Pedro El Granaíno y Miguel Lavi. Duelo de metales
Web Revista La Flamenca. Pedro Madroñal. Sevilla / Espacio Santa Clara - Claustro – / 30/9/2014 Fotos: @ la bienal Antonio Acedo
En el cante flamenco, el sonido, el color o la temperatura de la voz por sí sola ya merece la condición de música jonda. A esta afirmación categórica se llegó, principalmente, a partir de los años 50 del siglo XX en la llamada etapa neo-clásica o de recuperación, en la que la correcta interpretación de las melodías incluso de su templanza al compás pierden importancia frente al sonido del cantaor.
Bajo estas condiciones el mano a mano entre Pedro EL Granaíno y Miguel El Lavi cobra sentido y atractivo para un público falto de flamenco Retro como diría el crítico contemporáneo. Lo cierto es que el Convento de Santa Clara albergó a cientos de aficionados a una estética clara en el mundo jondo relacionada con la raza y una ética denostada en estos tiempos de mentes preclaras en el flamenco.
La composición del recital, simple. Dos cantaores, una parte para cada uno y al final hacemos un poquito por bulerías juntos y huir que viene la guardia civil. La simpleza del planteamiento no tiene implicaciones artísticas pero si le sumamos que cada cantaor interpreta cinco cantes y repiten tres, y más aún, de los repetidos cantes tonás, seguiriyas y tientos insisten en los mismo estilos reduciendo así casi dos horas de recital a las mismas melodías y ritmos caminamos al estrechamiento de un arte expansivo.
A parte de esto, la noche empezó con Pedro El Granaíno en los olivaritos del valle rematados con el Pregón del Uvero, de tono en las nubes y dispuesto a partirse la cuerdas vocales. Misma estrategia en la soleá apolá, uno de los estilos de moda en esta Bienal, no termina de conectar.
Se templa por tango y a media voz, ahora si nos hiere de muerte con el acero caliente de los bajos y con Morente en la cabeza, nos pican los labios, canta a compás y con sabor en el difícil estilo del tiento, lo mejor del de Granada. La seguiriya principia con una exquisita falseta de José de Pura que parece poseído por el maestro de Marchena, sacrificio y oficio del chiclanero. Dulcifica Pedro el drama de este cante y se lo traga por momentos. Sincero y sangre.
Se despide por fandangos naturales, en su garganta aparecen Manolo Caracol, Antonio Núñez “Chocolate” o Fernando Fernández “Terremoto” en una demostración de manejo de la emoción flamenca, con ligazón y repetición de tercios. Un repertorio conocido para disfrute de sus incondicionales que tienen razones suficientes para seguirlo.
Turno para otro registro. Miguel Lavi que se acompaña de Manuel Parrilla al toque y las palmas de Carlos Grilo y El Quini para derramar jerezanía por todo el claustro sevillano.
Le echó mano a la toná y la debla trianera para dejar claro quien se llevaría el gato al agua. Con una herramienta cantaora inferior a la mayoría de los cantaores jóvenes, es la actitud ante el cante el gran valor de El Lavi, su pelea con los bajos y su lucha en los altos proyectan una tragedia continua que causa placer.
De nuevo tientos que pasan al acompasado tango, clásico y moderno. El aire de la bulería por soleá sólo se respira en Jerez y Miguel lo guarda en sus pulmones como presente de futuro, lo da la tierra y el amor por ella. Seguiriyas de la casa, previsibles los cantes de Paco La Luz o Antonio Monje “Marrurro” pero sorprende jugándose la femoral con el remate de Juan Junquera, pidiéndoselo a la estrella. La valentía se antoja virtud. Gratitud.
Parrilla expone su partida de nacimiento por bulerías para que El Lavi secundado de lujo al compás se recree en su espíritu plazuelero. Santo y seña.
Suenan ruidos de dos metales que dejan un sonío a rancio en el pueblo. Por bulerías. Piel y geografía.
Ficha artística.
Espectáculo: Mano a Mano. /Espacio Santa Clara - Claustro – / día 29/9/2014
Cante: Pedro El Granaíno y Miguel Lavi.
Guitarra: Manuel Parrilla.
Palmas: Carlos Grilo y Joaquín Marín Flores “ El Quini “.