Revista La Flamenca. Miguel Ángel Barea. Sevilla. Teatro Lope de Vega 17/5/2011. Foto: Félix Vázquez
La bailaora malagueña Rocío Molina, con tan sólo 26 años y galardonada en 2010 con el Premio Nacional de Danza en la modalidad de Interpretación por el Instituto Nacional de las Artes Escéncias y la Música, entre una larga lista de premios, estrenó ayer 17 de Mayo a las 21:00 horas en el Teatro Lope de Vega de Sevilla su espectáculo “Vinática”.
En este nuevo espectáculo, Rocío se inspira en “La torre de Babel”, pintura de Peter Brueghel, el Viejo, reflexionando sobre la polaridad entre las partes derecha (inacabada) e izquierda (terminada), planteándose ahondar en la deformación de la técnica adquirida durante muchos años para tomar más conciencia de su propio lenguaje. La puesta en escena lleva detrás una profunda investigación en torno a la deconstrucción del cuerpo y su armonía, y con el vino como vehículo para viajar a la memoria de la artista, cuenta con el asesoramiento dramatúrgico del prestigioso escritor Roberto Fratini.
En esta ocasión, Rocío se rodeó de un grupo de jóvenes muy preparados y punteros del mundo del flamenco: Eduardo Trassierra a la guitarra, Jose Angel Carmona “Carmona” al cante y a la mandolina, y del bailaor Jose Manuel Ramos “El Oruco” a las palmas y el compás. Asimismo, Rocío comparte con Rosario “La Tremendita” la Dirección Musical.
El espectáculo contó con una iluminación que se nos antoja funérea, un vestuario sencillo y un decorado sobrio donde se sitúan, entre otros elementos, algunas lámparas de techo, paneles con siluetas humanas, una escalera de trabajo, una escuadra de paneles a modo de puertas, e incluso un precioso pastor alemán que reside plácidamente echado sobre la tarima al inicio de la obra, hecho que nos sorprende por ser la primera vez que vemos un perro formando parte de un espectáculo de flamenco, pero que incluso va más tarde más allá, al danzar la bailaora de forma tal que nos sobrecoge en base a un fondo sonoro de ladridos.
Rocío se muestra con seguridad y firmeza en el escenario, bailando a veces en conjunción de la talentosa voz de José Ángel Carmona y la guitarra de Eduardo Trassierra, la cual se mostró moderna, intimista y de gran expresividad, en particular, en la interpretación de la rondeña solista. Podemos ver la bailaora danzar por cantiñas, con silencio intimista y escobillas muy originales. Destaca un zapateado magistral realizado en torno a una copa vacía situada sobre la tarima, que desata el aplauso del público. Por zambra, se acompaña de una pandereta, interiormente iluminada, y de una brillante mandolina de José Ángel Carmona, que estalla con la rotura de unas botellas, con las que marcaba compás “El Oruco”, y de la copa anterior mediante una fuerte pisada de Rocío sobre la tarima. Por bulerías, Rocío realiza un dúo imponente con el “El Oruco” de taconeo y percusión, mediante el uso de las manos sobre una maleta. Por seguiriya, Rocío se muestra potente, con garra, con espléndidos taconeos que no dejan lugar al respiro. Nos resulta curiosa la interpretación por la bailaora de un solo de taconeo de carácter improvisado, haciendo eco en el sonido que produce un efecto de solapamiento auditivo en las frases rítmicas. Culmina musicalmente la obra con un vals de Chopin, interpretado a la guitarra, que dará lugar a la caída de Rocío al abismo del filo del escenario quedando suspendida por una cuerda. La guitarra quedaría relevada por el vals de Chopin grabado e interpretado a piano, siguiendo el baile de Rocío en suspensión al filo del escenario, lo que origina un momento de conmoción en el público.
Ante los aplausos clamorosos del público, los artistas se despiden brindando con copas y una botella de vino. Sin duda, una vez más la joven bailaora, apoyada por los tres jóvenes artistas acompañantes, fue capaz de mantener la atención del público durante toda la representación, no defraudando en absoluto a sus seguidores, haciéndonos una vez más disfrutar de su gran imaginación y creatividad.