Revista La Flamenca. Teatro de la Maestranza (Sevilla) 8/3/2006
Abrió el acto Manuel Martín Martín, que nos recordó detalles de la vida artística de Antonio. Sus inicios, los cantes predilectos del jerezano, premios y condecoraciones... El primero en salir fue Calixto Sánchez con sus clásicas tonás. En esos momentos era difícil no emocionarse porque se oía llorar a Rosa, la viuda de Chocolate. Con lo que, al cante sin guitarra de Calixto, se unía la trágica melodía de una mujer rota por el dolor y los recuerdos. Con Manolo Franco el nivel se elevó a la enésima potencia y su excelente toque sirvió para que el de Mairena cerrara con las bulerías de los esquilaores y la Manolita. Esto dejaba entrever que dos cantes por artista era lo acordado. Sabia decisión.
El segundo fue Pansequito, que nos deleitó con unas sabrosísimas alegrías. Es impresionante su manera de defender los cantes ya en su plena madurez cantaora. Terminó por bulerías, donde puso las mismas dosis de su marcadísima personalidad, junto a la guitarra de Diego Amaya. En el ecuador del acto Milagros Mengibar puso la nota de color, también por alegrías, ataviada con la bata de cola. Su alumnado -bien representado esa noche en el Maestraza- no perdía detalle. Del atrás destacó "El Cabeza", un guitarrista experimentado del que cada vez se van acordando más las figuras. Y tras la bailaora, Aurora Vargas hizo más alegrías y bulerías con la raza y el coraje que le caracterizan.
Pero fue con José Menese, cuando se hizo justicia. Hasta ese momento, con la excepción del presentador, nadie había dicho nada sobre el homenajeado. El de La Puebla lo hizo, primero con sus palabras. Después con el lenguaje con el que mejor se expresaba El Chocolate: por soleá y seguiriyas. Todo esto acompañado por la guitarra del último escudero del maestro, Antonio Carrión. Y tras Menese, cerrando el cartel, El Capullo de Jerez que, para no desentonar con el resto de compañeros, cantó tangos, y más bulerías.
La noche fue muy interesante, pero echamos de menos los estilos mineros que tanto gustaban a Antonio. Alguien que hiciera su mirabrás, su martinete o su amplio repertorio por fandangos. De todas formas, imaginamos que habrá más momentos para recordarle. Con mayor o menor acierto, pero siempre desde el cariño.