
Málaga. Auditorio de la Diputación Provincial 2/6/2011
Francisco Reina
El toque y el baile de Málaga
Tres primeros espadas del toque (Chaparro de Málaga, Paco Javier Jimeno y Antonio Soto) y otro del baile, Sergio Aranda, pusieron el broche de oro al ciclo de los ‘Jueves Flamencos’ de la Diputación Provincial de Málaga, que ha sido un observatorio del altísimo nivel de los flamencos malagueños, en las tres modalidades de lo jondo, cante, toque y baile.
Abrió el recital Chaparro de Málaga con una rondeña, en la que hizo gala, como en él es habitual, de su seguridad, elegancia y buen gusto, descollando en la pulsación. Nos regaló momentos sublimes, de gran belleza. Por bulerías, acompañado por su hijo a las palmas, ofreció una versión más reposada de este palo, para escuchar y deleitarse, en lugar de las hiperrítmicas, tan en boga.
Antonio Soto, bordón minero en Festival de Cante de Las Minas, al igual que Paco Javier Jimeno, se decantó por alegrías y bulerías para deleitar a la concurrencia. Bien secundado por Rocío Salazar y la Toti, a las palmas, y Fosi, a la percusión, comenzó a un ritmo frenético por alegrías, intenso y con mucho sabor a Cádiz, con recortes muy aplaudidos. Se trata de un recurso, el de los recortes, muy efectivo, que Soto sabe utilizar discrecionalmente. Bajo esa sencillez aparente (o facilidad pasmosa) en la ejecución, hay una gran dificultad, sobre todo, por la rapidez. Por bulerías, tras una introducción en tempo lento, con mucha enjundia, se desataría luego el frenesí.
Paco Javier Jimeno también ofreció una rondeña, en la que se mostró profundo, sutil e intenso, sobresaliendo en el picado. Su interpretación fue in crescendo hasta llegar un momento en que parecía que estaba tocando varios instrumentos a la vez. El esteponero recuerda en su forma de tocar al gran Manolo Sanlúcar. Se despidió con unos panaderos, de Mario Escudero, bella pieza de guitarra clásica, breve pero intensa.
Tras el toque, el baile de Sergio Aranda, que fue la revelación en la primera edición de la Bienal de Málaga, en 2005, cuando sólo contaba diecisiete años. Pese a su juventud, Aranda, afincado en Barcelona, se codea con los más grandes de este arte. Su cuadro flamenco, en la voz de Manuel Tañé, principió por jaleos extremeños. Posee Tañé una voz flamenquísima, con la que ofrece pureza, como Zambullo, voz que suena añeja pese a su corta edad. Y qué decir de Favi, cantaora con voz muy gitana y mucho pellizco, sobre todo en las letras de Camarón... Completan el cuadro Raúl Vicenti y Fran Vinuesa, a la guitarra, y Miguel ‘El Nene’, a la percusión. Por soleá, entra en escena Aranda, parsimonioso y con gráciles movimentos, interrumpidos por un zapateado poderoso y fugaz, luego frenético. Muestra un absoluto dominio de la técnica del zapateado, con la particularidad de que parece que flotara. Por bulerías, alcanza su momento álgido. En las bulerías por soleá, destacan sus cambios de ritmo, elegante siempre y con poses muy flamencas. Se despide por soleá, rodeado por los tres cantaores, y con el público puesto en pie.