El éxito de crítica de la novela autobiográfica del fundador del Taller de Músics certifica el reconocimiento y la buena salud artística del Flamenco y sus figuras catalanas
Revista La Flamenca. Xavier Grau. 23/4/2021
Casi como un guante le encaja la soleá morentiana a este nuevo Lluís Cabrera novelista:
Tu vienes vendiendo flores
Las mías son amarillas
Las tuyas de dos colores
Todas las reseñas sobre su primera obra de ficción que se han escrito son “acertadas”, dice el fundador del Taller de Músics y activista cultural, social y político destacado en Catalunya con proyección en toda España. En especial, la valoración que más le gusta señalar, a los dos meses de la aparición de su primer relato, es la de Luis Boada cuando refiere “el desgarro y el destierro” que sintieron miles de niños y niños andaluces que tuvieron que abandonar su tierra por motivos socioeconómicos allá por los 60 del siglo pasado.
En La vida no regalada (Roca Editorial), Lluís Cabrera novela -según dice la ficha publicitaria del libro- “la evolución de España desde los últimos años de la dictadura hasta llegar a la Transición, a través de la vida de su protagonista, Lorenzo Almendro: el día a día de un niño de un pueblo de Jaén que emigra con sus padres a Barcelona durante los años 60 y se establecen en el barrio de Verdún”.
LA PEÑA ENRIQUE MORENTE DE BARCELONA IMPULSÓ EL ARTE PERO TAMBIÉN LA REIVINDICACIÓN VECINAL DE UNA CIUDAD BAJO LA IMPOSICIÓN DEL FRANQUISMO
Como telón de fondo, toda la complejidad de la Barcelona bajo el franquismo con su cruce de combates sociales, identitarios y democráticos que con el paso de los años observa Cabrera con nostalgia. No en vano, con 16 años, él se empeña en fundar la peña flamenca Enrique Morente en la que darán cabida a mucha velada artística sabatina pero también a potentes luchas vecinales por la mejora del barrio. Y además, programarán cursos y clases con personajes destacados de la izquierda del momento como Pasqual Maragall, Josep Maria Balcells o Manel Rius.
“Incluso programábamos charlas sobre sexualidad y anticoncepción para las mujeres”, recuerda oteando aquellos años en los “las peñas se declaraban claramente apolíticas y se prodigaban en programación artística con gran éxito como la peña Fosforito de L’Hospitalet o la peña Antonio Mairena de Cornellà.
El éxito entre la crítica que la novela ha tenido, como espejo de una época en la Barcelona de la emigración y cómo “retrato sin tapujos de un mundo construido a contracorriente” -afina Boada-, certifica además el éxito de la lucha de Cabrera y otros muchos por el flamenco en Catalunya. “Yo solo intenté, inconscientemente, naturalizar el hecho flamenco en Catalunya un en tiempo de plena imposición franquista”.
“El horno del flamenco es andaluz pero se expande rápidamente y Catalunya no es ajena con artistas de la talla de Carmen Amaya o familias como los Borrull”, apunta. “Incluso la rumba catalana -añade- bebe de ese contacto entre Cuba y el flamenco que echa raíz en Barcelona”.
JOAN MANUEL TRESSERAS DICE QUE ‘LA VIDA NO REGALADA’ ES “UNA VACUNA CONTRA EL SECTARISMO”
Casi cincuenta años después de todas sus primeras peripecias culturales y reivindicativas -incluido un paso por la cárcel Modelo por apoyar una de tantas huelgas laborales de por aquel entonces-, la visión novelada de ese período recibe notables elogios. Como el del exconseller de Cultura de la Generalitat, Joan Manuel Tresserras destacando “unos relatos trenzados con memorias y perfiles personales”. Para este respetado intelectual y político independentista, la novela resulta “una vacuna contra el sectarismo y la tentación simplificadora de la complejidad de la cultura y la sociedad”.
Los avatares personales de Cabrera con su tremenda inquietud artística le han llevado a mantener intensa relación humana y profesional con grandes que van de Enrique Morente, a Camarón y Tete Montoliu hasta Mayte Martín, Miguel Poveda, Ginesa Ortega o Duquende. Una charla con él es un rosario de buenas referencias a grandes como Chiqui de la Línea (de la Concepción, apostilla, “pero a mí me gusta llamarlo por su nombre completo: José Miguel Vizcaya Sánchez”.
Su esfuerzo por reconocer el talento de los flamencos que se proyectan al mundo desde Catalunya le facilita insistir y apuntar -con memoria detallada- a muchas otras figuras tan solventes como Carmen Corpas, Montse Cortés, La Tani, La Tolea, Chicuelo o Juan Ramón Caro.
“A MÍ NO ME DUELEN PRENDAS DECIR QUE APRENDÍ CATALÁN CON ‘LA CANÇÓ’ PERO TAMBIEN GRACIAS A MI AMIGO DE LA INFANCIA QUE ERA EL ÚNICO QUE LO HABLABA EN EL BARRIO”
Su diagnóstico sobre el reconocimiento y el estado del flamenco en la Catalunya de hoy es más que optimista. Y fundamentado. “Las diferencias culturales que el pujolismo quiso acentuar no son tantas”, sentencia. “Y muchos como yo, que llegué a Barcelona a los nueve años, somos parte andaluza y parte catalana y no me duelen prendas decir que yo aprendí catalán con “La Cançó”, pero también gracias a mi amigo de infancia Juan Sans Villella que era el único que hablaba catalán entonces en el barrio...”
