El Barcelona Jazz Festival recoge para la historia el que para mucho es ya “el mejor concierto en la vida” del guitarrista sevillano.
Revista La Flamenca. Xavier Grau. 9/11/2021 Fotos: Judit Rodríguez
Desde el vientre mismo del Raval de Barcelona, donde se excavó y construyó el espacio para el Auditorio del Conservatorio del Liceu allá por 2009, Rafael Riqueni arrebató el alma a los casi cuatrocientos espectadores que acudieron al mejor concierto ni siquiera imaginado por el propio guitarrista sevillano desde su fulgurante retorno a los escenarios.
Rápido. Ágil. Tranquilo y muy inspirado. Desde la primera granaína, Triste Luna, con la que abrió la velada, Riqueni ofició en directo, con guitarra sola y durante una hora y media, un recital de titán insólito. Sólo Sabicas y Paco de Lucía en sus inicios han abordado la dificultad y exigencia -también para el público- que supone recital a solas con su repertorio.
Desgranó Riqueni su último disco, Herencia, que puede darle el Grammy en un par de semanas en Las Vegas. Recosió la noche magistral con hasta dieciséis piezas de arte que justificarían ellas solas un concierto. Temas del primer disco Al Niño Miguel (álbum Juego de Niños 1986), Esa Noche y Benamargosa (Alcázar de cristal 1996) o Tiempos pasados, El estanque de los lotos, La isleta de los patos y Trinos de Parque de María Luisa, la ya certificada obra maestra de su retorno en 2017. Todo consagrado a lo grande de la noche que cerró con Recogiendo Rosas y aplaudido a rabiar en un recinto que acoge desde 2001 l’Escola Superior de Guitarra Flamenca.
La música de Riqueni resultó un estilete directo al corazón del público que absorbió clavado al asiento el legado senador. Ni una tos, ni un carraspeo en la platea. Casi sin respirar para no romper la magia se quedó la sala desde el minuto uno. Sólo lo atronador de las ovaciones retumbó desde el subsuelo de este barrio que despliega en la superficie el ajetreo de la vida que fluye precipitada y al borde del colapso. Todo lo contrario del oficio de Riqueni, esa guitarra que es la escuela del reposo y de la autenticidad según ha dejado dicho Mauricio Sotelo.
Rafael Riqueni explica, poco después del concierto que ya es para muchos testigos “su mejor concierto en la vida”, cómo ha vivido él esta noche de gala: “Me sentí disfrutando en el escenario, muy a gusto, muy centrado y muy tranquilo, tocando bien y con las manos y los dedos muy ágiles”. Otros incluso aseguran haber oído de su entorno, entre los bises, expresarse así a sus próximos: “Ya los ves Rafael, hoy es tu día...”.
“La guitarra da sorpresas agradables algunos días...” añade el Maestro.
Desde el círculo blanco delimitado por la austeridad de una iluminación ideal, aupado por el sonido perfecto de su técnico de cabecera, Manuel Meñaka, Riqueni sanó almas y espíritus a fuego con el segundo tema. La Soleá de los Llanos.
Quedó apuntado al instante que Riqueni venía a tocar desde otra galaxia. A hacer música, que también, pero de un modo tan especial que parece incluso querer desaparecer del escenario como intérprete para dejar sólo la emoción del acorde en las tablas. Si la música es ritmo y es sonido, incluso el tiempo pareció emerger para encajar entre los dedos del de Triana: ni el aire dejó de escuchar.
Apunten una recomendación: cierren los ojos para dar oídos a este guitarrista estratosférico la próxima que le tengan en el teatro de su ciudad. No escucharán. Sentirán. Sanarán. Vivirán y revivirán una música que disipa el tiempo y la materia como único credo posible. Porque Riqueni no tocó, no interpretó. Ofició en Barcelona el exorcismo de la pureza y de la vida en el subterráneo de una ciudad, y por ende de un mundo, que se desangra con remedios de todo a cien. Esa es su herencia. Riqueni no nos deja escucharle. Nos arrastra a sentirle. A vivirle en una séptima, octava o novena dimensión, ¡la que sea!
Quien no lo sintiera así en esta noche histórica para el Festival De Cajón! puede que esté muerto. Pero no sufran. También para este ligero inconveniente tiene Riqueni acompañamiento, sino remedio: la transcripción de Amarguras de Font de Anta como primer bis con un tema que va camino de la leyenda.
PS: Para el registro de la historia, éste fue el programa completo interpretado por Riqueni en la Ciudad Condal: Tierra Luna, Soleá de los Llanos, Al Niño Miguel, Farruca Bachiana, Minerico, Lágrimas, Herencia, Esa Noche, Tiempos Pasados, El Estanque de los Lotos, La Isleta de los Patos, Trinos, Benamargosa, Pureza, Amarguras y Cogiendo Rosas.