El siglo XIX fue copioso en la profusión de estampas y grabados, una forma de arte que proliferó al difundirse gradualmente con la revolución industrial, facilitando el acceso del arte a las clases sociales menos favorecidas y propiciando un desarrollo sin precedentes en la producción de dibujos y grabados. A pesar de que la técnica fotográfica ya había experimentado un cierto desarrollo, aún no se había descubierto la forma de incorporarla a las publicaciones litográficas, de tal manera que los ilustradores y grabadores siguieron siendo vitales para la industria editorial, dejando una idea muy gráfica de su tiempo en las llamadas crónicas de viaje. Esta circunstancia, propició que hoy podamos reconocer claramente en estos grabados la evolución de aquellos adelantados empeñados en vivir de su canto, su música y su danza. Hecho que sin duda tuvo un enorme interés para los escritores y lectores europeos de la época, a juzgar por la enorme cantidad de imágenes y textos escritos sobre el tema.
"Los románticos y el flamenco" es una pequeña muestra de algunos de estos grabados recientemente expuesta en Sevilla en el transcurso de la XV Bienal de Flamenco. Un total de treinta y ocho grabados, xilografías y serigrafías, que se suceden desde el último tercio del siglo XVIII hasta principios del siglo XX. Una ronda de imágenes que invita a recordar la importancia de echar de vez en cuando una mirada hacia atrás, un proceso que avanza con la exposición, para descubrirnos finalmente las populares escenas de los cafés cantantes de uno y otro siglo. La danza fue sin duda excepcionalmente recurrente para estos intrépidos reporteros, reflejando con enorme exactitud los bailes de candil, en el contoneo del tango americano, los jaleos y los refinados bailes de palillos. Testimonios gráficos copiosamente reiterados por Gustavo Doré en su libro "Viaje por España". El pintor sevillano José García y Ramos, ilustrador del regionalismo andaluz, se ocupó en abundancia de inmortalizar con devoción aquellas primeras escenas de ferias y cafés frecuentadas por los flamencos, que en ocasiones encontraban en la mendicidad la forma más elemental de subsistencia, según Jean Andre Alfred Cluysenaar en su grabado "Les Menestrels"
Un pintor americano llamado William Turner Dannat, viene a describirnos en "The Quartett" (Metropolitan Museum of Art, New York) una de aquellas populares escenas descritas por Estébanez Calderón e ilustradas por Lameyer, en la que bien se puede adivinar la rancia figura de El Fillo y su inseparable compañera La Andonda, cortejados ambos por sendas mandolinas. Apoyándose en un hermoso relato de Cuningham Graham, el sevillano Antonio Chamán resolvió eficazmente la gentil figura de la legendaria Aurora La Cujiñí, con el esplendor y la donosura de una joven macarena en el inicio de su danza. La guitarra se manifiesta radiante en muchas de estas pequeñas obras, no solo como compañera de las escenas de cante y baile, sino como instrumento primordial al tiempo que un símbolo; ver "La Cigale" del italiano Gaetano de Martini y "Gipsy musicians of Spain" de John Phillip. La danza del fandango prolifera abundante en este tipo de obra ya que llegó a significar el baile popular por excelencia. El grabado mas antiguo de esta colección (1789) se llama precisamente así: "La danse du fandango". Afortunadamente estos románticos se ocuparon de reflejar en sus carpetas y libros de viaje todo lo que vieron en un país entonces revuelto y empobrecido pero lleno de belleza natural, sin saber que fueron testigos del nacimiento de un arte al que hoy llamamos con júbilo "flamenco".
Angel Lacalle