“Si hubo en esos años en Catalunya una cierta filosofía de intelectuales que consideraron el flamenco una imposición del franquismo”, recuerda Cabrera. Y “existían, entonces y ahora, muchos personajes ‘pudientes’ que buscaban en el flamenco ese marketing puro que es el elogio de lo salvaje, lo racial y lo exótico”.
BIENVE MOYA DESTACA EL RELATO DE LA “ODISEA DE LOS ‘ANDALUNYOS’ RESIDENTES EN LOS BARRIOS BARCELONESES DE LA POSGUERRA
Y en ese cruce, La vida no regalada explica, en palabras de Bienve Moya Domènech, “la odisea de los ‘andalunyos’ residentes en los barrios barceloneses de la posguerra. Con este apelativo, “andalunyo” (ligazón de Andalucía y Catalunya), se determina el autor y determina a sus iguales. Una versión de este mundo desde la propia factoría andalunyesa. Por cierto no siempre coincidente con la de Juan Marsé y otros autores barceloneses de “casa bien”.
Mide con tiento Cabrera ese paralelismo sugerido con Marsé. “Yo soy hijo de un jornalero andaluz y de una ama de casa de clase humilde”, explica con orgullo. Recuerda, en la génesis de la idea de novelar su vida, cuando allá por 2006 falleció su padre: “un hombre de pocas palabras, porque las palabras hieren, decía”. “Con su muerte -añade- viví un largo y duro duelo por la pérdida de ese calor y esa ternura con la que siempre me cuidó”.
Respecto a la evolución del flamenco en Catalunya, Lluís Cabrera teje su propia teoría: esa que acentúa la confluencia del flamenco y el jazz con un puntal clave en la enseñanza del Taller de Músics como centro bandera. “Toda la gente del jazz y del flamenco desde Tete Montoliu y Morente se han ido mezclando y reforzando y así hoy los flamencos catalanes ven reconocido el sitio que se merecen en todas partes”.
PRECURSORES COMO “EL CALIFA”, VALORES ACTUALES COMO DAVID LEIVA Y ESTRELLAS INDISCUTIBLES COMO POVEDA, CHICUELO Y ROSALÍA INTEGRAN UNA ESCUDERÍA LUMINOSA
Anota Cabrera una escudería luminosa de artistas proyectados desde Catalunya: precursores como Julián Navarro “El Califa” o Pepe Motos (pionero del cajón en los inicios de Mayte Martín), valores actuales como David Leiva, transcriptor oficial de Paco de Lucía, además de otras estrellas indiscutibles como Miguel Poveda, Chicuelo o Rosalía.
La historia que recuerda Cabrera es la de los años 70 y 80 en una Barcelona que bulle con el descubrimiento del flamenco por parte de las clases intelectuales, universitarias y más burguesas de la ciudad.
De entonces hasta hoy, “con sectores recalcitrantes que siempre quedan”, ha aumentado una plantilla de grandes artistas en ciernes. Todos ellos con recorrido firme y a quienes en nada merma origen catalán. Expone el veterano Cabrera, con intención, a jóvenes creadores de nombre o apellido inconfundible: “Ahí están al cante Pere Martínez, Anna Colom, Jordi Fornells, Queralt Lahoz o Thaïs Hernández y a la guitarra otros como Pau Domènech, Marc López o Diego Gómez, el hijo además de Chicuelo”.
“LOS ÚNICOS QUE TENÍAN AUTORIDAD PARA HACER CANTAR A MIQUEL POVEDA EN CATALÁN FUERON ENRIQUE MORENTE Y JUAN HABICHUELA”
Como siempre, sin dar puntada sin hilo, en estos meses de promoción de su novela, Cabrera también reivindica el papel de otros muchos artistas, músicos, críticos, también de los tablaos y sus promotores, en esa normalización del flamenco en Catalunya. Sigue fijado su perfil en esa leyenda muy cercana a la realidad que le sitúa como promotor del sorprendente disco en catalán de Miguel Poveda allá por 2005.
“Yo sí le sugerí que él tenía un deber histórico con el flamenco y con Catalunya porque si él hiciera un disco en catalán, él que se ha criado en Badalona, haría cambiar a otra muchísima gente su manera de pensar respecto al flamenco”. Pero quienes le convencieron realmente de hacerlo fueron, recuerda prudente, Enrique Morente y Juan Habichuela que “ellos sí tenían esa autoridad”. Sea como fuere, ese disco de Poveda titulado Desglaç, es hoy un hito. De él destaca Cabrera “el texto ‘Boca seca’ de Narcís Comadira con el que Poveda crea una nueva toná por la lengua y las variaciones que el catalán le ofrece a él y a Miquel Gil”. Y que ya puestos, un cante povediano más que se amolda como un guante más a todo el recorrido vital de Cabrera:
Hem cridat fins a no poder més:
la pau, la pau,
la pau i la justícia.
Justícia i llibertat
fins a no poder més.
(Hemos gritado hasta no poder más:/ La paz, la paz,/ La paz y la justicia./ Justicia y libertad/ Hasta no poder más).