desembarcar en la Isla del Tesoro cartujano con un repertorio renovado por completo.
Empezando por dos tarantas de Almería, las también conocidas como mineras de Chacón y que terminó de cuajar el Cojo de Málaga. Antonio prescindió de florituras hasta llevar el cante a los terrenos del taranto, claramente inspirado en las formas de Antonio Mairena:
Ay, de Almería,
el día que yo embarqué
en el muelle de Almería,
más lágrimas derramé
que agüita lleva la bahía
el día que echó a llover.
Ya me lo has dicho antes en alguna otra ocasión. Cuál es el propósito de sentar a los artistas al fondo de la inmensidad de un escenario. Te digo cuál es el resultado. Alejar al público para que, en esa negritud abismal del negro sobre negro, sea incapaz de vislumbrar el rostro del cantaor o las manos del guitarrista. Porque si dijeras, es que luego va a salir el Ballet Flamenco de Andalucía, y hay que dejar un espacio suficiente delante. Entonces, sí, se entiende. Pero cuando no hay cuerpo de baile, dime tú para qué alejas a los artistas del proscenio.
Ese comienzo con un cante de los considerados duros, agrestes, se vuelve todo espuma y olas con el arranque de las cantiñas. Alegrías y jotillas de Cádiz con la firma de Pastora Pavón en la garganta, cantiñas de Rosa la Papera engarzadas en distinta melodía. Y los juguetillos de Rosario la Mejorana, de nuevo peinando el flamenco a las puertas de la casa grande de la calle Calatrava. Se nota que has estado estudiando, Antonio.
El que no para de estudiar es Dani de Morón. Estuvo desigual, en un rango que iba desde el fallo a la perfección. Puede que emane de su propia forma de tocar. Es más veloz de lo que realmente necesita. No hay mano izquierda más rápida en el toque actual ni, posiblemente, en el del pasado. Y la derecha saca una sonoridad inusitada de su guitarra. Pero, a la hora de acompañar al cante, se echa de menos un mayor protagonismo de los silencios. Estuvo grande en la interpretación de su famosa La Gazapera, y arrancó muchos traseros de sus butacas cuando transitaba por las caleras de Morón de la Frontera, el santuario de la guitarra de acompañamiento. En la soleá fue muy celebrado por esto último, aunque a veces pecó de afán de protagonismo, privando al cantaor de su derecho inalienable a llevar la voz cantante, nunca mejor dicho.
Tientos tangos con letras clásicas, aunque ajenas al repertorio habitual. Antonio Reyes domina los palos básicos a la perfección, pero es en los tientos donde marca las diferencias con la mayoría de los intérpretes. Su dominio del compás llega a resultar insultante. Entra y sale como por casa de dos puertas, y siempre, siempre cae de pie, como los felinos. Su voz de tocino de cielo está forjada por los caballeros de la tabla del ritmo. Y cuando crees que te vas a dormir en su regazo, quiebra el manantial, y te tira de la cuna con violencia. Transmisión se llama. En los tangos se refugió en la red de La Perla de Cádiz, las manos de José Monje y el corazón, una vez más, de La Niña de los Peines.
Mas fue en la seguiriya donde la Bienal de Flamenco hizo honor a su nombre y a su razón de ser. El público internacional comprobó cómo se puede ser feliz con el terrible dolor que produce una seguiriya bien interpretada. Que no te quedas calvo, ni nada por el estilo. Todo lo más, un pequeño salpullido en el alma que se te queda para siempre: la afición. Sobre la sosería de La leyenda del Tiempo versión Enrique Morente, nada que objetar. Ni nada que decir.
Tomó el de Morón las campanas de la cercana Iglesia de Santa Ana, y agitó las sogas tocando a difuntos. Esa guitarra te puede hacer sangre si te descuidas. Se acerca el cenit de la velada. Antonio Reyes clava su alarido en las aristas de la acústica del coliseo trianero. A clavito y a canela, jugando entre Manuel Torre y Caracol. Redobla el quejido al costado de Joaquín Lacherna, como un mal ladrón apregonao. Lástima, no sé qué quería hacer con el macho, pero creo que no le ha salido.
Y ya con el toro herido de muerte, fue hora de disfrute y solaz. Bulerías nuevas, adelanto exclusivo de su próximo disco, mano a mano con su guitarrista. Y harto de demostrar que es capaz de reinventarse, se puso en pie, dejó en casa el micrófono y nos dio lo que merecíamos con dos fandangos caracoleros. En una hora y pico, se puede hacer feliz a la gente. Como cuando llegas a tu refugio y te quitas de una patada los zapatos.
Ficha artística:
Espectáculo: Dani de Morón_Antonio Reyes, por Antonio Reyes y Dani de Morón.
Ciclo: XXII Bienal de Flamenco
Lugar y fecha: Cartuja Center CITE, Sevilla. 20/9/2022
Cante: Antonio Reyes
Guitarra: Dani de Morón
Palmas y coros: Diego Montoya, Tate Núñez y Los Mellis