Revista La Flamenca. Pedro Madroñal. Sevilla / Real Alcázar/ 19/9/2014 Fotos: José Montiel Márquez
El flamenco comprendido como arte y parte de nuestra cultura más que como entretenimiento o divertimento tiene en la belleza un medio precioso y preciso para describir el mundo, lista para usarse en los dos procesos básicos de esta manifestación artística tan peculiar, el de la estética y el de la comunicación, ayer, con Marina Heredia, sólo funcionó una parte.
Razonamiento filosófico para empezar la pequeña historia de lo que fue una noche bella pero sin fondo jondo. Y eso que durante el amable paseo por la calle San Fernando camino de la Plaza del triunfo, puerta de acceso al Real Alcázar sevillano, se me cuadraron los sentidos mientras escuchaba los músicos pedigüeños que habitan en los aledaños de la giralda.
La espectacular estampa que conformaba el escenario en el patio de la montería con la portada del palacio, columnas y arcos de estilo mudéjar invitaban a la cantaora granadina a encontrarse como en casa, demasiado confiada.
De negro y plata, como una emperadora indú, aparece una Marina Heredia de proporciones fastuosas y rotundas, hermosa cara y ojos misteriosos con su padre Jaime Parrón de la mano para entonar el romance del Negro del Puerto con recuerdos al Castillo de Luna a la que Marina añade unos arabescos para que aparezca el flamenco más orientalizado de la bienal.
Miguel Ángel Cortés nos regala una extraordinaria falseta de inicio para la granaína en la disfrutamos de una voz del color mate, fina y elegante en la dicción. Acamaronada en los tientos no se encuentra con el toque de José Quevedo demasiado percutivo. Todo lo contrario que por alegrías donde el tocaor desarrolla toda su imaginación con estructuras armónicas contemporáneas acompañado por el soniquetazo de Paquito González y las palmas y coros de Jara Heredia y Anabel Rivera.
Por seguiriyas, Marina se busca en los ayeos jerezanos sin terminar de conectar con el público para dar paso a la soleá acompasada que entona a la limón con su padre. Una situada en Triana, el otro en Alcalá y Lebrija mientras el toque a dos voces de El Bolita y Cortés restan libertad a un Parrón que aun así demostraba saber dónde se esconden las costuras del cante.
José Quevedo “El Bolita “, se queda con Paquito González para interpretar soleá por bulerías de forma jovial, alegre que parece compuesta mirando a Cádiz. Vuelve la cantaora vestida de noche para cantar un bolero y una ranchera con el piano magistral de Joan Albert Amargós y la trompeta de Julián Sánchez. Que sí que sí, en homenaje a los cabarets granadinos, bonito pero sin sentido.
Pidió paciencia a los cavernícolas que querían escuchar flamenco en la bienal de flamenco y se fue hasta el Albaicín en busca de los fandangos del lugar para, sin salir de Granada, del Sacromonte, cantar la mosca y tanguillos con arte, con gracia.
Por último y por tangos, se escucha el mejor cante de la noche, donde todo tiene sentido, el acompañamiento-laud y guitarra- se ajusta al espíritu del estilo, el compás exquisito dota a la composición de dinamismo y frescura, la voz de Marina está entera, limpia y creíble. Cierra con unas bulerías acancionadas, única novedad en el cuerpo de coplas tradicionales que interpretó Marina Heredia en su estreno absoluto de “Garnata”. Mucha estética poca comunicación.
Ficha artística:
Espectáculo: Garganta. Estreno absoluto / Real Alcázar/ día 18/9/2014
Cante: Marina Heredia
Cante: Jaime Heredia “El Parrón” (colaboración especial)
Piano: Joan Albert Amargós (colaboración especial)
Guitarras: José Quevedo “El Bola” y Miguel Ángel Cortés.
Percusión: Paquito González
Palmas y coros: Jara Heredia y Anabel Rivera
Trompeta: Julián Sánchez