José Antonio Carmona Carmona, Pepe Habichuela para el mundo flamenco, nació en Granada (1944) en una familia humilde del barrio del Albaicín. Patriarca de la saga de Los Habichuela, iniciada por su abuelo “Habichuela Viejo” y continuada por su padre José Carmona; sus tres hermanos, Juan Habichuela (1933-2016), Carlos y Luis; su hijo José Miguel “Josemi”; sus sobrinos Antonio, Juan José Carmona “Camborio”.
Desde niño empezó en el flamenco, dedicándose muy pronto a tocar la guitarra por las cuevas del Sacromonte granadino. Viajó a Madrid donde acompañó con su toque a cantaores de la talla de Juanito Valderrama, Marchena, Camarón o Enrique Morente. Más tarde, dá el salto a Europa y América. Posteriormente, como solista, comienza una brillante carrera que dura hasta hoy.
Cuatro son los discos que ha grabado. “A Mandeli” (el más flamenco) que se distribuyó a nivel mundial obteniendo un gran éxito. “Hands” junto a Dave Holland, en el que su guitarra se deja llevar por las influencias del jazz. “Habichuela en Rama” en colaboración con su hijo José Miguel Carmona. “Yerba Güena” en el que de nuevo se deja influir por otros ritmos, sumergiéndose en la fusión con la música hindú, siempre desde su toque profundamente flamenco.
En 1977 graba junto a Enrique Morente “Homenaje a Chacón”, ganando el Premio Nacional de Discografía.
Entre otros muchos premios y distinciones, cabe destacar La Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2018) que le será entregada a finales de este año.
Revista La Flamenca. Murcia 26/2/2019 Texto y Foto: Alberto Garcia
Nos encontramos con Pepe Habichuela en la bodega-cueva que amablemente nos cedió por un rato el Hotel Churra de Murcia. Una mesa con mantel negro, dos sillas y una botella de agua con dos vasos. Totalmente a solas, rodeados de buen vino, conectamos enseguida. Pepe, un hombre menudo y vivaz, con esa exquisitez que da el haber visto mucho mundo, me indica que solo nos falta un cenicero para estar a gusto. Nada más cierto. Los dos somos buenos fumadores.
Háblame un poco de tu vida como artista. ¿Cómo empezó todo?
A finales de los 50, me subí al Sacromonte, a las cuevas, a tocar, escuchar, aprender y disfrutar de todo lo que había en aquellos tiempos. Estuve allí hasta el 62. Después a Madrid, que me llamó mi hermano Juan para sustituirlo porque se iba a Nueva York, a la Feria Mundial, y llegué a Torres Bermejas, un tablao muy importante, donde había grandes figuras; ahí me peleaba yo conmigo mismo porque veía a unos artistas a los que de pequeño escuchaba en discos, en Granada… Estaban Caracol, Terremoto, La Paquera, Valderrama, Marchena…y me encontré en esa época a toda esta gente y me quedaba alucinado de estar con todos ellos, así como tú y yo, cara a cara, con el Güito, Mario Maya, Camarón… Aprendías solo de hablar con ellos; tocando para ellos y para el cuadro flamenco, un día para uno, al siguiente para otro, y ya salieron cosas para salir a Europa tocando para el baile. Después, Estados Unidos… He colaborado con grandes músicos de distintos ritmos como Dave Holland, Don Cherry, Jaco Pastorius o Anoushka Shancar… siempre desde mi toque puramente flamenco, el de los Habichuela, caminando poquito a poco hasta hoy.
¿Cómo era el Sacromonte cuando lo conociste?
Donde todos nos buscábamos la vida. Estaba mi padre, mi hermano, mi hermana. Toda la familia vivía del Sacromonte y ahí aprendimos muchísimo. Una época maravillosa. Yo me quedaba alucinado de ver aquellas gitanas tan guapas, tan bien vestidas, tan buenas artistas… Salía un chorro de música de las cuevas que me fascinaba. Era un crío tenía 16 o 17 años y me quedaba asombrado de ver tanto arte.
Ya en Madrid conociste a Morente ¿Cómo fue el encuentro?
El primero que conoció a Enrique Morente fue mi hermano Luis, que me habló de él. Me dijo: “Pepe hay aquí un muchacho de Granada que canta de escándalo, tienes que ir a escucharlo”. Mira por donde antes de que yo fuera a verlo, Enrique vino al tablao de Las Brujas, allá por los 60, y me habló de trabajar juntos. Ya empezamos a hacer alguna cosilla los dos.
