Una vez que el Niño de Marchena presidio una novillada involuntariamente
Revista La Flamenca: Revista nº 15 / año 2006 Mayo Junio. Entrevista de Pilar Ivars (Publicada en el “El Ruedo nº 365 de 21 junio 1951)
Como don Antonio Chacón, don José Tejada tiene el don de la gracia en el cante. Pero acostumbra a tutear todas las coplas, que es tanto como conocer todos sus secretos, a don José Tejada -niño eterno- no se le conoce, en el área de su inmensa popularidad, más que por su nombre artístico; nombre que ha traspasado todas las fronteras de la admiración y que frena con sólo pronunciarlo todas las adulteraciones del cante flamenco. "El Niño de Marchena" ha presenciado este año, como siempre que se lo permite su profesión, las corridas de la Feria de Abril de Sevilla -carnet de aficionado de primera- poniendo con su presencia en los tendidos una nota tradicional y de abolengo.
¿Cuál ha sido y es su línea torera?
Mi línea artística, desde el punto de vista de mi afición preferida, es la línea torera de Juan Belmonte, verdad de la buena. Luego me conmovía con la suavidad elegante de Antonio Márquez, torero de los pocos que después de torear le gustaba como complemento sentir el cante. Me enajenaba la personalidad de Ignacio Sánchez Mejías como si fuera el mejor interprete de la copla bravía; me hacía saltar de mi asiento el toreo alegre de Manolo Bienvenida -falsete por bulería-, y me aplanaba la seriedad del arte de mi amigo Manolo Rodríguez, juerga de estrellas en una noche sin guitarras...
¿Crees difícil torear?
Más que hacer "son" un sordo. El toreo es como el cante: que muchos lo creen fácil, cuando sólo llegan a ser figuras los que lo ven difícil. El cante, como el toreo, reniega de los imitadores y se sonríe de los defraudadores.
¿Crees en al suerte de los toreros como esencial factor de su fama?
No creo en la lotería, aunque las gentes se empeñen que soy afortunado en ella. Si acaso en la lotería de... cartones, en la que van formando en hileras pacientemente los números premiados, que pueden ser la fe, la constancia, el sacrificio y el desinterés.
¿Puede considerarse la "espantá" como aliciente para el aplauso?
La "espantá", no como oficio, sino como espontánea manifestación de ánimo, la considero una cosa muy seria. Casi lindando con el verdadero genio.
¿Por qué?
Porque la produce el miedo más feroz de todo artista. El miedo respetuoso ante el ridículo. ¡Ay del artista que no hay sentido nunca la necesidad de una "espantá" a tiempo!.
En ese caso, Rafael "El Gallo"...
A los maestros sólo se les debe admirar en su cátedra.
¿Has toreado alguna vez?
¡Toda la vida!. Ahora, que ante un "toro", una sola vez y en el campo. Y me quede quieto, quizás porque tenía la certeza de que el campo siempre tiene abierta todas sus puertas. Y, además, y esto es una cosa que pocos conocen, yo he sido el único promotor que ha montado un espectáculo en el que se alternaba el toreo con el cante.
¿Cómo se denominaba la organización?
No tuvo nombres, porque en aquella fecha, ¡y ya ha llovido mucho!, el nombre de los artistas suplía todos los "slogans" imaginables. Los carteles solo anunciaban en su cabecera: "Gran festejo taurino y exhibición del Niño de Marchena". Fue una "tournée" veraniega por distintos pueblos de Andalucía -el crítico taurino "Alardí" tuvo gran parte en su iniciativa- en la que se lidiaban dos novillos por dos ases de la novillería en dicha fecha, Antonio Lafarque y Juanito Jiménez, los dos sevillanos, y seguidamente le seguía un programa de cante flamenco, en el que yo llevaba la voz cantante. Y de su éxito dio idea sus merecidas ganancias. En pocas actuaciones se dejó de poner el "no hay billetes". Y recuerdo que en dichas corridas, más que su interés, envidiaba más los aplausos del público a los toreros que las ovaciones a los "cantaores".
¿Qué corridas te han dejado mayor impresión?
La tarde de los tres pases cambiados de Antonio Bienvenida y la despedida de Marcial Lalanda, con el advenimiento de Pepe Luis Vázquez.
Como reconocido conversador, ¿podrías referirnos alguna anécdota de tu larga vida como aficionado?
Nuestras anécdotas no pasan, por lo regular, de los "planchazos" que nos tiramos en nuestros vaticinios taurinos; lo que es que disimulamos su gracia y su interés para no darnos "tono".
¿Por qué no nos refieres algún resbalón tuyo?
Mejor quiero recordar la vez que presidí una corrida a la fuerza.
¿Cómo fue eso?
Toreaban de novilleros en un pueblo andaluz "Chicuelo", Luis de la Rosa y Zurito. Mi amistad con el alcalde era grande. Eran los tiempos en que los Ayuntamientos no habían delegado sus funciones de Empresa en los taurinos profesionales. Y en la tarde de la corrida, invitado por mi amigo a su palco, llegué, cosa rara e mí, temprano y soñoliento, y me senté en la primera silla que tuve a mano. Avanzaba la hora, protestaba el público por su tardanza en dar comienzo el espectáculo, y el retraso de las autoridades preocupaba a todos. La banda de músicos había tocado cuatro veces el pasodoble "La Giralda". Y yo... instintivamente, con esa acción nerviosa que siempre realizo antes de cantar, de sacar el pañuelo y pasarlo por mi frente, saqué fuera del palco el pañuelo, simulando en el aire una larga cambiada. Sonó el clarín, avanzaron las cuadrillas, y cuando llegaron ante el palco donde yo estaba y volví la cara y me vi solo, eché a sudar. No sabía si escurrirme o seguir sentado. Me brumaba lo ocurrido. El público, pasado el tiempo lógico del cambio de la seda por el percal, arreció su bronca, ante la pasividad de la supuesta presidencia. Cuando casi en tropel llegaron el alcalde y los adjuntos... ¡Nunca olvidaré la cara presidencial!. Ni mi dificultad para explicar mi "plancha" involuntaria...