
Juventud, divino tesoro - Santiago Lara y «La Moneta»:
En su permanente diálogo entre la tradición experimentada y el continuo renacer de un manantial fresco, la fuente de lo jondo se va nutriendo paulatinamente de una sabia nueva. En efecto, vocación y compromiso se dan la mano en la sinceridad artística de jóvenes promesas, que alimentan día a día, a modo de sueño hecho realidad, su más emotiva expresión artística mediante el Flamenco. En este caso, se han encontrado el guitarrista jerezano Santiago Lara, galardonado con el III Concurso de Jóvenes Intérpretes de la Bienal de Flamenco de Sevilla, y la bailaora granadina Fuensanta «La Moneta», delicado perfume de la escuela de «Mariquilla». Lara comenzó su recital con la rondeña de concierto, en la acostumbrada scordattura acuñada por Montoya y proseguida por Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar y otros guitarristas. Un trémolo rico en bajos habría de dar paso al cante, en un estilo compositivo cercano al empleado por Gerardo Núñez en Hacia mí. Seguidamente, los instrumenta percutivos facilitaron la modulación a los verdiales, tránsito codificado tanto por Paco de Lucía en La cueva del gato como por el propio Núñez en su rondeña de El Gallo azul. Con idéntica estrategia, la soleá, en su característica posición de Mi modal, derivaría, en su remate, hacia un mayor dinamismo, trayendo a la memoria, mutatis mutandis, la realizada por Vicente Amigo en De mi corazón al aire. En su progresión rítmica, los tangos, en la posición de Do sostenido -armonía elegida, entre otros por Cañizares en Del horizonte vienen-, presentaron una modulación a partir del estribillo en Mi modal. La cadencia con leves ecos de taranta, iniciada en Si menor, facilitaba, igualmente, un preludio para unos efímeros apuntes de improvisación. La tónica, en Fa sostenido, jalonó el zapateado, arropado por el acompañamiento rítmico, en un procedimiento similar empleado por Vicente Amigo (Vivencias imaginadas). Su huella habría de recordar, asimismo, los arpegios apoyados en Do Mayor de la bulería en Si modal, con la que cerraba su concierto. Dominio técnico y sabor actual, con una clara mirada hacia los modelos apuntados, presiden, en fin, las señas de identidad de este joven, pero maduro guitarrista.
Como Lara, «La Moneta» apostó por la fuerza rítmica, dejando ver un sello de sabrosa tradición artística. Su forma mentis se hizo patente en la estructura de las alegrías -adobada visualmente con la canónica bata de cola-, en virtud de los elementos insoslayables en tal estilo, es decir: las letras cantadas para el arranque, el silencio, en la cadencia menor (posición armónica de Mi menor), y la escobilla, con un ritmo progresivo en aras de modular a la bulería de Cádiz. En el intérvalo temporal en que la bailaora se preparaba para acometer la soleá por bulerías, los artistas brindaron al público un cante por tangos, recordando, sobre todo, los aires de Linares y Extremadura. En esta ejecución, sobresalieron tanto el buen hacer rítmico y gracejo de «El Extremeño», como las improvisaciones armónicas de los guitarristas en el transporte de La bemol, al aire y Mi modal, con la cejilla al cuatro (aunque luego Requena volvió in fieri a la posición de su compañero). «El Extremeño» realizó sendos preludios -con ritmo interior-, a fin de concederle más tiempo a «La Moneta» en el cambio de vestimenta, para dar paso -ahora sí- a la soleá por bulerías. Nuevamente el sabor tradicional dominó la ejecución no sólo en la adaptación de las letras sino también en la dilatada y amplia escobilla culminada por bulerías con ecos jerezanos. Dicho tempo rítmico tuvo su prolongación en el fin de fiesta gracias a reiteradas llamadas y contratiempos preñados de fuerza, sabor y solera. A modo de broche, «La Moneta» invitó a subir al escenario a Matilde y Rocío Coral, estampa simbólica en el diálogo de generaciones. La escena, bastante representativa de un hecho necesario para la custodia y revitalización del Flamenco, pone de relieve cómo la granada sabiduría de la experiencia da paso a la frescura y aliento vital de la juventud, divino tesoro, arropándola, para que, en definitiva, perviva cabalmente el rico legado de la tradición flamenca.
Texro: Francisco J. Escobar Borrego, (Universidad de Sevilla