Estaba él cantando acompañado de Manolo Sanlucar y antes con Manzanita. Enrique ha “espurgao” a todos los guitarristas; menos a Paco, nos ha tenido a todos. Era un genio. Todos hemos aprendido mucho de él.
¿Qué aportaste tu a la creación de Enrique Morente?
Morente fue el primero que puso en orden las cosas. El primero que colocó el nombre del guitarrista al mismo tamaño que el suyo en la portada de un disco, indicando así que la guitarra es tan importante como la voz.
Yo me acercaba a lo que escuchaba de Enrique y aportaba mi granito de arena. Nos tiramos seis meses en su casa ensayando para ese Homenaje a Chacón, entre los dos: “Ese toque, alarga un poco más; ese tono cambiémoslo por este otro…” Enrique me hacía caso y yo a él, mano a mano, para llevar el trabajo hecho al estudio y poder grabarlo del tirón. Tenía una voz que te invitaba a hacer cosas con la guitarra, te hacía ir más allá. Es un honor que Enrique, que cantó con casi todos los guitarristas, dijera siempre que su guitarra era Pepe Habichuela.
Estuvimos treinta años juntos. Actuando por las Universidades, los Colegio Mayores, El San Juan Evangelista, que era el referente cultural de aquella época en Madrid… Ganábamos cincuenta mil pesetas y las repartíamos a partes iguales. En eso era muy firme. Lo que se cobraba, a medias, que es pienso yo, una forma reconocer tu aportación a su creación. Ese mismo año hicimos el otro disco “Despegando” que triunfó y nos abrió muchas puertas al extranjero. En un año grabamos treinta cantes entre los dos. Letras de Miguel Hernández que musicalizamos entre los dos. Mucho trabajo y mucha satisfacción.
¿Qué es esa historia de la cueva del Candela?
Todo empezó un día que íbamos para allá, como muchas noches después de actuar, y llamé a Miguel el dueño y le dije: “Miguel, estoy con Camarón, estamos tomándonoslas y nos gustaría ir a la cueva. Pero de forma discreta, entrando por atrás…” Porque allí había mucho público y queríamos estar tranquilos. Y Miguel me dijo: “No te preocupes, entra por atrás y baja a la cueva de privado. Vais a estar solos. Cierro la puerta y no entra nadie”. Y así fue. Estuvimos solos tomando unas copitas, Camarón cantando a todo trapo, como hacía cuando se sentía cómodo. Salimos de madrugada. Se convirtió en una costumbre.
Otra noche nos juntamos con Paco de Lucía, mi mujer Amparo, Camarón. Paco, un poco mareado, muy a gusto, tocaba y tocaba, y se le caía el dinero del bolsillo… Amparo le decía: “Paco, los dineros”. Y Paco “¿Eso qué es? ¿Eso es mío? “Y recogía el dinero y seguía tocando. Y al rato otra vez…(risas) Entraba Enrique Morente a las cuatro de la mañana y se ponía a jugar al ajedrez con Miguel (el dueño) y mientras jugaba, cantaba, ya estaba el lío montado.. Así salíamos con las gafas de sol puestas… He pasado noches muy bonitas allí con Enrique, con Paco de Lucia, Camarón, Tomatito, con mi hijo y mis sobrinos. Allí, con nuestra botellita de whisky, tocando y cantando hasta el alba. Allí se fraguaron muchas ideas que después acabaron en discos. Terminar el espectáculo e ir al Candela y juntarte con esas figuras, todos… Ese sitio para mí es emblemático y pienso que todos le debemos mucho a esas reuniones, donde la rivalidad propia de artistas se quedaba fuera. Esos ratos de compadreo y fiesta. Esos recuerdos son de lo mejor… No esperabas nada, pero ligabas cosas… Todos aprendíamos unos de otros y jugábamos haciendo cositas nuevas. Yo le decía a Paco “tócame un poquito por favor” el tocaba y yo aprendía. Y así todos. Cuando entrábamos en la cueva éramos familia, haciendo flamenco y experimentando Todos éramos jóvenes, 20 o 22 años, el más ”pureta” era yo.
¿Cómo era hacer flamenco en Madrid, durante esa época?
