Revista La Flamenca: Revista nº 30 /año 2009 Julio Agosto Texto: José María Castaño / Foto: Paco Manzano
Su última gran falseta sin guitarra
Hace unos días nos dejó para siempre el gran guitarrista jerezano Manuel Fernández Molina "Parrilla de Jerez", tras una larga y penosa enfermedad. Quiero comenzar estas líneas en su memoria con los momentos más intensos que viví con él en las postrimerías de su vida. En 2006, a través del Aula de Flamenco de la Universidad de Cádiz, se envió informe al Vicerrectorado de Extensión Universitaria para que, en el cierre correspondiente a ese curso, se otorgara a Manuel el anual reconocimiento universitario de la más alta institución del saber de nuestra provincia. No hizo falta mucho esfuerzo para que recibiera el visto bueno de las autoridades académicas. Lo siento a quien le pese, sobre todo a ese Jerez al que le cuesta la misma vida reconocer a los suyos, pero fue el último y único homenaje que Parrilla recibió en vida, una vez postrado en el lecho del dolor supremo. Con independencia del acostumbrado desaire tan pronunciado por estos pagos, lo cierto es que surgió un gran problema: Manuel no estaba en condiciones para recibir la orla universitaria por sus numerosos méritos contraídos en su prolija carrera artística. La realidad es así: el estado de Manuel impactaba con dureza. Sobre todo, a aquellos que tuvieron la dicha de verlo tocándole a la Paquera con la pierna puesta sobre la silla y bailando una de las pataítas más flamencas de la tradición gestual, a instancias de la cantaora, quien arrebataba, al final de sus bulerías, la guitarra a Manuel para que bailara con elegancia y particular gracejo.
Lo cuento porque es un recuerdo imborrable y habla muy a las claras de la inmensa naturaleza humana y de artista del gran Parrilla. Puestos en contacto con la familia, los responsables del Aula insistieron a las hijas a que fueran ellas las destinatarias del pergamino acreditativo del reconocimiento. Sin duda, era lo mejor para todos. Pero nuestra sorpresa fue mayúscula cuando Manuel, que apenas articulaba palabra, insistió una y otra vez en ser él mismo, en persona, quien recogiera su premio. Incluso, me contaron sus hijas que señalaba el traje y la corbata que se pondría. Uno de los que, tal vez, lució en alguna de aquellas Fiestas por Bulerías o en los Reales Alcázares de Sevilla durante una Bienal gloriosa donde su Paca, nuestra Paca, hacía temblar los cimientos de la misma Andalucía con la magia de su guitarra. Él tenía que cumplir con su compromiso y lo dejó tan claro que la familia entendió, pese a lo fuerte que iba a ser la escena, que por última vez Parrilla de Jerez se viera cara a cara con su público. Fue un doce de junio, cuando aprietan de lleno las calores, en el Salón de Actos del Campus Universitario de Jerez. Y allí se presentó Manuel con una entereza y una dignidad de las que saltan las lágrimas. Sin importarle un ápice mostrarse así, en su silla de ruedas, a los asistentes y medios de comunicación que llenaban el aforo. Porque tenía una obligación y allí estaba para cumplirla. Es cierto que ya no podía tocar la guitarra pero aquello se inundó de su música, de sus arpegios, de su rasgueo en el más trágico toque por siguiriyas que se recuerde sin tocar las cuerdas siquiera.
Tanto el coordinador del Aula, como la Vicerrectora de Extensión, se vieron obligados a abreviar sus discursos porque la escena hablaba por sí sola. Parrilla había tenido la entereza de enfrentarse al público, tal vez sabiendo que fuera la última. Y no sólo eso. Ante la sorpresa de todos los presentes pidió el micrófono simplemente para decir un "gracias" que salió de su ser con dificultad y con una humanidad más alta que la torre de San Miguel. Varios redactores de esta revista pueden certificar cuanto digo porque fueron testigos de esos más de diez minutos de aplausos sentidos a la falseta sin guitarra de Parrilla, quien apretaba sus manos sobre el pecho en señal de gratitud inmensa. Estaba escribiendo una página que quedará siempre marcada en todos los que estuvimos allí. Hay gestos que elevan a los seres humanos a categoría de especiales y a los artistas a la de grande entre los grandes, como lo fue Manuel Fernández Molina "Parrilla de Jerez". Quien seguro ya se encontrará en el cielo tocándole por bulerías a La Paquera y haciendo ambos que retumben sus bóvedas con aquel Aliiii Andá al compás de Manuel, que ya ha quedado en la historia del flamenco con letras de oro. Como aquel gesto del ya inmortal guitarrista que hace que el arte flamenco, a través de sus hijos predilectos, sea un arte tan auténtico por humano y verdadero. Quería que lo supieran.
"Parrilla de Jerez" nació el 21 de Septiembre de 1945 en la calle Campana Nº 25 en Jerez de la Frontera. Ciudad en la que falleció el pasado 6 de junio de 2009. Pertenecía a una de las más frondosas ramas de las familias gitanas bajo andaluzas. Nieto de Juanichi "El Manijero", su apellido Fernández lo emparienta directamente con nombres como los de Terremoto, Sernita, Tío Borrico, Juana la del Pipa. Sus profesores fueron Rafael del Águila y su padre. Debutó en la Feria de Sevilla a la edad de 13 años (1959). Hasta marzo de 1963 actuó en "La Pañoleta", "La Rosaleda" y, "La Venta Maribal" y en aquellas fiestas particulares de los señoritos jerezanos. En Madrid, trabajó en los tablaos y se enroló en no pocas compañías como la de su paisana Lola Flores, Farina o El Príncipe Gitano. Desde 1969, fue guitarrista de La Paquera de Jerez, formando uno de los duetos más brillantes de la historia del flamenco, siendo su su toque limpio y elegante fueron muy reclamados por los cantaores en una lista interminable que llega al propio Enrique Morente o Agujetas. Tiene en su haber más de cincuenta discos grabados acompañando a las grandes figuras del cante y cuatro discos en solitario. Su contribución como director musical de la inmensa obra "Así Canta Nuestra Tierra en Navidad", con más de 20 LP´s supone un hito en la historia de la investigación musical en Andalucía y fue un revulsivo para la recuperación del cuerpo lírico de la Navidad Andaluza.