Edu Guerrero celebra su décimo aniversario como compañía por todo lo alto y Águeda Saavedra presenta con éxito su primera pieza.
Revista La Flamenca. Jaime Trancoso. 3/3/2023
Según Águeda Saavedra “Venero” es un referente recurrente, un goteo constante, el principio y la fuente, algo que brota de forma natural y que permite volver si es necesario, o no mirar jamás atrás. Sea como fuere, es cierto que la pieza era cíclica y el efecto de ese goteo constante se escuchó hasta tres veces durante la obra.
La música de Juan Campallo, fuente creativa de inspiración para crear movimientos, era ese punto de partida para un programa con muchos contrastes estilísticos. Águeda salía de un venero representado en forma de flight-case a la par que cantaba Corbacho y Pepe de Pura. Quizás demasiado lúgubre ver a Águeda Saavedra arrastrándose por el suelo diez minutos. Menos mal que este ambiente contemporáneo sombrío terminó en cuanto Águeda se puso los pantalones y una chaquetilla torera como si fuera la mismísima Carmen Amaya.
El baile de Águeda Saavedra por alegrías no puede ser más virtuoso, limpio, impresionante, mientras que jugaba con Jesús Corbacho con unas cintas para amarrarse el pelo. El juego comenzó gracias al compás de José Manuel Oruco y sus palmas. El flight-case se había convertido ahora en una mesa sobre la que Oruco y Saavedra marcaban todo tipo de compás con los nudillos, mientras que además Águeda se cambiaba.
Para el percusionista Paco Vega el venero, o el flight-case, era como un cajón. Con dicha técnica lo tocaba sacándole soniquete como si de un instrumento se tratara. La verdad que aquí de compás estaban todos “sobraos”. El espectáculo se iba abriendo hacia lo ameno, mucho más entretenido que ese comienzo tétrico de la taranta. Tanto juego nos llevaba a la alegría de la infancia, a los juegos de colegio, a esa inocencia fresca de la juventud.
También magistral fue la participación de Jesús Corbacho y Pepe de Pura, que en este último caso seguía por seguiriya, en un contraste estilístico brutal, con Águeda luciendo una bata de cola negra y castañuelas. Es impresionante cómo estos grandísimos cantaores pueden ofrecernos tres espectáculos totalmente diferentes, con actuaciones soberbias, en tan solo una semana, ¡con lo que ello implica de ensayos, sacrificio, concentración y cuidado de la voz!
El espectáculo terminaba en forma cíclica con el goteo del venero, ahora el flight-case hacía las veces de baúl para Saavedra. La guitarra de Juan Campallo sonaban como dos, cantando y destacando la melodía sobre el acompañamiento. Una soleá muy enérgica en la que pusieron el resto, con la iluminación ahora con un porcentaje mayor y con tanta fuerza que Águeda saltaba con las dos piernas a la vez, para finalizar escuchando de fondo los verdiales de su Málaga.
“Venero” es uno de esos espectáculos que crean afición y nos quedamos con las ganas de verla pronto en el Teatro Villamarta. Si bien es cierto que Águeda Saavedra ganó el premio a la artista revelación en la pasada edición por su intervención en el espectáculo “Sí, quiero” de la Compañía Mercedes de Córdoba y dicha autora no ha dirigido su espectáculo con la idea de marcarle un camino estilístico, sino más bien ha querido ofrecerle “un paréntesis para que ella coja el suyo propio”, la verdad es que la huella nos resulta demasiado evidente a pesar de tener personalidades dancísticas diferentes. Quizás sea el momento, a partir de ahora, de beber de otros veneros, de buscar otras fuentes de inspiración y asesoramiento para la joven malagueña, otra dirección escénica que resalte aún más su propia personalidad.
El diseño de iluminación de Antonio Valiente, que ya ha destacado notablemente en otras ediciones del festival, fue muy sugestivo, ya que repentinamente cambiaban de estilo radicalmente, de alegrías a seguiriya, y ese cambio requería un contraste lumínico también primordial, tajante, brusco. El espejo o lámina metálica que se colocó en el centro del escenario para crear el efecto del agua también hubiera tenido mucho más resultado si se hubiese colocado la grada en la sala para el público, como estaba previsto. También sorprendió con una luz frontal en horizontal desde la mesa. En la mesa de mezclas, de la que partieron también breves grabaciones, Ángel Olalla fue otro mago fundamental.
Eduardo Guerrero estrenó “Bailar no es sólo bailar” en el Teatro Villamarta con gran éxito porque parece haber encontrado su centro o esencia como artista en una especie de viaje hacia su origen y territorio. Celebra así los diez años desde que formó su compañía lanzando su carrera artística en solitario, que ha resultado ser imparable. Guerrero goza de un momento muy dulce. No solo es profeta en su tierra, sino que además triunfa internacionalmente con giras recientes y futuras por Brasil, Colombia o Portugal.
Con este bagaje ha llegado a la conclusión de que bailar no es sólo bailar, sino que, tras esta actividad artística, se esconde mucho más. En sus propias palabras: “empiezan a surgir emociones que uno vive que sólo ocurren en el escenario, cómo preparar tu cuerpo, la sintonía con los artistas que te acompañan y otra serie de cosas”, aseguró ante los medios de comunicación.
Desde luego apareció muy bien acompañado. No sólo en el escenario, sino también en el asesoramiento. Eduardo Guerrero contó en el escenario con el cante de María Terremoto, con una fuerza bestial, y la dulzura de una veinteañera que va camino de convertirse en estrella, Ángeles Toledano, la incesante guitarra de Benito Bernal y Pino Losada, más una percusión más que sugerente con tambor y pandero de Iván Mellén. Además, a este equipo artístico se sumó la colaboración de Arthur Bernard-Bazin y Sara Jiménez en la dirección, creación del espacio escénico y asesoramiento coreográfico, más la dirección musical de Rosario “La Tremendita”.
En este sendero, la verdad es que la puesta en escena resultaba muy novedosa. Parecía que iba a ser un espectáculo oscuro por la cantidad de humo (en realidad niebla), que había en el escenario que ni siquiera dejaba entrever que no había telón de fondo, pero no, simplemente se buscaba un comienzo místico en un espacio escénico diferente que se consiguió dividiendo el escenario en dos por una estructura de calle, las vallas especialmente bajas, así como las calles, en diagonal dejándolas totalmente a la vista. Interesante propuesta la de Fernando Martín al diseño de iluminación. En el sonido de Félix Vázquez, destacamos la magnífica ecualización de las guitarras y las voces, y lo bien que se escuchaban los pies, aunque el máster de la PA estaba quizás demasiado fuerte.
Nos gustaría destacar el juego que dio esa estructura de calle de luces implantada casi en el centro del escenario, que lo mismo sirvió de cruz, de la que incluso Guerrero se colgaba casi crucificado casi como si fuera un penitente, como de escalera para ascender a Ángeles Toledano, creando una bellísima estampa. Al final del espectáculo, Edu, ya sin camiseta, consiguió poner el Villamarta boca abajo con recursos como la carretilla que enloqueció al público, en un cierre que terminaba con tres gobos en boca. Por el baile del protagonista, la creatividad del asesoramiento, el cante femenino, la amabilidad del espectáculo, así como por la corta duración del espectáculo de 70 minutos y, por qué no, el hecho jugar en casa, “Bailar no es sólo bailar” aspira a conseguir el Premio del Público.