Más allá, mucho más allá del mero recordatorio, las citas sucesivas que tienen como marco los Jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos actúan a la manera de hilo del recuerdo de nuestro testamento sentimental. Faltan nombres ya -Paquera de Jerez, Beni de Cádiz y Naranjito de Triana- como nos recordó el cantaor en la noche del sábado, y los demás han encanecido o tienen ese carácter recio que da el paso de los años con la consideración de que tienen "tó er pehcao vendío"; era una conversación intrascendente con un vecino de localidad.
El viernes 9 de junio actuó Jesús Chozas con el acompañamiento a la guitarra de Rafael "Merengue", en la línea de versatilidad a que nos tiene acostumbrados y que le permitió la consecución de dos premios en la última edición del Concurso Nacional. Ha venido en el transcurso de un año o poco más dos veces, y tuvimos el placer de escucharlo en el ámbito de la Semana Flamenca que dedica anualmente la Peña Flamenca de Córdoba a un personaje emblemático de elocuente significación; eso sí, estaba acompañado en ambas ocasiones por Rafael Andujar, un guitarrista que ejerce como profesor de Conservatorio. Su generosidad interpretativa y la complicidad con el público -interpretación de alegrías de Córdoba, cantes de Lucena y de Cayetano- lo configuran como un cantaor completo desde los cantes en solitario -debla- a los fandangos de "El Sevillano", con calas en las malagueñas de la Trini y La Peñaranda, las seguiriyas y el recuerdo de cantes mineros, por parte de un cantaor que no ha necesitado nacer en Andalucía -para desencanto de nuestros más encendidos chovinistas. Hizo escala en su juventud, cuando él y Rafael "Merengue" se conocieron, un momento entrañable que a su modo han venido compartiendo los cantaores participantes de estas noches del Año Flamenco. El amplio público de la noche del viernes lo despidió con un largo aplauso que lo dice todo.
"El Cabrero" siempre suele buscar el revulsivo de las conciencias dormidas, con alusiones a la situación actual, que tanto enardece a un sector del público. El otro sector que se inclina por las letras de siempre le reprocha sospechosamente que hace política, cuando la peor de las políticas es el silencio cómplice, el particular Torquemada al que aludió en algún momento de su actuación el cantaor. Tal vez haya un justo medio y pudiera interpretarse como una complicidad buscada para conseguir el favor del público; mas este carácter es el que le confiere un halo particular y nadie ha de llamarse a engaño, pues lo sabe. El acompañamiento de Manuel de Palma que sabe a toque de la escuela de Morón fue de la efectividad acostumbrada, sin que moviera un músculo de la cara, sin efectismos y con gran maestría. Cabía esperar algunos temas recurrentes y aparecieron, porque como él hizo la precisión en el caso del soneto de Borges, la calidad no está reñida necesariamente con la divergencia de ideas; siguieron siendo los fandangos el cante que el público espera con mayor fruición, y hubo un recuerdo de Manolo Caracol además de las milongas que tienen por título "Como el viento de poniente". Su actuación nos complació en mayor medida que otras ocasiones anteriores y el público supo reconocerlo así. Culminó la actuación del viernes con la sobria intervención de Angelita Vargas y el acompañamiento al baile, que recibió una merecida ovación de los asistentes.
Curro Malena y José de la Tomasa actuaron el sábado 10, acompañados respectivamente por Paco del Gastor y José Luis Postigo. La voz de Curro Malena es afillá, y tiende a los cantes sobrios (hizo soleá de Triana, seguiriyas, fandangos, martinete y toná además de unas bulerías); el acompañamiento de Paco del Gastor fue de indudable calidad). José de la Tomasa, de voz laína, interpretó cantes que según sus palabras no fueran reiterativos con respecto a Curro Malena, pues aunque algunos fueron coincidentes -fandangos y bulerías- eran de distinta filiación. Lo completó con unas malagueñas iniciales e intercalados unos tangos y unas alegrías. Huelga cualquier comentario sobre la calidad de José Luis Postigo en el acompañamiento; el baile de Pepa Montes y la guitarra de Ricardo Miño fueron de calidad contrastada, con un afortunado acompañamiento de Segundo Falcón al cante. Pusieron colofón a una noche con bastantes asientos vacios, a pesar de haber comenzado treinta minutos más tarde de lo anunciado en los programas.
El día 24 asistimos al último capítulo del Festival conmemorativo de los Premios del Concurso en lo tocante al mes de junio. Se alteró el orden previsto, pues Juan Habichuela había anunciado su retirada oficial de los escenarios; por ello la organización del Concurso y el Ayuntamiento de la ciudad, personalizado en su regente, Rosa Aguilar, le tributaron un cálido homenaje que emocionó al guitarrista. La actuación de El Lebrijano estuvo condicionada por su evidente merma física, según sus palabras; básicamente se ciñó su intervención a romances -retomó el de Gerineldo, que había cantado con su madre, La Perrata- y bulerías. Prefirió actuar a no aplazar la actuación de nuevo; Chano Lobato lo hizo con ese marcado sentido del compás tan característico, muy bien secundado por Juan Habichuela, particularmente en la soleá y en los aires de Cádiz. Se refirió con gratitud al Concurso, que le había permitido el definitivo lanzamiento. Ana María Bueno puso de relieve el porqué de la concesión del Premio del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba en su edición de 1974. Su elegancia en el baile, que tiene como referente a Pilar López.
Texto: Juan Pérez Cubillo