Título: "Raíces del baile" - Baile: Concha Vargas, Carmen Ledesma - Cante: Curro Fernández, Jeromo Segura - Guitarra: Paco Fernández, Curro Vargas - Centro Cultural El Monte. Sevilla, 15 de abril.
Dos mujeres de raza
El Centro Cultural el Monte vivió una noche en la que las bailaoras Concha Vargas y Carmen Ledesma ahondaron en las simas del flamenco. "Raíces del baile" muestra la esencia, el germen, la semilla de la que se nutre este peculiar y extraordinario arte. Es una forma de concebir el baile caracterizada por la ausencia de toda retórica barroca, de toda concesión a la galería y lejos del empleo de una técnica explosiva. Resumiendo, se trata de una propuesta fuera de los parámetros actuales por los que navega el baile de nuestros días. Ambas artistas expusieron su visión particular de lo que entienden por flamenco. Lo clásico, lo puro y lo ortodoxo hicieron acto de presencia.
Suena el martinete a través de las gargantas de Jeromo Segura y Curro Fernández. Al compás de este primigenio estilo aparecen en escena ambas bailaoras. Suena la guitarra, Vargas y Ledesma se adentran en un paso a dos por seguiriyas en el que los sonidos de sus pies se van entrelazando en un juego de estilos, de formas, de sensaciones, de raíces. Ambas artistas van buscando su sitio, su baile, su personalidad. Se miran, se cruzan, se responden. Replantes por un lado, desplantes por otro. Vargas la busca, Ledesma la encuentra. Salen airosas de la faena.
Exquisita fue la guitarra de Paco Fernández por cantiñas. No es de extrañar, viendo de la familia tan flamenca de la que procede. Buen sabor de boca dejó el hermano de la excepcional cantaora sevillana Esperanza Fernández.
Tras el solo de guitarra, los tientos-tangos se visten de azul turquesa con el baile de Carmen Ledesma. La sevillana camina con parsimonia por el amplio metraje de la escena de forma muy flamenca. A medida que van transcurriendo los minutos su baile va tomando cuerpo, consistencia. Ledesma se va soltando, se siente a gusto. Se templa por tientos, ronronea por tangos. Juega con las caderas, cimbrea. Ahí quedó. El público se lo agradece.
Llegó el turno de la otra protagonista. Concha Vargas se arranca por soleá. Despacito y con buena letra. En su justa medida. Un poquito de esto y una pinceladita de lo otro. Simplemente marcando, no hace falta más. Es la magia y la pureza del baile tradicional en toda su esencia. A su forma y a su aire.
Para terminar, fin de fiesta por bulerías en el que ambas artistas encandilaron al respetable con un recital de "pataítas".