La madrugada del pasado sábado, fallecía, a los 76 años, el último gran bailaor de El Perchel, dejando sin el compás de sus pies a este barrio malagueño.
Web revista La Flamenca R. de la Villa 2/3/2015
El mes de febrero tiñe de negro el cante jondo malagueño quien ha tenido que decir adiós a dos de sus grandes artistas. Si el pasado 9 de febrero, despedíamos al Tiriri, el sábado nos dejaba Pepito Vargas, probablemente el mejor bailaor malagueño del último siglo.
Aunque José Lavat Campos era su nombre, el mundo entero lo conocía y lo reconocerá siempre por Pepito Vargas. Gitano malagueño que nació un 24 de febrero de 1939 en la calle Cañaveral, en pleno barrio de El Perchel. Fue el gran atractivo de un cuadro legendario llamado Los Vargas, criándose junto a grandes figuras locales del cante jondo como el Tiriri, la Cañeta y la Repompa.
Se consideraba como uno de los supervivientes gloriosos de los años dorados de la Costa del Sol y sus tablaos. Época en la que dio muestra de su arte bailando, primeramente en las Bodegas El Pimpi o en los escenarios de más prestigio de Madrid, como el Corral de la Morería. En poco tiempo dio el salto internacional, llevando su zapateado a Nueva York, Canadá, Francia, Suecia o Japón. A su paso nunca faltó el aplauso unánime del publico y la admiración de grandes artistas como Antonio El Bailarín, quien al finalizar unos de los espectáculo del malagueño, no pudo más que exclamar: “Quién tuviera tus pies para bailar flamenco”.
Tras más de 60 años derrochando arte y compás por el mundo, Pepito Vargas se retiró, aunque siguió impartiendo clases de la disciplina flamenca que mejor representa, el baile, en la Escuela Municipal de Folclore del Ayuntamiento de Málaga, reservando sus pies para ocasiones muy especiales.
El bailaor, a lo largo de toda su vida acompañó a grandes figuras como Lola Flores, Miguel de los Reyes, Concha Piquer, Pastora Imperio o Carmen Amaya. Fue amigo de Camarón de la Isla a quien pudo conocer en La Taberna Gitana, y por su gracia natural, que desencadenaba con guasa en una anécdota tras otra, le llevó a conocer en circunstancias especiales a un paisano suyo en París que le quiso regalar un dibujo, descubriendo con el tiempo que se trataba del mismo Pablo Picasso.
Sin embargo, aunque las pérdidas siempre son triste, Pepito Vargas se ha ido como vivió, con alegría y rodeado de flamenco. El día antes, estuvo con más de una veintena de amigos y compañeros celebrando su cumpleaños en la Peña Juan Breva. "Él cantó, bailó y estaba encantado", recordaba Alfonso Queipo.
Málaga echará de menos a este gran bailaor de El Perchel que en palabras de expertos destacó siempre por la autoridad de sus pies, la maestría de sus manos y la facilidad con la que llegaba al público.