El guitarrista y cantaor, Hijo de La Perrata, hermano de El Lebrijano y padre de Dorantes y Pedro María fallecía este miércoles 20 de diciembre.
Revista La Flamenca. R. De la Villa. 21/12/2023
El frío y gris medio día de este miércoles se preparaba para darnos una triste noticia, en estos días donde la alegría y la ilusión del espíritu navideño toman las calles de las ciudades. Unos problemas de salud apagaban la vida de Pedro Peña Fernández, guitarrista y cantaor lebrijano, gitano por la gracia de Dios, orgullo de su raza.
Sin duda alguna un varapalo para Lebrija, para el arte, para la cultura, para el flamenco…, pues aunque retirado desde hacía tiempo de los escenarios, era un eslabón esencial de una familia flamenca. Pero como buen patriarca se ha asegurado que su saga siga perpetuándose.
Hablar de la familia Peña Fernández es hacerlo de toda una institución del flamenco en Lebrija y en el mundo. Desde Utrera, vienen estas raíces jondas de la familia que vino a reforzar con flamencos de Lebrija, pues Pedro Peña era sobrino del legendario Perrate de Utrera, hijo de María la Perrata, hermano de Juan El Lebrijano, y como su herencia más preciada, nos deja a sus hijos: el pianista Dorantes y el guitarrista Pedro María Peña.
Si algo ha caracterizado siempre a Pedro fue su espíritu creador lleno de talento y curiosidad que le llevó a ser maestro y estudioso volcando todo ello en letras, discos, libros y acordes.
Su punto álgido como artista fue en los años sesenta, época en la que acompañaba a figuras imprescindibles como Terremoto de Jerez, Tía Anica la Piriñaca, Antonio Mairena… en festivales flamencos. Así, en su trayectoria en el toque, junto a su primo Pedro Bacán se convirtió en uno de los guitarristas más solicitados del momento.
Pero además fue una figura clave para la impulsión de la cultura y las costumbres ancestrales de su localidad, vecino fundamental para la historia presente y futura de Lebrija, pues él, en el año 1966 fue quien dio el impulso definitivo para que se celebrara la Iª Caracolá Lebrijana, recibiendo en el 2021 su máximo galardón, el Caracol de Oro.
Pero lejos de querer envejecer en los escenarios, cosa que dejó para su hermano El Lebrijano, durante mucho tiempo supo alternar el compás, la guitarra y el cante con su profesión como maestro de Educación Primaria.
Además, su fiel compromiso con la Historia y con el legado de su gente, a la que dedicó una buena parte de su tarea como investigador y escritor, unido a su inconformismo expreso ante las injusticias sociales le llevó a crear, desde el Secretariado de Estudios y Aplicaciones para la Comunidad Gitana, un programa de escolarización para los niños gitanos que supuso un antes y un después en políticas sociales.
Sin olvidarnos, por supuesto, de su faceta como escritor y ensayista flamenco, dejándonos títulos como "Hijuelas", un libro de poemas compartido con su querido y admirado amigo, el poeta Casto Márquez; o "Los Gitanos Flamencos", un ensayo de profundo análisis e investigación sobre el flamenco, que recibió excelentes críticas y que incluso fue traducido al francés por Bernard Leblón, Profesor de lengua, literatura y cultura española en la Universidad de Perpiñán, Francia.
Sin duda alguna, ya fuera con su cante, su toque, su literatura o su enseñanza, Pedro se encargó de hacer historia en el mundo gitano y flamenco. Y aunque el adiós del patriarca de la inagotable fuente creativa de los Peña, nos deje un gran vacío interior, la carga se hará más liviana cuando seamos conscientes de su eternidad, pues en vida se encargó de perpetuar su especie, su historia, su cultura, su flamenco, gracias a importantes obras que serán efímeras y dejando su legado, ahora, en manos de sus hijos, Dorantes y Pedro María Peña, dos fuertes eslabones de su estirpe gitana y flamenca.