Eran tiempos de mucho revuelo. Recuerdo en un teatro tocando para Manuel Gerena. Manuel cantaba unas letras de protesta muy fuertes, a veces lo suspendían. Y él llamaba directamente al ministerio preguntando por Fraga Iribarne. Les soltaba sin más: “Si me no me dejáis acabar en el teatro, me pongo a cantar en la calle y montamos el lío”. Le permitían acabar. Tenía los pantalones bien puestos Gerena. Yo no entiendo de política y estaba todo asustado. “Tranquilo, ya verás…” Un hombre muy atrevido y con mucha gracia. Con Meneses, con Morente, que también hacían letras muy fuertes, estuvimos a punto de ser suspendidos…
Esos años fueron especiales. Pienso que no volverá a darse ese ahínco y esa fuerza. Esas ganas de crear, esa ebullición de ideas y esa conjunción de artistas tan grandes, haciendo las cosas como hay que hacerlas. No creo que vuelva a darse en el flamenco un momento como ese. Hoy no lo hay. El futuro, quien sabe. Trabajábamos en todas partes. Daba igual. Una vez en la Casa de Campo, en un concierto para el PCE, la que se montó. Enrique cantando y los “grises” vigilando… (risas).
Paco de Lucía, Enrique Morente, Camarón… Creando un flamenco nuevo pero antiguo…y yo metido con ellos hasta la médula. No se volverá a repetir.
Flamenco payo o gitano ¿Hay diferencias?
No hay que ser gitano para hacer flamenco. Hay payos muy buenos y gitanos muy buenos. Chacón era payo, Marchena era payo. Si bien es cierto que el flamenco viene de donde viene y quien quiere aportar, aprender, tiene que ir a las fuentes. Los gitanos tenemos una cosilla especial. Mamamos flamenco desde que nacemos. En mi casa no se oía otra cosa. Cualquier momento es bueno para cantar, tocar o bailar. Tengo una nieta con cinco años que te baila por fandangos, que es para verla. El “pellizco” es gitano. En mi casa, en la cueva del Albaicín, siempre había “ruido”. Al final lo llevas tan dentro, que sale solo. El flamenco es tanto del gitano como del payo. Pero los gitanos tenemos esa cosa especial, que nacemos y vivimos con ella. Y eso no quiere decir que sean unos mejores que otros. Sólo somos distintos.
Ketama ¿Qué tuviste que ver con su nacimiento? ¿Qué piensas de su reaparición?
Con Ketama tuve algo que ver… (risas) Hablé con una compañía discográfica allá por los 80, y le sugerí a Mario Pacheco : “Mira Mario, aquí hay unos chavales que me gustaría que escucharas a ver si puedes hacerles un disco. ¿Quiénes son? Ketama”. Eran Sorderita, Ray Heredia y Juan Carmona, luego se incorporó Antonio Carmona y Josemi. Yo veía que funcionaban los niños y podían hacer algo de calidad y les eché un cable. Para andar buscándose la vida por la calle… (Josemi vendía pintauñas, Antonio vasos y Juan no hacía nada). Para estar golfeando, mejor estaban conmigo aprendiendo el oficio. Y a mi casa, a estudiar. Me tiré un mes tocando la guitarra, para que Juan aprendiera a tocar el laúd. Difícil, pero se enganchó.
Me los llevé a un festival en Martinica que montó Leo Brouwer; Josemi tocando la caja, Juan al laúd y yo a la guitarra. Ese tipo de cosas, pienso que les abrió la mente, y les demostró además, que valían para ello, que podían vivir de esto.
La reaparición de Ketama, me provoca una gran alegría. No es cierto que se separaran por desacuerdos personales. ¡Si son primos hermanos! Simplemente llega un momento en el que cada uno quiere hacer cosas nuevas, volar en solitario… Nos pasó a Enrique Morente y mí. Ahora se vuelven a juntar, gloria bendita. Escuché el otro día el directo que están haciendo y suena especial. No es porque sean mi familia, pero va ser un éxito. En Granada, me han invitado a hacer un tema con ellos y estoy feliz. Feliz de que se junten de nuevo, aprovechen el tirón y ganen unas perrillas pasándoselo bien.
Solo cuatro discos en sesenta años de profesión ¿Porqué?
Reconozco que ahí estuve torpe. Siempre estaba currando y para hacer un disco necesitas tiempo. Porque eso queda ahí para siempre y hay que dedicarle horas. Yo tenía una familia que mantener y había que trabajar, siempre para arriba y abajo buscándote la vida. También está la satisfacción de haber colaborado en grabaciones con muchos grandes artistas.
