Jueves Flamencos - Título: Miguel Poveda en concierto - Guitarra: Juan Carlos Romero - Coros / Palmas: Manuel Romero "Macano" - Luis Cantarote, Carlos Grilo - Percusión: Paquito González - Lugar y fecha: Centro Cultural El Monte, Sevilla 16 de diciembre
El cante órfico de Miguel Poveda (entre la tradición y la vanguardia)
En 1994, el director catalán Bigas Luna recreaba, en la Teta y la Luna, el motivo órfico simbolizado por un singular personaje mediterráneo: Miguel. Con tal recurso, el tenaz cantaor, cuyo papel protagonizaba Miguel Poveda -todavía paladeando el éxito obtenido en el Festival de Cante de las Minas un año antes-, llega a seducir a una bailarina, en virtud de fuerzas irracionales y telúricas. Andando el tiempo, Poveda se vale de un artificio similar, como si de cantos de Sirena se tratase, para conquistar mágicamente al variado público que asistió al pasado recital ofrecido en el hispalense Centro Cultural El Monte.
El concierto tuvo como pórtico de entrada un señero paseo por los cantes de Levante, recreados en la posición de La bemol. La cadencia del ritmo interior, con modulaciones preparatorias, dio paso al delicado perfume de las cantiñas (destacando el recuerdo del Pinini). La variedad de registros melismáticos en el sistema tonal mayor conjugados con contratiempos rítmicos permitió cierta frescura en la actualización de dicha forma musical. Una síntesis de ambas estrategias confluyó en las malagueñas rematadas por el estilo abandolao. El cauce rítmico de este último palo -tres por cuatro- cobraba vivacidad con el efecto de la bulería al golpe, indicio de las contaminaciones polimétricas actuales. La versatilidad de ambos artistas se puso de relieve, asimismo, en la adaptación ad libitum, a modo de ritmo interior, del poema lorquiano Asesinato, con granada música de Romero en la posición de La bemol.
En el corazón del recital, el silencio sonoro se erigió como compañero cabal para abordar los cantes de fragua. Los ecos de Mairena en las tonás del Calor de mis recuerdos, guiño seductor al público presumiblemente sevillano, se hicieron patentes a fin de enlazar con una efímera seguiriya-cabal (el palo en el que menos expuso el cantaor catalán). Buen conocedor de la tradición, Poveda puso el broche a su actuación con unas bulerías de sabor jerezano en sordo. Sin embargo, ello supuso un leve despiste en la modulación, elevando su voz in fieri en un registro más agudo que el elegido al comenzar. No obstante, la sonanta de Romero dio el vuelo armónico preciso nuevamente para concluir con una evocación mairenera de las bulerías Se llamaba Carmen, que grabara el maestro de los Alcores en 1943 con Esteban de Sanlúcar. Si bien la armonía continuaba el registro tonal menor del modelo, se apreciaron jugosos detalles personales (al margen de que se catalanizara a la protagonista de la letra). La reiterada ovación del público alentó a los artistas para proseguir la fiesta, ahora en la línea acupletada, género que cultivó ya Poveda en sus primigenios escarceos. Por último, en aras de lograr un ritual más intimista, se reanudó el ritmo, sin megafonía, que finalizó con una sutil pincelada de baile, materializada en un par de llamadas por bulerías del propio Poveda. En suma, variedad de registros y notable conjugación de tradición y frescura, fórmula que va a continuar permitiendo el hechizo órfico augurado in illo tempore por Bigas Luna, constituyen las señas de identidad que presiden el acertado binomio Poveda-Romero.
Texto: Francisco Javier Escobar Borrego (Universidad de Sevilla)