Considerado por la crítica el mejor guitarrista de acompañamiento y con gran reconocimiento como solista ¿Qué mas esperas de tu profesión?
Soy un artista que no busca premios ni buenas críticas. Todo eso está muy bien, pero me da un poco igual. Ante todo subir a un escenario, disfrutar con lo que estoy haciendo y que mi público disfrute conmigo. Da igual tocar en un teatro para cinco mil personas, que hacerlo en una sala pequeña para cien. Sentirse bien con lo que estás haciendo en ese instante y llegar a las personas que te escuchan. Que la mayoría del público que viene ahora a escucharme, sea tan joven, me conmueve y me llena de orgullo. Porque es cierto que puedo hacer un par de temas en clave de jazz. Pero lo mío es flamenco puro y atrae tanto a los jóvenes como a los mayores. Eso es importante.
La juventud es una esponja. Chupas todo lo que te interesa, buscando aprender. Eso es lo que me encuentro yo ahora tocando como solista y veo tanta gente joven escuchándome... Me recuerda a mi mismo junto a Paco de Lucía, pateándonos tablaos para robar falsetas nuevas y hacerlas propias. Me gusta mucho que los chavales quieran aprender de mí.
Que los jóvenes como Estrella Morente, KiKi Morente, Poveda, Pitingo…cuenten conmigo y me llamen para acompañarles, eso es un lujo. Te hace sentir vivo. Mi ilusión es que estos chavales que quieren cantar con mi toque, disfruten de mi persona y de mi guitarra tanto como yo disfruto de su cante. Darles un espacio para que aprendan de mí como yo aprendo de ellos. Lo de aprender no se acaba. Todos te enseñan algo. Por eso me gusta tanto tocar para el cante o el baile. Ser solista, está muy bien, pero el acompañamiento es el terreno donde mejor me lo paso. Y todo se reduce a eso, disfrutar lo máximo con lo que haces. Si uno mismo disfruta, lo estás haciendo bien…
El mejor cantaor con el que mejor te has acoplado?
He acompañado el cante de muchos, de los grandes, todos. Pero como con Enrique Morente con nadie. Y sus hijos. Recuerdo que su padre les decía “El primer disco que saquéis, tiene que ser flamenco y para eso siempre al tío Pepe. Los conozco desde que nacieron. Estrella y Kiki se acoplan a mi guitarra como yo a su voz sacando cosas, ni mejores ni peores, que no salen con otro. Como pasaba con su padre.
Estoy viviendo un momento muy especial. Ese homenaje que me hicieron en Madrid. Eran tantos los artistas que querían estar conmigo, que tuvimos que repartirlo en tres días. Yo no cabía en el traje. La malagueña con la voz en off de Enrique, la familia estaba llorando entre bambalinas. Estoy en pleno subidón. El que te reconozcan en vida estos sesenta años en el escenario, es algo muy grande. Me ha llenado de vida. Me encuentro con fuerzas y ganas de seguir tocando hasta que el cuerpo aguante. No hace mucho me ofrecieron ir a la India, pero aquí mi Amparo no me deja (risas) “Tu en casa a dejarte cuidar”.
(Amparo Bengala, la esposa. Gitana guapa, de gran porte y tronío, hace rato que nos acompaña) ¿Qué es lo próximo?
Ahora voy a hacer una recopilación en tres discos. Me han otorgado la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Estoy muy satisfecho de recibir este premio que se ha concedido a artistas como Paco de Lucía, Manolo Sanlucar, Camarón, Niña de la Puebla y tantos otros… A raíz de esta distinción voy a grabar tres discos recuperando lo más significativo de mi obra, mas dos temas nuevos. Unos tangos, alegrías, no sé… La resmasterización la hará Josemi. Ciertamente ya tengo una edad, que no me veo grabando un disco nuevo, pero vamos a ello.
Seguimos hablando los tres un buen rato. Pepe Habichuela, además de gran guitarrista, es una enciclopedia viva del mundo del flamenco. Escucho con admiración la cantidad de anécdotas de toda una vida dedicada a esta profesión, narradas con esa humildad que le hace tan próximo. Nos despedimos en la barra del bar tomando una copa de vino. “Ahora sí”, me dice. Hasta ese punto llega la profesionalidad del maestro. Ha sido un gran honor compartir charla con esta leyenda del toque flamenco y espero poder seguir disfrutando de su música por muchos años.